La administración Biden está exportando el plan que lo llevó a la presidencia y enmarcó sus primeras políticas domésticas, denominándolo “Build Back Better” (B3W). El objetivo de este plan es consolidar alianzas con los países, llevando adelante inversiones en infraestructura con sensibilidad por el medio ambiente y los derechos laborales. Pero también y tal vez principalmente, este plan busca contrarrestar la influencia de China y su billonario plan de infraestructura “Belt and Road Initiative”.
La idea fue lanzada durante la última reunión del G7 en junio, buscando aliados en todo el mundo. Sin embargo, la administración Biden está mirando con especial foco a América Latina por el crecimiento que ha tenido China en las ultimas décadas en la región. Según un reporte del Dialogo Inter-Americano, think-tank con sede en Washington, China ha invertido más de 137 billones de dólares en Latinoamérica y se ha convertido en el principal socio comercial de varios pases de la región, incluyendo a Brasil, Chile, Uruguay y Perú.
Este enfoque cobró mas notoriedad con la reciente gira a Colombia, Ecuador y Panamá de Daleep Singh, asesor adjunto en Seguridad Nacional para Economía Internacional de la Casa Blanca, quien fue acompañado por funcionarios del Development Finance Corporation y de USAID, y unas semanas después la del mismo Secretario de Estado, Anthony Blinken. Durante la gira Blinken definió que “saliendo del COVID y mirando la crisis del cambio climático, B3W busca hacer inversiones en infraestructura en diferentes lugares del mundo, con los mas altos estándares de cuidado del medio ambiente y de los trabajadores”.
Pareciera haber, tanto en la Administración Trump como en la de Biden, este denominador común de adversidad con China en su política exterior. De hecho, Biden no ha cambiado las tarifas y restricciones al comercio con China que había establecido el gobierno anterior. Y se nota aquí en Washington una continuidad de la agresiva mirada contra China en todas las agencias de gobierno, tal vez basadas en la tesis del reciente libro “The Long Game: China’s Grand Strategy to Displace American Order”, de Rush Doshi, quien ahora forma parte del Consejo de Seguridad Nacional. En su obra, Doshi dice que no es posible negociar con China, pues el gigante asiático busca más bien cambiar el orden global actual y no sumarse como un actor más.
Según el autor, la clara y exitosa estrategia de China de sumarse e influir en los organismos multinacionales desde Naciones Unidas hasta la Organización Mundial del Comercio, el BID o la CAF, no es tanto para aportar a la estructura multilateral global existente, sino para disminuir la influencia económica, política y militar de Estados Unidos y generar otra organización institucional.
El discurso reciente de la Representante de Comercio, Katherine Tai, va en esta línea también, ya que hace frente a la agresividad de China de subsidiar sectores que tengan impacto directo sobre la competitividad y exportaciones americanas, como acero, paneles solares y semiconductores. Estados Unidos buscará principalmente, como política comercial, fortalecer lo local en términos de infraestructura, desarrollo y educación. A su vez, impulsará que las empresas norteamericanas produzcan en Estados Unidos o países aliados, rearmando las cadenas de valor que tenían predominancia en Asia.
Esta mirada hace muy complicada cualquier negociación con China, ya que supone que estarían reacios a acordar con su rival, tanto en temas comerciales como de orden monetario, o de cambio climático. Esto último es una prioridad del gobierno de Estados Unidos que para ser exitosa requiere de la colaboración de todo el mundo, en particular de los principales emisores de carbono.
Hace décadas Estados Unidos esta liderado el mundo en lo militar y el poder blando, pero principalmente en lo económico con productividad, competitividad, innovación y fomentando la creación de empresas globales con influencia en todos los mercados del planeta. De esta manera, ha superado a otros rivales como la Unión Europea o Japón. Pero esta vez parece que la forma de enfrentar a este nuevo adversario es más bien buscando frenar sus exportaciones, sus compañías y su expansión hacia otros mercados. Ningún país u organización ha crecido únicamente reaccionando a las acciones de su competencia.
Es cierto que China ha demostrado no atenerse a las reglas de gobernabilidad, economía, derechos de propiedad intelectual y respeto a las libertades individuales. Pero la visión de Estados Unidos como líder debería ser de superar a China, de ser más competitivo, más atractivo para las inversiones, de potenciar a sus aliados, de seguir promoviendo el libre comercio y el trabajo como mejor forma de que el mundo siga progresando. De seguir fomentando la libertad en todas sus dimensiones.
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