Recalculando: un año electoral con restricciones de vacunas, terapias intensivas y dólares

La responsabilidad de la falta de vacunas es del Gobierno y obedece a la imprevisión, mala gestión, y a una apuesta demasiado subordinada a proveedores que no tienen “castigo” si no cumplen

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Alberto Fernández

El presidente Fernández, en su cadena nacional del jueves pasado, dejó un mensaje implícito o no tan implícito: es altamente probable que la Argentina enfrente la temporada invernal con menos población vacunada contra el virus del COVID-19 que la que se preveía a finales del año pasado. Obviamente, de darse este escenario, no sólo estaría complicado el panorama sanitario, si no que, además, estaría cuestionada la recuperación económica prevista.

En efecto, los supuestos básicos que respaldaban el rebote de la economía en este 2021 incluían un impulso fiscal, que reemplazaba gasto COVID-19 por algo de obra pública; un esquema de control de precios, para reprimir la inflación macroeconómica, “ayudado” por una devaluación del dólar oficial por debajo de la inflación pasada y todo complementado con arreglos salariales y subsidios destinados a “poner pesos y crédito barato en el bolsillo de los votantes”.

Pero para que este ¿plan? prosperara, se requerían dos elementos claves: que hubiera dólares suficientes en las reservas del Banco Central para financiar las importaciones necesarias para atender la demanda de insumos y bienes no producidos y, sobre todo, que hubiera vacunas en los brazos de los votantes en cantidades adecuadas para reducir los contagios y poder normalizar aún más la economía.

Es esto último, vacunas suficientes en los brazos de los votantes, lo que ahora está en duda. Para el presidente y sus simpatizantes, si no hay vacunas es por un problema global de faltantes e injusta distribución. Para otro conjunto importante de la población y a la luz de la experiencia de países vecinos, la responsabilidad de la falta de vacunas es del gobierno, y obedece a la imprevisión, mala gestión, y a una apuesta demasiado subordinada a proveedores que no tienen “castigo” si no cumplen, por su particular relación con los Estados a los que pertenecen, Rusia y China. (Dicho sea de paso, el presidente se tiró un tiro en los pies al argumentar que “estamos en un desierto global de vacunas”, porque ese concepto agrava los episodios de vacunación “militante”. Una cosa es adelantarse en la cola del reparto cuando hay agua para todos y todas, y otra muy distinta es colarse cuando no hay, ni habrá).

Carla Vizzotti supervisando la llegada de vacunas en Ezeiza (REUTERS)

Pero independientemente de quién sea el responsable, lo cierto es que debemos empezar a manejar la hipótesis de que la normalización de la actividad económica luce menos cercana de lo que se esperaba.

El rebote de la economía argentina previsto para este año rondaba el 7%. 5% por “recuperación estadística”, al comparar el promedio del año pasado, que presentó un primer semestre muy malo y un segundo semestre bastante mejor, con el promedio de este año, con esperados buenos semestres. A ese 5 estadístico, se le sumaba 2% por crecimiento “entre puntas”, con un mejor agro y construcción y más comercio y servicios. Esa recuperación “modesta” de tan solo 2% se basa, como mencionara, en que por más pesos y crédito que se ponga en los bolsillos de los consumidores, al final del día, el recurso escaso es el desierto local de dólares en el Banco Central. Con la “estatización” del comercio exterior y el control de cambios al movimiento de capitales, el único proveedor -a precio oficial- de dólares para liberar pagos de importaciones y deudas impostergables del sector privado es el Banco Central. Y ese recurso escaso le pone la primera restricción a la recuperación de la economía.

La segunda restricción, ante la falta de vacunas, surge de la interacción entre la situación sanitaria y la economía. ¿Harán falta nuevos confinamientos? ¿Se prolongarán los cierres y aforos de las actividades actuales? El Gobierno ha sostenido en los últimos días que no repetirá los “errores del año pasado”. Pero lo cierto es que, más allá de su voluntad y aprendizaje, que permitirían evitar los confinamientos largos y lograr un manejo más profesional de los protocolos y testeos, objetivamente, sin vacunas, las medidas que se adopten estarán enmarcadas en la disponibilidad de los recursos humanos y de infraestructura sanitaria para atender los casos que requieran internación. El recurso escaso, en este caso, es la disponibilidad de atención hospitalaria pública y en especial privada, sometidos a una gran tensión humana y económica, durante el último año. (una ventaja es el aprendizaje médico para atender los casos más graves, la desventaja es la asfixia financiera de prestadores de la salud, si se prolonga).

Puesto de otra manera, sin vacunas suficientes en tiempo y en forma, podríamos asistir a un ciclo parecido, aunque amortiguado, al del 2020, “mezclado” con las necesidades electorales del oficialismo.

El ministro de Economía, Martín Guzmán

El presupuesto podría tener que sumar al gasto electoral, más gasto público por tener que reimplantar planes de ayuda al sector privado. (ATP, IFE, etc.), y menor recaudación por menor actividad, “comiéndose” las mejoras derivadas de la mayor presión impositiva y la mejor recaudación por derechos de exportación. Más déficit fiscal financiado por el Banco Central, en un contexto de incertidumbre, es más pesos hacia el mercado de los dólares libres que al consumo.

La “buena noticia” es que, como pasó el año pasado, podría aumentar, también la demanda de pesos por motivo precautorio y eso “ayudar” a los controles de precios para converger a una inflación mensual más cercana a 2% que a 3 o 4. Pero la suba de la brecha, tarde o temprano (como pasó en los últimos meses) acumulará presiones sobre la inflación reprimida y el abastecimiento.

Por otra parte, el escenario internacional también es vacuna-dependiente. Si efectivamente Estados Unidos supera el virus durante el primer semestre, junto con China, el resto del sudeste asiático y Gran Bretaña, la economía global seguirá presionando sobre los precios de los commodities y la tasa de interés de largo plazo. Buenas noticias para nuestras exportaciones de soja, malas noticias para nuestras importaciones de combustibles en invierno y malas noticias para la disponibilidad de crédito e inversión para la Argentina y sus empresas. Si, además nuestro principal socio comercial, Brasil, sigue en problemas, parte de nuestras exportaciones industriales se verán limitadas. (Latinoamérica, en general, corre el riesgo de incrementar su aislamiento).

Por último, cabe considerar que todavía nos falta algún tipo de acuerdo con el FMI, organismos multilaterales de crédito y el Club de París (si vamos a un default, otra vez, nulo financiamiento a contratistas de obras públicas, salvo China y Rusia).

En síntesis, la Cristinomics electoral ya estaba amenazada por el Cristinagate judicial que frena decisiones de inversión y empleo de largo plazo, por temor a que “desaparezca” la poca división de poderes que nos queda. Ahora, se le suma la potencial amenaza del desabastecimiento de vacunas, que podría trocar un escenario de rebote y crecimiento modesto con inflación reprimida por los controles, en otro con recaída, e inflación reprimida por la pandemia.

Esperemos con esperanza que haya vacunas suficientes, que se inunde el desierto, que pasemos, en serio, de las filminas a la gestión en materia sanitaria y que el discurso del presidente del jueves sea desmentido por la realidad.

Es decir que tengamos “solo” los graves problemas que teníamos cuando no usábamos barbijo.