Ocho definiciones de Beatriz Sarlo sobre cómo revolucionó nuestra manera de entender la literatura argentina

La escritora, ensayista e intelectual transformó la carrera de Letras. Sobre el cierre de la FED 2023, dialogó con Hinde Pomeraniec y Sylvia Saítta sobre aquellos años de Primavera Democrática y docencia.

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A sala llena, Sarlo protagonizó una de las charlas centrales de la Feria de Editores y recordó su paso por la Facultad de Filosofía y Letras, desde el arranque hasta el final. Crédito: Matías Moyano.
A sala llena, Sarlo protagonizó una de las charlas centrales de la Feria de Editores y recordó su paso por la Facultad de Filosofía y Letras, desde el arranque hasta el final. Crédito: Matías Moyano.

El nombre de la mesa que cerraba la exitosa Feria de Editores 2023 podría haber llamado a confusión. “1984″, cómo el título de la novela de George Orwell acerca de un mundo atravesado por el totalitarismo. Pero no. Nada que ver. Por el contrario, la alusión a 1984 era luminosa. Se trataba de una mesa que convocaría a Beatriz Sarlo y Sylvia Saítta, entrevistadas por Hinde Pomeraniec, para que el espíritu de la primavera democrática, que en 1984 llegó a la academia mediante la modificación de los planes de estudio una vez acabada la dictadura, reverbere en la sala de conferencias llena y con asistentes que presenciaron la charla de pie.

En realidad, las tres participantes de la mesa protagonizaron esos tiempos. Pomeraniec y Saítta como alumnas de la carrera de Letras que luego formarían parte de la Cátedra de Literatura Argentina del Siglo XX, dirigida por Sarlo -que fue el centro de las intervenciones en el panel (incluso, Pomeraniec participó de los talleres privados que Sarlo coordinaba durante la dictadura).

La excusa fue el libro Clases de literatura argentina (Siglo XXI), con selección y edición de Saítta, que recoge las desgrabaciones -debidamente acondicionadas a partir de los originales de aquella época- de cómo enseñaba Sarlo a los autores que conformarían el canon (sí, el famoso canon) de la academia. Como toda la transición democrática, en los pasillos de la Facultad de Filosofía y Letras se vivía un clima fervoroso.

A continuación algunas de las intervenciones que se pronunciaron en la mesa frente a una audiencia muy atenta.

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Una bestia en el jardín

Enrique Pezzoni nos convocó a David Viñas y a mí y nos dijo: ‘Acá tienen Literatura Argentina. Ustedes elijan cuál da siglo XIX y cuál siglo XX’”, recordó Sarlo. “Yo sabía que David no iba a elegir ni loco el siglo XX. Me dijo: ‘Elegí lo que vos quieras, mi queridita’. Entonces yo le dije: ‘Bueno, vos agarrás XIX y yo XX’. E hicimos así. La gente que vinimos a reemplazar tenía 30 años en esas cátedras. Me sentía vista como una bestia que viene al jardín a destrozarlo”.

Temperamento de izquierda

“Él no me invitó a pasar al aula: Pezzoni me mandó de un empujón. Había sido y era director de la revista Sur, que había fundado Victoria Ocampo. Enrique Pezzoni me había invitado a escribir en la revista, pero le dije que no, que yo era una persona de izquierda. Yo leía Sur, subrayaba Sur y Jaime Rest me había regalado su colección de la revista. Creo que la democracia ayudó a que las personas de izquierda y de la izquierda dura maticen esos temperamentos”, contó Sarlo.

Una idea audaz, ¿y mersa?

-¿Cómo fue armar ese primer programa de la cátedra? -preguntó Pomeraniec a Sarlo.

-¡No tengo la menor idea! María Teresa Gramuglio se concentró en Saer, yo me metí en la parte histórica. Pero me faltaba recorrido. Yo me formé dando esas clases. Estudiaba todas las mañanas. El único al que había leído todo era Borges. Los grupos de “la universidad de las catacumbas”, como le dicen aunque es un nombre que me parece mersa, eran de teoría. Yo estaba capturada por el formalismo ruso. Y daba eso. Junto a los franceses. Mirá, un día se me ocurrió llamar a Roland Barthes. Y lo llamé. Me contestó muy amablemente, a la francesa; le dije que lo invitaba a venir a la Argentina y, otra vez muy amablemente, me dijo que no tenía tiempo. Tampoco sé lo cómo hubiera pagado el pasaje.

