Tako, un pulpo que estuvo a punto de terminar en la mesa de un restaurante, se ha convertido en el protagonista de una peculiar historia viral gracias al músico y youtuber sueco Mattias Krantz. En un video publicado por el creador de contenido, él mismo relata cómo rescató al octópodo de un mercado de pescado vivo, motivado por su deseo de enseñarle a tocar el piano a un animal y convencido de la aptitud de la especie.
“Es como tener ocho pianistas en un solo cuerpo, y eso es demasiado potencial como para acabar en una freidora”, señaló el artista, aludiendo a que los pulpos no poseen un único cerebro, sino nueve, gracias a su llamado sistema nervioso tentacular. De hecho, National Geographic explica que cerca de dos tercios de sus neuronas se ubican en las extremidades, las cuales pueden ejecutar acciones de manera casi independiente del resto del cuerpo.
El proceso comenzó desde la llegada de Tako a su nuevo hogar, donde la prioridad de Krantz fue ganarse la confianza del ejemplar. “Quería asegurarme de que no hiciera nada raro en el acuario estos primeros días, como ahorcarse. Porque ahora no solo está en cautiverio, está en cautiverio con un youtuber”, narró con tono cómico en el video publicado en su canal personal.
Sin embargo, los primeros intentos de interacción no fueron sencillos: “El primer día, ni siquiera quiso tomar la comida”. Pero con el paso de los días, la relación fue cambiando y el hombre percibió un avance: “Creo que empezó a darse cuenta de que yo soy la persona que lo salvó de convertirse en takoyaki”.
Primeros pasos en el aprendizaje del piano
Superada la etapa inicial, Krantz se propuso el reto de enseñar a Tako a tocar el piano. El primer obstáculo fue la falta de interés del pulpo por la tecla que le presentó: “Después de verlo sentado en su pecera durante cinco minutos seguidos, simplemente mirando al vacío, ignorando por completo la tecla, empecé a preocuparme un poco”.
Sin embargo, la perseverancia dio frutos y el ejemplar comenzó a interactuar con el instrumento: “Finalmente, Tako tocó la tecla perfectamente, así que lo recompensé rápidamente. Luego la tocó de nuevo. Cada vez tocaba más seguido”.
El siguiente desafío fue adaptar el piano a las capacidades físicas del octópodo. “Presionar no es algo natural para un pulpo. Pero cuando se trata de jalar cosas, Tako debería escribir un libro sobre eso. Así que empecé a rediseñar la tecla una y otra vez hasta que obtuvimos la tecla definitiva para pulpo”, explica el creativo en el video.
A medida que el experimento avanzaba, Krantz buscó nuevas formas de estimular el aprendizaje de su compañero marino. Ante la falta de resultados con métodos convencionales, recurrió a la ayuda de expertos: “Me di cuenta de que no tengo ni idea de cómo enseñarle piano a un pulpo, así que empecé a buscar ayuda en internet... pero todo lo que encontraba eran recetas”.
Sin embargo, finalmente logró contactar a un especialista de nombre Luigi, de quien se desconoce el apellido. Según lo relatado en el material audiovisual, juntos decidieron instruir al animal a través del sonido. “Tako ni siquiera tiene oídos. Pero con este altavoz submarino de grado científico, puede sentir cada nota como una vibración única, y quizá podamos usar eso para enseñarle una melodía”.
Aunque el método no resultó efectivo para el aprendizaje, sí incrementó el interés del pulpo por el instrumento: “La buena noticia es que hizo que disfrutara más tocar el piano, probablemente porque ahora cada nota activaba su enorme vibrador de pulpo”.
Los desafíos de entrenar a un pulpo pianista
Krantz también experimentó con un piano iluminado, inspirado en métodos de entrenamiento para otros animales: “Logré construirle un piano así a Tako, pero hacer un piano que se ilumina ya es difícil, así que hacer uno que funcione bajo el agua fue prácticamente imposible”. No obstante, a pesar de los esfuerzos, el ejemplar no mostró interés por las luces: “Cambié el color, la intensidad. Incluso quité teclas hasta que solo quedaron dos, y aun así Tako eligió la tecla equivocada”.
Así, la clave del avance llegó cuando Krantz identificó la verdadera motivación del pulpo: los cangrejos. El método, basado en el movimiento de un crustáceo como recompensa, resultó ser efectivo: “Cada día, Tako mejoraba en el piano, y después de una semana, puede tocar dos notas seguidas. La segunda semana, pasó esto. ¡Un acorde! Tako empezó a amar el piano. Se sentaba todo el día mirándolo, esperando que lo pusiera en su pecera. Incluso se acercaba al cristal cada vez que yo tocaba. Y a las 18:00 cada noche, finalmente era su turno”. Sin embargo, el aprendizaje pronto se estancó.
En ese punto, el creativo decidió buscar una solución radical y recurrió a otra colaboración. Juntos idearon el “ascensor de cangrejo”, un sistema en el que el crustáceo descendía cada vez que Tako presionaba una tecla, pero solo podía alcanzarlo si completaba toda la melodía: “Es una barra de progreso, edición pulpo”, mencionó en el video.
“Después de practicar con él todos los días durante una semana, finalmente a Tako le quedó claro lo que quería que hiciera desde el principio. Ahora, siempre seguía adelante con una concentración que nunca antes había visto, hasta el punto en que los cangrejos casi se convirtieron en una distracción”, continuó.
Un exitoso ‘concierto’
Tras cuatro meses de entrenamiento, llegó el momento de la primera presentación de Tako, la cual resultó exitosa. Después de eso, el vínculo entre ambos se consolidó y el pulpo continuó sorprendiendo a su entrenador: “Hicimos esto todos los días durante semanas. Algunos días, era el mejor miembro de la banda. Otros días, hacía cosas típicas de pulpo. Pero sin importar qué tipo de día fuera, seguía mejorando hasta que la música sonaba tan bien que nadie me creería si no estuviera grabado”.
En el cierre del video publicado por Mattias Krantz, el músico reflexiona: “Casi se me olvida a veces que Tako estaba destinado a convertirse en la cena de alguien y ahora, estamos haciendo música juntos. Se ha convertido en más de lo que jamás podría haber deseado”. Ahora, en su hogar definitivo, es la prueba de que el arte, en cualquiera de sus expresiones, puede cambiar el rumbo de una vida, incluso la de un animal marino.