Un Atlético irreductible tumba al Inter y se regala los cuartos de Champions

Los de Simeone eliminan a un equipo invencible en lo que iba de 2024 tras los goles de Griezmann, Memphis y una tanda de penaltis que viste a Oblak de héroe

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Los jugadores del Atlético celebran el pase a cuartos de final (REUTERS).
Los jugadores del Atlético celebran el pase a cuartos de final (REUTERS).

Lo que pasa en el Metropolitano se queda en el Metropolitano. No tiene explicación. La parapsicología -ciencia que estudia aquellos fenómenos que no pueden ser explicados por las ciencias convencionales- entraría en colapso si tuviera que analizar lo que ocurre en el feudo rojiblanco. Probablemente ni sus propios inquilinos sepan qué esconden sus paredes que tanta incidencia tienen en su juego, capaz de mutar cada siete días. Cuando nadie se lo esperaba, cuando parecía todo perdido, con la herida de Cádiz aún abierta y supurando, ahí se volvió a asomar el equipo de Simeone con una venda en forma de clasificación a cuartos de final de Champions. Séptima vez que el técnico argentino mete a los colchoneros entre los ocho mejores equipos del Viejo Continente.

Ante un rival, el Inter, había ganado absolutamente todos sus partidos en lo que va de 2024, y un estadio, el Metropolitano, que sabía desde antes de empezar el partido que “la gloria se consigue luchando”. El lema que dormía en las paredes del difunto Vicente Calderón, auguraba el guion del partido en el feudo colchonero que acabó a oscuras, sin luz, iluminados por los flashes de sus aficionados que nunca dejaron de creer. No lo hicieron cuando Dimarco puso cuesta arriba la eliminatoria, ni después de que el palo escupiera el disparo de Memphis con su equipo necesitando un gol para seguir con vida, tampoco tras el disparo alto de Riquelme que hubiera evitado llegar a la prórroga y menos durante una tanda de penaltis en la que Oblak se hizo gigante.

Con todo ante todos

Los cuartos pasaron por sus guantes, pero habían estado antes en la pierna derecha de Riquelme, uno de los que marca en la tanda por cierto. El balón que le había puesto Griezmann tenía que ser gol. El partido estaba en la prolongación y aquello suponía la eliminatoria. Pero la Champions siempre encuentra una manera nueva de burlar a este equipo. Y el canterano la pegó cuando sólo tenía que acompañarla. Se le fue alta y el partido se marchó a una prórroga en la que el Atlético ya no podía y el Inter no quiso, o no pudo. El vigente subcampeón de Europa y líder destacado -16 puntos sobre el Milan- de la Serie A, abdicó en el Metropolitano. O mejor dicho, le obligaron a abdicar.

Los jugadores del Atlético celebran el pase a cuartos de final (REUTERS).
Los jugadores del Atlético celebran el pase a cuartos de final (REUTERS).

“Este año sí”, se leía en un fondo del estadio que rugía mientras los dos equipos salían ahí donde la luz de la cubierta caía en vertical y Griezmann daba saltitos, deseando que los acordes del himno de la Champions dejaran de escucharse para certificar su vuelta. Y vaya vuelta. El francés aceleraba cuando tenía que acelerar, ralentizaba cuando la jugada lo requería, haciéndolo en corto o en largo, según las necesidades de su equipo. Sin florituras, fútbol efectivo. Sin embargo, fue Morata el que desató las hostilidades, aunque lamentablemente lo hiciera de cara a su propia portería. Una pérdida absurda del ariete provocó el primer despliegue del Inter que desembocó en la primera parada de Oblak, que nada pudo hacer para evitar posteriormente el gol de Dimarco tras una gran triangulación con Bastoni y Barella.

El Cholismo es sufrimiento

Tortazo. Golpe derecho al mentón. Todo lo remado parecía en vano. Pero no dio tiempo a lamentos rojiblancos cuando la sombra de Griezmann tenía los brazos levantados. Se equivocó Bastoni en el área para que el francés primero disparara y después preguntara. La respuesta la dio el VAR: era gol legal. De nuevo a un tanto de la prórroga. El paso por la caseta trajo un acoso sin derribo. El Atlético empujaba, pero el Inter defendía cómodo. Son italianos. El esfuerzo colchonero era encomiable, pero el reloj corría veloz y la eliminatoria entraba en una fase en la que conviene marcar sin merecer antes que reunir merecimientos y errar. Un minuto más era un minuto menos.

Simeone celebra el pase a cuartos de final (REUTERS).
Simeone celebra el pase a cuartos de final (REUTERS).

Griezmann no acertó en la que le puso Llorente a la pierna derecha. Y Morata falló la jugada que pedía a gritos que dejara pasar la pelota para que Antoine, completamente solo, empujara a placer. Simeone agitó la coctelera, tarde, pero la mezcla fue explosiva. Memphis sustituyó a Morata y Correa hizo lo propio con De Paul, ambos leyeron el partido de maravilla. Antes de que los dos hicieran de las suyas, Thuram y Lautaro recordaban que el Inter tenía pulso. El francés se plantó mano a mano con Oblak, pero su disparo casi deja un foco sin luz, mientras que el cabezazo del argentino se marchó lamiendo la madera. El turno de réplica volvía a ser rojiblanco. Memphis al palo, Riquelme alto… Simeone se lamentaba tumbado desde el suelo, hasta que el gol del neerlandés tras el pase filtrado por Koke le levantó.

Aunque el transcurso de la prórroga, la Champions pintaba en bastos para el Atlético. Más cuando la tanda de penaltis respondía afirmativamente a la convocatoria. A Oblak se le pasó por la cabeza una ciudad y un estadio, precisamente el del Inter. Pero no era la noche. No en el fortín del Metropolitano. Aumentó unos centímetros su casi metro noventa para tapar los disparos de Alexis Sánchez y Klaassen. Lautaro la mandó alto y el Atlético lo volvía a hacer. Otra vez cuando nadie lo esperaba, como contra el Bayern de Guardiola, el Liverpool de Klopp, el Chelsea de Mourinho o el Barcelona de Messi. El Inter invencible de Inzaghi escribe su nombre junto a los mencionados en el libro de las obras de arte del Atlético y de Simeone.

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