Durante semanas, Martina no comprendía por qué su perro empezaba a temblar apenas ella se ponía los zapatos. A la hora de salir, el animal se escondía bajo la mesa o intentaba bloquear la puerta con el cuerpo. Al volver, encontraba su departamento desordenado, con cojines desgarrados y rasguños en la puerta principal. “Creía que estaba enojado conmigo, pero después entendí que lo que sentía era angustia”, recordó.
Una situación similar vivió Agustín, pero con su gata, Luna. Cada vez que salía a trabajar, la felina comenzaba a maullar sin parar. A su regreso, encontraba vómitos en el piso, la comida intacta y a Luna pegada a su pierna durante horas. “Pensé que los gatos eran más independientes, pero con ella era distinto. No soportaba quedarse sola”, contó.
Estas conductas, aunque desesperantes y a menudo interpretadas como travesuras o desobediencia, suelen tener una causa profunda conocida como ansiedad por separación. Este trastorno afecta tanto a perros como a gatos, y aunque ha sido ampliamente documentado en caninos, los especialistas insisten en que también debe prestarse atención a los felinos. Comprender este fenómeno requiere ir más allá de la superficie del comportamiento animal.
Síntomas de ansiedad por separación en perros y gatos
La ansiedad por separación es un trastorno emocional que se manifiesta cuando el animal percibe que será dejado solo, incluso por periodos breves. Según el médico veterinario y educador canino Juan Manuel Liquindoli, “se trata de un estado de angustia real, no de una conducta caprichosa ni de un intento de manipular al tutor”. Afecta a animales profundamente apegados a sus cuidadores, y puede desarrollarse tanto por predisposición como por experiencias traumáticas o cambios en la rutina.
Los síntomas varían según la especie, pero en general incluyen vocalizaciones excesivas (ladridos, aullidos o maullidos), destrucción de objetos, intentos de fuga, automutilación, salivación intensa, vómitos o diarrea. En el caso de los gatos, también pueden dejar de comer o defecar fuera del arenero. “Muchos animales empiezan a inquietarse incluso antes de que el tutor se vaya, cuando detectan señales como las llaves, el perfume o los zapatos”, explicó Liquindoli en entrevista con Infobae en el podcast Data Animal. Este comportamiento anticipatorio es una de las principales señales de alerta.
Entre las causas más frecuentes se encuentran los cambios bruscos en la rutina, como mudanzas, separaciones, el regreso al trabajo presencial tras periodos prolongados en casa (como ocurrió durante la pandemia), la pérdida de un miembro de la familia —humano o animal— y la falta de estimulación mental y física. En algunos casos, también puede deberse a una socialización deficiente durante la etapa temprana de desarrollo.
“La ansiedad por separación no es simplemente ‘extrañar’. Es una experiencia desreguladora que afecta el bienestar físico y emocional del animal”, señaló Lori M. Teller, veterinaria y profesora clínica asociada en la Universidad Texas A&M en un artículo de The Conversation.
Teller aclaró que el diagnóstico debe ser clínico y no basado únicamente en observaciones esporádicas. “Es importante descartar otras causas médicas o comportamentales. Un perro que orina en la casa no necesariamente tiene ansiedad; puede tener una infección urinaria. Por eso, el primer paso siempre debe ser la consulta veterinaria”, subrayó.
Estrategias para disminuir la ansiedad en perros y gatos
Una vez identificado el problema, es fundamental actuar con constancia, paciencia y empatía. No existen soluciones mágicas, pero sí un abanico de herramientas efectivas que, combinadas, pueden mejorar significativamente la calidad de vida del animal. Según la charla con Liquindoli, el entrenamiento gradual es una de las técnicas más efectivas. “Hay que trabajar en la tolerancia a la soledad desde tiempos cortos. Salir unos minutos y volver, premiando la calma, e ir aumentando progresivamente el tiempo de ausencia”, indica.
También es útil desensibilizar al animal frente a las señales previas a la partida. Esto implica, por ejemplo, ponerse los zapatos o tomar las llaves sin salir, para romper la asociación negativa. Asimismo, se recomienda no hacer grandes rituales al salir o al regresar, ya que eso puede reforzar la ansiedad. “La despedida no tiene que ser un evento. Cuanto más natural, mejor”, resumió Liquindoli.
En el caso de los gatos, que suelen ser más sensibles al entorno, es crucial enriquecer su ambiente con rascadores, estantes, escondites, juguetes interactivos y espacios seguros donde puedan observar el exterior. También pueden beneficiarse del uso de feromonas sintéticas, disponibles en difusores o sprays, que contribuyen a reducir el estrés. Para los perros, los juguetes dispensadores de comida, las alfombras olfativas y las caminatas estimulantes son aliados fundamentales.
Cuando el caso es severo, puede ser necesario recurrir a la medicación. “Los ansiolíticos pueden ayudar a reducir los niveles de estrés mientras se trabaja en la modificación de conducta. Pero siempre deben ser indicados por un veterinario y nunca automedicados”, advirtió Teller. La profesional comentó que existen fármacos seguros y eficaces, pero que su uso debe ir acompañado de un plan de intervención conductual.
Por otra parte, el uso de cámaras para monitorear al animal durante la ausencia del tutor puede ser una herramienta útil para evaluar la evolución del tratamiento. Así, se pueden detectar mejoras o retrocesos y ajustar el plan según sea necesario. Además, algunas aplicaciones permiten emitir mensajes de voz o activar dispensadores automáticos de premios, lo cual puede brindar un efecto calmante.
Antes de recurrir a las herramientas para disminuir la ansiedad, es importante promover una buena socialización desde cachorro, ofrecer rutinas estables, fomentar la independencia y evitar la sobreprotección excesiva pueden reducir significativamente las probabilidades de que se desarrolle este trastorno. “Amar a un animal también es enseñarle a estar solo sin sufrir. No es desapego, es equilibrio emocional”, concluyó Liquindoli.