La agricultura familiar va al paraíso

El INTA y el INTI son las únicas organizaciones públicas que tienen la misión y las capacidades para mejorar la competitividad de las empresas argentinas

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La agricultura familiar va al Paraíso
La agricultura familiar va al Paraíso

La agricultura familiar de los pueblos originarios va al paraíso en la medida que se organice y haga negocios que prosperen, en cooperativas que puedan ganar escalas, incorporen tecnología, avancen en la cadena de valor agregado, vendan en el mercado interno con su propia estructura comercial o negociando con fuerza con estructuras comerciales existentes, sin perder por ello su identidad cultural. Hay ejemplos en que, con ese modelo, exportan a través de redes de comercio justo y con sus propias capacidades. También va al paraíso cada una de las familias que consigue armar un negocio competitivo con cualquier otro modelo de negocios, como lo hacen prácticamente todas las familias productoras agropecuarias en nuestro país. En muchos casos la labor del INTA es, y esperamos que siga siendo, central para esos desarrollos. Pero seamos claros, no todas las familias de agricultores pueden alcanzar el paraíso porque la edad de los jefes de familia y su capital social e intelectual las limita. En esos casos el centro de la escena no es del INTA sino de las escuelas agrotécnicas y de las acciones provinciales para que los chicos no abandonen sus campos, se capaciten y desplieguen actitudes emprendedoras.

Estamos hablando de tecnología, comercialización, innovación, calidad y construcción de capacidades. No hablamos de política partidaria ni de ideología. La agricultura familiar no va al paraíso por ser pobre. Va al paraíso en la medida que deja de ser pobre y construya un futuro de prosperidad.

El INTA Y el INTI se crearon en la década del cincuenta y son las únicas organizaciones públicas que tienen la misión y las capacidades para mejorar la competitividad de las empresas argentinas. Vinieron sufriendo la incomprensión de muchos gobiernos y supieron -a los saltos- renacer. Cavallo -en tiempos de Menem- las puso al borde de la destrucción. La era Kirchner buscó su partidización: en el INTA infló con gente sin nivel técnico el área de extensión, la que está en contacto con los productores, para hacer proselitismo a expensas de la investigación y la experimentación; y pretendió convertir al INTI en un supuesto instrumento de la política social, a expensas de su rol de mejora de la tecnología de la industria. Por fin el gobierno de Macri las desfinanció. Y -ahora- la gestión de Fernández va en camino de juntar lo peor de Kirchner con lo peor de Macri: ideologización con partidización y, de yapa, sin recursos.

Parece haber un consenso entre economistas y formadores de opinión de que no es posible el desarrollo económico sin alcanzar previamente el equilibrio macroeconómico. Me permito disentir: no hay posibilidad de equilibrio macroeconómico sin desarrollo. Es obvio que todo se hace más fácil con una economía sin inflación y sin déficit fiscal, pero les sugiero a los economistas y formadores de opinión un ejercicio contrafáctico: hagan la cuenta de cómo sería nuestro desequilibrio actual si nuestros empresarios no hubiesen protagonizado la revolución de la siembra directa y los seis o siete mil millones de dólares de exportación de servicios del conocimiento. Ambas cosas a pesar de los gobiernos y sus políticas públicas.

También es obvio que vivimos un desequilibrio fiscal panorámico. Pero eso requiere elegir en qué gastar para salir del encierro. Y la respuesta es sencilla: más y mejores empresas para más y mejor empleo formal, para tener también más recursos fiscales. Y para eso, la labor del INTI y el INTA son cruciales porque para más y mejores empresas hace falta más y mejor tecnología aplicada a la producción.

La democracia en Argentina se enfrenta al desafío de ayudar a desarrollar un sector privado legítimo, dinámico y competitivo, que sea independiente del gobierno, tienda a cooperar en la consolidación de la sociedad civil, se beneficie de la vigencia de los derechos civiles y políticos y cree puestos de trabajo sustentables y bien remunerados. No se trata solo de mejorar las finanzas públicas y la calidad de vida de la población. También se trata de mostrar una vía ética para el enriquecimiento y la auto realización de los ciudadanos.

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