Inspiraciones para leer y escribir

“Trabajé con Raymond Williams en la cabeza todo el tiempo. Mi intención al pensar el programa de la cátedra era que se conjugue con el concepto de una historia social y cultural. También tenía un amante, además de Williams, que era Roland Barthes, que tenía esa lectura refinadísima y que siempre quise imitar pero nunca pude. Una vez en Londres fui y toqué el timbre en la casa de Williams. Me atendió y me hizo pasar. Lo primero que hizo fue llamar a su mujer para que fuera a la casa pronto. Al llegar, le dijo: ‘Mirá el color que tiene’. Yo venía del verano porteño. Fue una conversación encantadora. Después nos vimos otras veces más”, recordó la autora de Clases de literatura argentina.

Sarlo dialogó con Hinde Pomeraniec y Sylvia Saítta. Crédito: Matías Moyano.
Sarlo dialogó con Hinde Pomeraniec y Sylvia Saítta. Crédito: Matías Moyano.

Todas las voces de Sarlo

“Antes de editar las clases me puse a leer cómo se habían editado clases desde los cursos de Pezzoni a los seminarios de Lacan. En Argentina es una tradición muy breve. Me puse unas reglas. No repetir la estructura del programa. No publicar temas sobre los que Sarlo ya había escrito. La cuestión de la voz era central. Es una voz diferente la de Sarlo en sus clases que la de los libros, que es otra en sus artículos periodísticos”, contó Saítta, y siguió:Esa reconstrucción de la voz fue lo que más me preocupó durante la edición de las clases. Trabajaba en esos textos todos los días durante la pandemia hasta que comencé a escuchar la voz de Sarlo. Eso hizo que volviera a mis 20 años, volví a escuchar sus latiguillos. En las desgrabaciones de aquella época no está esa voz. No sé si logré capturarla, pero esa era la intención”.

Adelantada a su tiempo

“Al leer las desgrabaciones me encontré con cuestiones que parecerían inverosímiles, de no haber sucedido –recuerda Saítta–. Cuando Sarlo lee a Rodolfo Walsh en Operación Masacre toma la cuestión del silenciamiento de Enriqueta Muñiz como la otra investigadora en el caso. Allí dice Sarlo que debería haber usado una forma de nombrar a ambos que la lengua no permitía, ya que ‘nosotres’ hubiera sido la mejor acepción para conjugar las dos figuras en una primera persona del plural. ¡Era el lenguaje inclusivo! Le envié un mail a Beatriz contándole lo que había descubierto y me dijo que no era cierto: ‘Lo estás inventando para hacer más atractivo al libro’. Pero era verdad”.

Una bomba llamada Soriano

“Voy a tirar una bomba –anunció Pomeraniec–: Soriano”. Y contó cómo le había tocado organizar un encuentro del Centro de Estudiantes de la Facultad para el que se invitó a Osvaldo Soriano. Había 300 personas esperándolo. Pomeraniec contó que, cuando llegó a la facultad, Soriano estaba muy nervioso. “Y muchos años después dijo que había sido maltratado”, dijo Pomeraniec. “Y eso quedó”.

Luego, esa caracterización de Soriano fue retomada por Guillermo Saccomanno en Página/12. Saítta contó: “Yo dije en Berlín, frente a Bayer que estaba repitiendo el mito, que ese maltrato no sucedió y que, además, la cátedra de Sarlo no había invitado a Soriano, sino el Centro de Estudiantes. ’¿Usted me está diciendo que mi amigo me mintió?’, me dijo Bayer. ‘No sé si mintió, son desencuentros, miradas diferentes que pueden suceder’, le dije. Pero Bayer insistía, casi gritando: ‘¿usted dice que mi amigo me mintió?’”. Pomeraniec agregó: “De todas maneras, se puede rastrear de dónde surge: Soriano dijo eso en la revista La Maga en una entrevista de Carlos Ares”. Luego, preguntó a Sarlo: “Beatriz, ¿vos leíste a Soriano?”.

Osvaldo Soriano y Beatriz Sarlo, atravesado por una polémica.
Osvaldo Soriano y Beatriz Sarlo, atravesado por una polémica.

“Debo haber leído dos o tres libros. ¿Hay que leer a todos los escritores? Creo que no -respondió ella-. Por supuesto que hay autores que no leí. Si no, la literatura no sería un hecho estético. Con Federico Monjeau charlamos mucho sobre este tema. Él decía: ‘No es toda la música para alguien, no es toda la literatura para alguien’. Para dar una buena clase tenés que pasar una semana con ese autor. Se eligen los autores también por el gusto”.

El final

–¿Cómo fue que decidiste dejar de dar clases en la facultad? –preguntó Pomeraniec.

–Básicamente fue un factor. Me di cuenta de que iba a cumplir veinte años dando clases. Y nunca había estado con un hombre durante veinte años, ni estado en la misma casa veinte años ni tampoco había militado en un mismo partido político veinte años.También debía ocurrir con dar clases en Letras. Si debo buscar una causa a la decisión de dejar de dar clases se debe a mi falta de continuidad.

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