Hace falta algo nuevo en la política argentina. Acabamos de presenciar una maratónica sesión en el Congreso para ceder sus atribuciones al Poder Ejecutivo. Se definieron nueve tipos de emergencias ya que está no sólo la económica sino también financiera, fiscal, administrativa, previsional, tarifaria, energética, sanitaria y social. Son muchos los ciudadanos enojados y aún más los preocupados.
Digo que hace falta algo nuevo porque todo lo que se propone es similar a lo que rara vez funcionó, en Argentina u otros países. Es difícil suponer que un aumento de impuestos pueda mejorar la productividad de la economía. No estoy hablando de las necesidades que se cubrirán ni de quien asigna el dinero, sino simplemente de un tema de eficiencia en la asignación del gasto. Si la misma no mejora, es imposible crecer, ya que con lo que hasta ahora producíamos (y que encareceremos con más impuestos) era difícil que alcance para todos los objetivos.
Los sectores exportadores son por definición sectores dinámicos, que buscan crecer adaptándose a las cambiantes necesidades del mundo. De esa manera generan empleo y vuelcan sus mejoras en su ámbito, que pueden reproducirse en otras áreas. Sin embargo, la pesada carga tributaria hará difícil continuar la actividad. En el sector agropecuario el castigo es aún mayor ya que por cuestiones propias resulta difícil dejar de producir. Proponer compensar a los pequeños suena doblemente injusto. En el sector pagarán más algunos que otros y todos pagarán más que en otros sectores. Dudo que facilite inversiones. Ya lo probamos y no funcionó.
Otro argumento falaz es que no se pueden ajustar los gastos (del Estado) porque eso traería recesión. Lo que se ha definido es ajustar los gastos del sector privado, ¡como si eso no fuera recesivo! Con un agravante: el sector privado es quien ganó ese dinero y –justamente por ganar dinero- estará más interesado en continuar con su actividad. En cambio, en el Estado las actividades continúan por inercia y no siempre mejoran su calidad.
Volvemos a un camino viejo que no nos lleva al progreso. El Congreso es el único que puede poner impuestos y decidir gastos. Eso dice nuestra Constitución Nacional. Sin embargo, ha cedido sus atribuciones. Las provincias indican a sus senadores que voten una ley por la cual recibirán menos recursos. Esto es así ya que las retenciones no se coparticipan con lo cual las provincias perderán doblemente: los productores en cada una de ellas pueden llegar a perder dinero y podrán gastar menos en sus comunidades. Por si esto fuera poco, muchas están endeudadas en dólares que ahora les resultarán mucho más caros que antes de las PASO… o de esta misma ley.
La reducción de gasto en jubilaciones es difícil de cuantificar. Es más, la facultad para actualizar los montos no está definida, con lo cual dependerán de la lapicera del Poder Ejecutivo. Al mismo tiempo, son muchísimos los jubilados que recibirán un bono extra. No he visto ninguna estimación de cuanto se ahorra pagando menos comparado con el monto de los dos bonos a pagar. ¿Cuánto será en definitiva el ahorro? Y si lo fuera, ¿por qué no tocar también las jubilaciones VIP?
Respecto a las tarifas, otra vez, necesitamos algo nuevo. El esquema de mantener tarifas bajas para el que consume, pero al mismo tiempo subsidiar a las empresas, puede llevar a un descontrol del déficit o a faltantes en energía. Ya se ha probado este sistema y no funciona. Ni siquiera funciona para reducir el déficit fiscal.
En materia de inserción en el mundo, con algunos insumos en pesos y otros en dólares, ya sabemos que precios diferenciales del dólar solo sirven para que medren y abusen los ingeniosos. Ya hay 10 tipos de cambio diferentes, según impuestos, mecanismo, motivo y comprador. ¡Qué lío! ¿Se imagina usted comprar ciruelas con 10 precios diferentes según si las usará para comer, hacer dulce o compota? En ese laberinto obligamos a nuestros productores a trabajar.
En resumen: necesitamos una nueva forma de regular nuestro país, algo diferente y tan simple como… dejar trabajar. Si confiamos en nosotros mismos, permitiendo que cada uno aporte su esfuerzo, podremos volver a crecer. Será la mejor solución para que nuestros productos sean buscados en el mundo.
La autora es economista de la UCEMA