Una novela se inspira en el (supuesto) romance secreto dentro de One Direction

“Si nos descubren”, de Sophie Gonzales y Cale Dietrich, se basa en el amor prohibido que las fanáticas de la “boy band” británica dicen que existe entre Harry Styles y Louis Tomlinson. ¿Cómo asumir una relación cuando implica tirar por la borda tu carrera? ¿Vale la pena perder todo por amor?

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Miles de fanáticas y fanáticos de la banda británica One Direction afirman la existencia de un romance secreto entre dos de sus integrantes, Harry Styles y Louis Tomlinson. "Si nos descubren" parte de ese supuesto amor prohibido para contar una historia sobre las exigencias de la fama.
Miles de fanáticas y fanáticos de la banda británica One Direction afirman la existencia de un romance secreto entre dos de sus integrantes, Harry Styles y Louis Tomlinson. "Si nos descubren" parte de ese supuesto amor prohibido para contar una historia sobre las exigencias de la fama.

Hoy en día, fanáticas y fanáticos de las boy bands -grupos musicales compuestos únicamente por hombres jóvenes- suelen buscar parejas, matchs o relaciones prohibidas entre sus integrantes, lo que en internet se conoce como shippeo. El caso más más comentado de los últimos años es el de Harry Styles y Louis Tomlinson, miembros de la ya separada banda One Direction, de cuyo romance siempre sospecharon sus fans.

Esta supuesta historia de amor prohibido ha inspirado miles y miles de fanfics, nombre con el que se conoce a las ficciones creadas por y para fans publicadas en internet. Pero también sirvió como punto de partida para el libro Si nos descubren, de Sophie Gonzales y Cale Dietrich. Editada por V&R, esta novela cuenta la historia de Zach y Ruben, integrantes de la exitosa boy band Saturday, cuya amistad, a medida que avanza la trama, empieza a tender hacia lo romántico.

Entre las restricciones de los mánagers, el control de la discográfica y el escrutinio constante del público, Ruben siente que no puede vivir su sexualidad libremente, lo que lo lleva a ocultar sus verdaderos sentimientos. Zach, que conoce de primera mano los avatares de la fama y la exposición, decide ayudar a su amigo a sobrellevar la situación.

Pero esa amistad tan cercana terminará por transformarse en un romance que, aunque ellos no teman sacar a la luz, saben todo lo que implicaría dar a conocer su relación. ¿Qué pasa Si se descubre? Perderán a sus representantes, decepcionarán a sus fans y ese podría ser el fin de Saturday y su carrera. Así, Ruben y Zach deberán enfrentarse a una disyuntiva: ¿Vale la pena perder todo por amor?

Así empieza “Si nos descubren”

Portada de "Si nos descubren", de Sophie Gonzales y Cale Dietrich, editada por V&R.
Portada de "Si nos descubren", de Sophie Gonzales y Cale Dietrich, editada por V&R.

Estar a punto de caer hacia mi muerte frente a un estadio lleno de personas eufóricas tiene que ser una señal, entre una infinidad de señales, de que necesito dormir más.

Estamos dando nuestro último concierto en Estados Unidos de nuestra gira Months by Years cuando pasa. Estoy casi a cuatro metros sobre el escenario en una plataforma iluminada que simula ser la silueta de varios edificios. Llegó ese momento en que nos sentamos al borde para nuestra última canción, “His, Yours, Ours”, pero en lugar de bajar con cuidado, doy un paso en falso, demasiado hacia adelante, y empiezo a caer.

A solo segundos de caer por el aire, una mano me sujeta con firmeza por el hombro. Zach Knight, uno de los otros tres miembros de Saturday. Sus ojos cafés se abren apenas un poco, pero, en general, mantiene la compostura. Aquí no pasó nada.

