Elecciones en Estados Unidos: lo que está en juego

Para impugnarlas o acogerlas, las diferentes posturas que han surgido en Washington son incorporadas a las agendas locales en forma casi inmediata

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Las elecciones presidenciales que se realizan cada cuatro años en Estados Unidos son un hito que marca el futuro político que recorrerá el mundo, sin distinciones geográficas. Desde hace un tiempo que la geografía ha dejado de ser un obstáculo para que se desparramen rápidamente en todas partes las ideas políticas, económicas y culturales que nacen en cualquier parte del mundo.

EEUU se ha convertido en la usina de producción de la mayoría de las iniciativas que los diferentes países van adoptando, más allá de su afinidad política.

Para impugnarlas o acogerlas, las diferentes posturas que han surgido en Washington son incorporadas a las agendas locales en forma casi inmediata. Por ello resulta sumamente importante conocer que ideas serán las que primarán luego de la elección del 3 de noviembre.

Brevemente se puede destacar aquí que los Estados Unidos gobernados en ese entonces por el presidente George Bush, al haber invadido Irak, en marzo del 2003, ingresaron en una etapa de desprestigio internacional, al no haber respetado instituciones que se habían creado, por su iniciativa, al finalizar la Segunda Guerra Mundial, como por ejemplo el Consejo de Seguridad de la ONU.

Esta pérdida de prestigio internacional, similar a la que se había producido por la guerra de Vietnam, lo debilitó internamente y así perdió aliados históricos como Alemania y Francia, al tiempo que hizo crecer y fortalecer enemistades tradicionales, como las de Irán, Rusia y muchos de sus amigos en el mundo árabe.

La llegada de los demócratas al poder con Obama fue un paliativo importante de ese proceso de deterioro. Muchas cosas volvieron a su cauce histórico, pero el debilitamiento interno sufrido produjo el retorno a viejas divisiones en la sociedad americana, entre ellas, la más peligrosa la del racismo, que cobró mucha fuerza desde la llegada de Trump al poder.

Fue una “revancha” de muchos blancos, mayoría de ellos, pobres, que no pudieron tolerar la presidencia de un ciudadano negro, casado con una ciudadana negra dirigiendo los destinos de un país que hasta el año 1960 no permitía a una negra/o, ir sentada en un bus, si había un blanco/a de pie.

Este reverdecer de un racismo violento, instalado cotidianamente en el accionar de la policía, tolerado por muchos ciudadanos blancos y amparado desde la cima del poder es lo que también está en juego en las próximas elecciones de Estados Unidos.

Como dijimos el poderío que tiene este país en sus diferentes expresiones, político-culturales, actúa como espejo en muchos otros Estados. Es por ello que el ganador de esta elección extenderá sus valores a muchas sociedades que tendrán empatía con el ganador y buscarán copiar el modelo vencedor. De ahí la importancia de quien resulte el próximo presidente, si Biden o Trump.

Para la Argentina la elección norteamericana se presenta muy importante: un triunfo de Trump dejaría a la Argentina aislada dentro de Latinoamérica (en especial en Sudamérica). La complicidad personal y cierto parecido formal entre Jair Bolsonaro y Trump alejan al gobierno argentino de intentar revivir experiencias históricas muy favorables en décadas pasadas e impulsan a confrontaciones con otros vecinos, poco auspiciosas, para las necesidades económico-comerciales que la Argentina necesita cuando finalice la pandemia e impiden fortalecer un Mercosur sólido y autónomo en sus decisiones.

A su vez, si triunfara Trump el enfrentamiento con China se agravaría y perjudicaría la intención argentina de mantener relaciones serias y constructivas, sin tener que inclinarse hacia ninguna de las dos superpotencias, en desmedro de la otra.

El conflicto no es el mejor camino para el desarrollo y bienestar que la Argentina necesita después de haber soportado varios años sin crecimiento económico y en el marco de una renegociación con el FMI.

Biden no dejará de enfrentar a China en la lucha por conservar la hegemonía tecnológica, pero creemos que no seguirá el camino de la confrontación elegido por Trump.

Al mismo tiempo, la idea de cercar a la Argentina desde la OEA y desde el BID que diseñaron desde Miami los exiliados cubanos que dirigen la política exterior de los Estados Unidos para América Latina podría dar paso a una postura acorde con la realidad regional y que dejaría de tener los efectos perniciosos de empujar a la Argentina hacia su alianza con Venezuela, objetivo que debilita y divide a la región, como sucediera durante el gobierno de Mauricio Macri.

Si bien nadie propone mantener relaciones carnales con Estados Unidos pues el gobierno de Trump no siente apetito para consumarlas y la Argentina ha pagado sus costos cuando eligió ese accionar, la soledad latinoamericana es una posición poco favorable para nuestro país frente a un mundo donde la Unión Europea pierde cada vez mas poder global y donde la pandemia dejó seriamente herida a todas las economías.

Con respecto a que puede suceder con los conflictos de largo recorrido como el de Medio Oriente, Afganistán, Kurdistán, Libia y Sudán del Sur, por enumerar los más conocidos, no tienen en los planes de los dos candidatos grandes diferencias. La vocación de los demócratas de tratar de impulsar regímenes democráticos en África y en Asia ha dejado de ser prioritaria debido a los grandes fracasos. El problema es China.

Como el pueblo americano tiene en este momento histórico un sentimiento muy fuerte de considerar a China la culpable de la pérdida de su hegemonía indiscutible cuando finalizó la Guerra Fría, cualquier Jefe de Estado norteamericano debe mostrarse fuerte ante la “amenaza” amarilla, a quien se la acusa culpable del coronavirus, de violar los derechos humanos, de combatir el budismo en el Tíbet y de reprimir a los jóvenes “idealistas” en Hong Kong y de no permitirle a Taiwán ser un Estado Independiente.

Estas posturas duras contra China dan votos, y Biden los necesita para ganar, mientras que Trump ha sobreactuado en forma y estilo para sacar patente de duro ante el “peligro amarillo”

Si bien para China una victoria de Trump sería preferible, pues sus errores le permitirían seguir acumulando poder creciendo, un triunfo de Biden traería de nuevo sobre la mesa de negociaciones temas poco agradables para China, como tener que defenderse en los ámbitos internacionales de las acusaciones de violaciones a los derechos humanos y de no permitir libertades individuales.

Pero como pasa en todos los lugares del mundo, la gente no vota por la política exterior, donde Trump reprobaría sin atenuantes. Lo que les interesa a los ciudadanos norteamericanos es lo mismo que interesa a todos los pueblos. Ellos votan y deciden y lo van a hacer, analizando su realidad interna, el coronavirus, la economía, la seguridad y la evolución del conflicto racial. En esas cuatro cuestiones es donde se juega la elección del 3 de noviembre en los Estados Unidos y creemos que, en tres de las cuatro, el presidente Trump no saca un aprobado.

Diplomático de Carrera, ex Embajador en China y Canadá y ex representante permanente ante la ONU