El Gobierno pretende eliminar la pobreza aniquilando la riqueza

Creer que se puede dividir la riqueza y así lograr multiplicarla es no entender que la torta que se reparte requiere para ser más grande más harina y más relleno para que muchos más personas puedan alimentarse

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El ministro Martín Guzmán
El ministro Martín Guzmán

Resultan innecesariamente ridículas algunas de las declaraciones que esgrimen algunos funcionarios. Cuando esas frases declaraciones son hechas por el propio Ministro de Economía Martín Guzmán, no sólo resultan ridículas sino además extremadamente preocupantes.

“Necesitamos acciones tributarias para evitar que los ricos se hagan más ricos y los pobres, más pobres”, decía el Ministro sin inmutarse mientras se encargaba de brindar las últimas palabras en el cierre de las “Jornadas Monetarias del Banco Central”. Esta idea tercermundista de creer que el pobre es pobre simplemente porque el rico es rico es una virtual condena a la miseria eterna.

La idea tercermundista de creer que el pobre es pobre simplemente porque el rico es rico es una virtual condena a la miseria eterna

Lo cierto es que en primera instancia lo que hace el ministro es estigmatizar a quien ha logrado algo más que el resto. ¿Qué es lo que considera el ministro Guzmán que significa ser una “persona rica”? ¿Cuál es ese límite que separa en su mente a los ricos de aquellos que no lo son? ¿El empresario de 1.000 millones de dólares o una persona como el propio Martín Guzmán que tiene un puñado de dólares en el exterior lo que de por si es mucho más de lo que pueda poseer gran parte de los argentinos?

Hace algún tiempo el Presidente de la Nación cuestionó duramente las cualidades de la meritocracia, despreciándola sin entender la consecuencia de su deseo. Tal vez sus ministros piensen de igual forma. ¿El ministro Guzmán sentirá culpa de haber estudiado, de haber podido viajar y de tener un mejor nivel de vida que el de muchos argentinos? ¿Sentirá remordimiento por vestirse con trajes que una jubilación mínima no puede pagar? ¿Estará arrepentido de gastar en una comida el equivalente a una o dos (o vaya a saber cuántas) Asignaciones Universales por Hijo? Es primordial que cuando se alguien habla maldiciendo la riqueza, primero la defina, para que todos sepamos exactamente a que se está refiriendo con su crítica.

¿El ministro Guzmán sentirá culpa de haber estudiado, de haber podido viajar y de tener un mejor nivel de vida que el de muchos argentinos?

Supongamos por un instante que la frase del más alto funcionario económico del país esconde detrás únicamente a los “grandes ricos” de la Argentina. Esos empresarios supuestamente inescrupulosos que solo buscan llenar sus bolsillos con grandes utilidades. Seguramente el Gobierno cree firmemente que las motivaciones de inversión, de generar empleo y crecimiento van de la mano de la filantropía y la solidaridad y no del incentivo más perfecto y noble que tiene el mundo capitalista que es precisamente el de ir detrás de un beneficio económico, que no es más ni menos que la retribución a la inversión, al riesgo que cada empresario asume y a desde ya, la oferta que hacen de miles de productos y servicios que la gente demanda para satisfacer sus necesidades. Incluso con todos los intentos que hacen para aniquilar definitivamente al sector privado, los empresarios siguen día a día haciendo lo imposible por subsistir en un país que los está invitando a retirarse para no regresar jamás.

Uno de cada cuatro empleos en el sector privado depende de las grandes empresas, éstas que se encuentran en los patrimonios de cada uno de estos empresarios “ricos” de la Argentina. Creer que porque la torta se va a dividir en más porciones (aunque cada una más pequeña que las anteriores) o que si no le servimos a uno su porción y se la damos a otro, todos van a estar mejor alimentados, resulta al menos inocente. Creer que quitándole al rico le van a solucionar la vida al pobre no es otra cosa que ignorancia disfrazada de demagogia.

Uno de cada cuatro empleos en el sector privado depende de las grandes empresas, éstas que se encuentran en los patrimonios de cada uno de estos empresarios “ricos” de la Argentina

Las empresas argentinas que cotizan en la bolsa local hoy tienen un valor aproximado de 35.000 millones de dólares. Supongamos el extremo de aplicarles un impuesto del 100% del capital a sus propietarios que genera que el gobierno se quede con todo ese dinero. En la Argentina hay 19.000.000 de pobres por lo que este impuesto equivale a hacerse de 1.842 dólares por persona pobre. Si lo pesificamos al dólar oficial (que es la cotización que le gusta utilizar al ministro Guzmán para explicar las bondades de la economía local) esto equivale a que cada persona pobre recibiría unos 195.000 pesos. Hoy la Canasta Básica Total (lo que divide a las personas pobres de aquellas que no lo son) se ubica en $23.419 por lo que estarían recibiendo (en caso de que no haya nada extraño en el medio) el equivalente a 8 canastas básicas. La conclusión es sencilla: si se les cobra un impuesto del 100% al patrimonio de sus empresas a los ricos, en 8 meses volveríamos al nivel actual de pobreza con un agravante inevitable: esos empresarios ya no estarían generando trabajo y probablemente la pobreza crezca varios puntos porcentuales, generando millones de nuevos pobres y una degradación aún mayor de la República Argentina en su nivel educativo, social y cultural.

Si se les cobra un impuesto del 100% al patrimonio de sus empresas a los ricos, en 8 meses volveríamos al nivel actual de pobreza

Creer que se puede dividir la riqueza y así lograr multiplicarla es no entender que la torta que se reparte requiere para ser más grande más harina y más relleno para que muchos más personas puedan alimentarse: esto es el equivalente a agregarle a la economía más trabajo y más inversión para generar crecimiento, más trabajo y como consecuencia, la disminución real de la pobreza. No hay otra fórmula que no sea la del sentido común, la cordura y por sobre todo, la del mérito y el esfuerzo.

Pretender eliminar la pobreza eliminando la riqueza, es simplemente un absoluto gran absurdo.