No puedo darme el lujo de parar y agradecerle, debido a que el humo del escenario, que supuestamente representa las nubes o la contaminación de la ciudad (nunca lo supe con certeza), nos envuelve mientras los primeros acordes de la canción empiezan a sonar. Zach mantiene su mano sobre mi hombro mientras canta, como si todo fuera parte de la coreografía, y yo controlo por completo mi pose de desequilibrio. Al menos, por fuera.

Después de veintisiete shows y medio consecutivos en lo que va del año, esta no es precisamente la primera vez que uno de nosotros tiene que cubrir un error en la coreografía. Pero sí es la primera vez que uno de esos errores casi me hace caer desde cuatro metros de altura hasta el suelo. Incluso creo que mi corazón nunca latió tan fuerte en el pasado, pero somos un espectáculo.

Y quiero aclarar algo: nosotros no damos un espectáculo, nosotros somos el espectáculo. Y no es algo que se escriba en dos minutos luego de tanto esfuerzo.

Es un concierto suave y controlado, y así es como tiene que mantenerse.

Cuando Zach termina de cantar su parte, me aprieta levemente el hombro (el único gesto que recibirá todo este asunto por ahora) y baja su mano, mientras Jon Braxton empieza con su verso. Jon siempre tiene la mayor cantidad de partes solo. Supongo que eso es lo que pasa cuando tu papá también es el mánager de la banda. Si bien no tenemos un líder, está más que claro que, si lo tuviéramos, esa persona sería Jon.

Eso, claro, para el público.

Cale Dietrich y Sophie Gonzales escribieron "Si nos descubren" en conjunto.
Cale Dietrich y Sophie Gonzales escribieron "Si nos descubren" en conjunto.

Para cuando Jon termina y llega mi turno de cantar el puente, mi respiración está más o menos firme otra vez. Aunque tampoco importa demasiado. En cada canción, sin falta, me dan las partes más simples, sin ninguna nota alta a la vista. Honestamente, incluso podría cantarlas con un soquete en la boca. No les importa mucho que tenga el registro más alto de los cuatro. Por razones que nunca se molestarán en explicarme, ellos prefieren que cante bastante tranquilo. Y por “ellos” me refiero a nuestro equipo de producción y, en menor medida, al sello discográfico: Chorus Producciones y Galactic Records.

Y Dios no permita que me salga de esos límites tan opresivos, agregando algún arreglo o algún cambio de velocidad. Tenemos que sonar igual al disco. Ensayados, empaquetados y bien presentados.

Aun así, más allá de las inhibiciones vocales, la multitud parece enloquecer cuando canto. Los flashes enceguecedores de las cámaras en el vasto espacio que ocupa la multitud se vuelven frenéticos, las cientos de barritas de colores se sacuden con mayor abandono y los innumerables carteles que con la frase CÁSATE CONMIGO, RUBEN MONTEZ se elevan cada vez más alto entre el público. Estoy seguro de que solo es mi percepción, pero cuando canto solo, todo parece encajar en su lugar.

Solo somos yo y la multitud vibrando en la misma frecuencia.

En este mismo instante, si pudiera quedarme aquí parado para siempre, cantando lo mismo, la misma línea segura una y otra vez, escuchando los mismos gritos, viendo los mismos carteles, la eternidad se sentiría solo como un momento en el tiempo.

Luego, cuando Angel Phan toma el protagónico con su voz ronca y airosa momentos antes del estribillo, la música se calma hasta no ser más que un susurro y el escenario queda envuelto en una oscuridad total. Tal como lo hicimos una docena de veces antes, nos levantamos al mismo tiempo y nos quedamos quietos sobre unas cruces que brillan en la oscuridad en el suelo a medida que la plataforma desciende hacia el escenario. Ni bien me bajo de ella y mis pies vuelven a tocar tierra firme, me relajo.

Pero no dura mucho. De pronto, cientos de láser atraviesan la oscuridad cuando estalla el instrumental del estribillo con su cambio de velocidad. Nos iluminan a nosotros y al público con luces verdes y azules fluorescentes que se cruzan por todo el lugar, y entonces empezamos el estribillo un poco encandilados.

