¿A quién le deben lealtad los legisladores?

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Los diputados Pablo Ansaloni, Beatriz Ávila y Antonio Carambia
Los diputados Pablo Ansaloni, Beatriz Ávila y Antonio Carambia

Esta semana se conoció que Pablo Ansaloni, Beatriz Ávila y Antonio Carambia dejarán el interbloque de Cambiemos en la Cámara baja de la Nación para conformar el bloque Unidad Federal para el Desarrollo.

Esto abrió un debate en el que, cual fieras a su presa, se lanzaron muchos dirigentes del oficialismo a criticar el accionar de los legisladores, quienes sin dudas tienen una gran cuota parte de responsabilidad sobre lo sucedido, aunque no son los únicos responsables.

En primer lugar habría que analizar cómo es que llegaron estos legisladores a ser candidatos del sector. En todos ellos, porque el fin justificó los medios, y ya sea en Santa Cruz para aportar desde un sublema sin posibilidades ciertas de triunfo pero con capacidad de sumar votos al candidato oficial Eduardo Costa, o en Buenos Aires, donde el acuerdo intracoalición asignaba un lugar al Partido Fe sin compartir valores ni propuestas, pero aportando votos a la candidatura presidencial de Mauricio Macri y a gobernadora de María Eugenia Vidal, les abrieron las puertas en las listas de legisladores nacionales. Por lo tanto, a las claras está que, al menos hay responsabilidad compartida, por parte de los legisladores en no haber sostenido los principios con los que llegaron a la Cámara de Diputados y de los dirigentes que los propusieron como candidatos, por haber incorporado en sus listas a ciudadanos que no compartían los principios generales de la alianza.

Es sencillo apuntar responsabilidades en los tres diputados, que sin dudas las tienen y más aún cuando se lee lo que defendían hace apenas unos meses, pero no son los únicos responsables, y ni siquiera los mayores, puesto que quienes presentan listas son los partidos políticos, no los candidatos, por lo tanto la responsabilidad principal es del partido que propuso a estas personas como sus representantes.

Este tipo de transfuguismo que lamentablemente no es original en la política argentina, abre a su vez un debate sobre quién es el dueño de las bancas, si el partido o el legislador. Uno podría creer que, manteniendo el argumento que dábamos respecto a que quienes se presentan a elecciones son los partidos, estos deberían ser los titulares de las bancas, aunque contrario a esta opinión se podría esgrimir también que quienes resultan electos son las personas y no los partidos y que, en consecuencia, pertenecen a ellos las bancas, puesto que son los representantes de la ciudadanía.

Ambas posturas tienen un dejo de verdad, y lo real es que en la actualidad, donde los partidos políticos conforman elección tras elección diferentes coaliciones electorales, muchas veces con giros copernicanos entre los comicios, es difícil y discutible mantener una línea partidaria, puesto que un legislador que fue electo por el Frente Renovador oponiéndose a Unidad Ciudadana, dos años después deviene en conformar un bloque común, o un legislador radical que haya sido electo por Cambiemos decida separarse de su bloque por no compartir su proceder, son prácticas comunes hoy en día, aunque difíciles de defender políticamente.

Entonces la discusión pasa a ser más compleja y es lo que subyace en toda esta cuestión es el rol de los partidos políticos, que según la Constitución Nacional “son instituciones fundamentales del sistema democrático” pero que en la práctica terminan atentando contra este, puesto que con la falta de una línea de acción coherente hacen que la gente descrea del sistema en su conjunto.

¿Quién puede levantar el dedo para criticar a quienes cambian de bancada? ¿Los que cambian de principios, valores e ideas? ¿Es un valor en sí mismo el mantenerse en un bloque partidario cuando éste no tiene coherencia ni disciplina partidaria?

Esta realidad parece exhibir una vez más, como en su momento lo fue el caso de Eduardo Lorenzo Borocotó, lo frágil de las lealtades de quienes son electos legisladores, pero lo que pone en debate, en realidad, es a quién se le debe lealtad. Afirmó Mario Negri en un tuit: “Hace muchos años que muchos bregamos porque el Congreso vote una ley que castigue el transfuguismo. Debe exigirse un poco de pudor, no se puede llegar en un auto, bajarse y pasarse al otro en menos de 2 minutos. Eso redunda en la pérdida de calidad democrática #JuntosPorElCambio”. El diputado obvia decir que los tres legisladores que abandonaron el oficialismo fueron electos en 2017, y que en el mismo período Cambiemos sumó a sus fuerzas a dirigentes que habían sido electos por otras fuerzas, por lo que el paso inicial, por pudor, debería ser el tener honestidad a la hora de criticar.

El debate está planteado, pero no sobre el accionar de estos tres legisladores, su accionar solo fue el puntapié inicial para repensar: ¿a quién pertenecen las bancas? ¿a quién se le debe la lealtad? ¿el transfuguismo se produce traicionando a los bloques partidarios o a las ideas?

Intentar dar respuesta a estos interrogantes es una deuda de los dirigentes, pero con respuestas reales y no ideales que nadie practica.

El autor es licenciado en Ciencia Política y magister en Estudios de la Unión Europea. Twitter: @eduardorivas07. Blog: https://principedelmanicomio.wordpress.com/