El debate sobre el desarrollo económico argentino

En Europa no se busca detectar “fallas de mercado”, sino construir instituciones aptas para que el triángulo de sector público, empresas y comunidad científico tecnológica despliegue su potencial

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Argentina precisa analizar cómo abordar el desarrollo productivo para los próximos años
Argentina precisa analizar cómo abordar el desarrollo productivo para los próximos años

En estos días se realizó la reunión anual de la Asociación Argentina de Economía Política. La primera mesa de expositores formuló la siguiente pregunta: ¿qué políticas de desarrollo productivo necesitamos para el siglo XXI? Y en el cierre de las jornadas, un experto del BID se refirió al tema, con ejemplos de “fallas de mercado” que trababan el desarrollo y convocaron a intervenciones públicas con distinto grado de éxito. Quizás la intervención más certera fue la de uno de los panelistas de la primera mesa, que reconoció que la academia no estudia el tema: la gestión del desarrollo no está, o está débilmente, en el interés de la economía política.

Paradójicamente, desde el 23 de septiembre hasta hoy, 2 de diciembre, unas treinta organizaciones adhirieron a un ciclo de conferencias por Zoom y YouTube, denominado “Aprender con Europa”. En el ciclo, expertos europeos exponen las diversas facetas de la estrategia de desarrollo de la Unión Europea. Las organizaciones adherentes incluyeron a las fundaciones o institutos de todas las fuerzas políticas, al Consejo Profesional de Ciencias Económicas, a la Fundación de la Bolsa de Comercio y a un buen número de universidades y de ONG´s. Se inscribieron al ciclo unas 1.500 personas. Semejante convocatoria grafica el interés de la sociedad sobre el tema y, también, la necesidad de que la academia le preste más atención.

La experiencia europea es particularmente interesante y puede servir como inspiración para la gestión del desarrollo en la Argentina, en especial porque surge de convicciones democráticas y está diseñada para fortalecer la democracia. No busca detectar “fallas de mercado”, sino construir instituciones (normas y organizaciones) aptas para que el triángulo de sector público, empresas y comunidad científico tecnológica despliegue su potencial.

Tiene coherencia en la jerarquía de consensos que se construyen. Empieza por los principios propios de la democracia: 1) participación, que supone un trabajoso proceso hasta alcanzar acuerdos de todos los países y regiones de la unión, esto facilita que buena parte de las políticas emanen de los niveles inferiores hacia las cúpulas de decisión; 2) subsidiariedad y autonomía local (que la gestión esté a cargo del nivel más próximo a los ciudadanos que sea posible), en el caso argentino, eso supondría poner el acento de la gestión del desarrollo en provincias y municipios; 3) transparencia (basta entrar en las webs de la Unión, sus países miembros y las regiones para apreciar hasta qué punto es todo público); 4) cohesión territorial, para reducir las diferencias de desarrollo entre las diversas regiones; 5) bienestar para los ciudadanos, desarrollo humano y medio ambiente y; 6) competitividad empresarial para la sustentabilidad económica y social.

Definidos esos principios, el modelo europeo establece los objetivos, las instituciones, los programas, las capacidades públicas y privadas a construir, el financiamiento –que se adiciona a los fondos nacionales y regionales- y los mecanismos de control administrativo y de impacto de la gestión.

Con los acuerdos y con los proyectos y programas definidos en todos los niveles de gestión, el presupuesto se gestiona durante siete años. Y bien antes del fin de ese período, se empiezan a construir los consensos para el siguiente período, tomando como insumo las experiencias en curso.

Dentro de esta lógica, la política de cohesión territorial y la política de ciencia, tecnología e innovación -en su vinculación con las empresas- son, quizás, las más importantes para el crecimiento y la competitividad europea. Ambas fueron expuestas en “Aprender con Europa” con lujo de detalles. En el último encuentro de hoy, se aborda el “Pacto verde europeo”, que va a poner a Europa en la vanguardia de la sustentabilidad ambiental, pero impondrá estándares que van a impactar en el comercio argentino, pero que abre nuevas e interesantes oportunidades para nuestro país.

Europa no es el único ejemplo de gestión del desarrollo: China, Israel, Canadá, Australia, Corea y otros países y regiones aportan lecciones que pueden, y deben, ser estudiadas. Pero siempre el eje está en las instituciones y no en las “fallas de mercado”.

Hay innumerables restricciones al desarrollo de la Argentina, pero una de ellas es la vacancia de la academia en la indagación de qué es la gestión del desarrollo en el Siglo XXI. Esperemos que, de acá hasta la reunión de 2022, los estudiosos y académicos, con la Asociación Argentina de Economía Política tomen el guante.

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