En la que considero que es una broma cruel, la última canción tiene la coreografía más demandante de toda la noche y se espera que la hagamos mientras mantenemos una armonía perfecta con nuestras voces. Antes de la gira ya estaba en forma, pero de todos modos tuve que cantar en la cinta de correr durante dos semanas el año pasado para desarrollar la capacidad pulmonar necesaria para poder hacerla.

Sin embargo, hacemos que se vea fácil. Nos conocemos hasta los huesos. Incluso aunque no los esté mirando, sé lo que están haciendo.

La escritora australiana Sophie Gonzales ya había publicado el libro de literatura juvenil "La teoría de lo perfecto".
La escritora australiana Sophie Gonzales ya había publicado el libro de literatura juvenil "La teoría de lo perfecto".

Zach mantiene su expresión seria, incluso después de todos estos años se sigue poniendo nervioso durante la parte más intensa de la coreografía y activa su modo de concentración absoluta.

Jon cierra los ojos en la mitad del estribillo, su papá siempre lo regaña por eso, pero no puede evitar perderse en la emoción.

Y en cuanto a Angel, apuesto todo lo que tengo a que se está comiendo al público con los ojos, a lo que le agrega un poco de movimiento pélvico y algunas patadas al final de cada paso, aunque no tenga permitido hacerlo. Nuestra coreógrafa, Valeria, siempre le llama la atención por eso en nuestras reuniones después del concierto. “Estás llamando demasiado la atención”, dice. Pero todos sabemos que el verdadero problema es que nuestro equipo de producción se pasó dos años moldeando su identidad para que se viera como el chico inocente y virgen que las chicas querrían presentarles a sus familias, cuando eso no puede estar más alejado de la realidad.

Al finalizar el estribillo, pasamos a nuestra próxima posición y miro por un instante a Zach. Tiene su cabello castaño aplastado sobre su frente por la transpiración. Tanto Zach como yo llevamos chaquetas, una aviadora para mí y una de cuero para él. Déjenme decirles una cosa, con las luces que nos iluminan desde arriba, el humo que impregna todo el aire a nuestro alrededor y el calor de la multitud en un estadio cerrado, hace casi cuarenta grados aquí arriba, en el mejor de los casos. Es un milagro que todavía no hayamos sufrido un golpe de calor en el escenario.

Zach me mira y me esboza una leve sonrisa antes de darle la espalda al público. En ese momento, me doy cuenta de que lo estoy mirando demasiado, por lo que enseguida aparto la vista. En mi defensa, nuestra estilista y maquilladora, Penny, una mujer curvilínea en la mitad de sus veintes, le pidió que se dejara crecer el cabello para esta gira, de modo que ahora lo tiene en el largo ideal que grita sexo cuando está mojado con transpiración. Quiero aclarar que solo estoy señalando algo que la mayoría de la gente sabe. De hecho, el único que no parece notar lo bien que se ve es él mismo.

Pongo la mente en blanco y me dejo llevar por la música como si estuviera en piloto automático, girando y saltando en un baile que mi cuerpo sabe de memoria. La canción termina, las luces se atenúan y adquieren un tinte anaranjado y amarillo, y nosotros nos quedamos congelados en el lugar, respirando con dificultad, a medida que la multitud se pone de pie. Zach aprovecha el momento para quitarse de la frente su cabello mojado con un movimiento de su cabeza que deja su cuello a la vista.

Mierda. Lo estoy mirando otra vez.

Quién es Sophie Gonzales

♦ Nació en Whyalla, Australia, en 1992.

♦ Es psicóloga y escritora de ficción queer contemporánea y juvenil.

♦ Escribió libros como La teoría de lo perfecto y Si nos descubren.

Quién es Cale Dietrich

♦ Vive en Brisbane, Australia.

♦ Es un escritor reconocido por enfocarse en literatura juvenil y queer.

♦ Escribió libros como The love interest y Si nos descubren.

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