La mudanza de una familia de Cullera a Allepuz (Teruel): “Veníamos buscando una vida de tranquilidad en un sitio en el que conociéramos a todo el mundo”

Eli, su marido y sus hijos comenzaron hace ocho años una nueva vida en el pueblo turolense, donde regentan el único bar

Guardar
Vista de una de las
Vista de una de las calles de Allepuz. (Captura de Google Mpas)

La perdida de población de la llamada España vaciada se traduce en un abandono de los servicios públicos, y también de los privados, por el cierre de comercios. Las industrias cierran y se trasladan a otros lugares y, con ellas, las personas a las que daban trabajo y que mantenían vivos pueblos y ciudades. Es un bucle que se retroalimenta con cada comercio que cierra y cada familia que se muda.

El impacto de la llamada España vaciada no se limita a las áreas rurales. Las grandes ciudades y sus áreas metropolitanas también sufren las consecuencias de este éxodo, ya que la llegada masiva de nuevos residentes genera una presión insostenible sobre los servicios públicos y dispara la demanda de vivienda. Como resultado, los precios de los inmuebles se incrementan en un mercado ya marcado por la escasez de oferta, lo que deteriora la calidad de vida de los habitantes urbanos.

Este escenario, que se gestó hace décadas con el inicio del éxodo rural y que apenas ha recibido respuestas políticas por parte del Gobierno central, como critican partidos como Teruel Existe, Soria Ya o Jaén Merece Más, se ha vuelto cada vez más complejo. No obstante, persiste un flujo de personas que, desilusionadas con la vida en las grandes ciudades, deciden regresar a entornos rurales en busca de una vida más barata pero también más tranquila.

El viaje de Eli de Cullera hasta Allepuz

Un ejemplo de este retorno lo protagonizan Eli y su familia, quienes hace ocho años dejaron atrás su vida en Cullera (Valencia), para instalarse en Allepuz, un pequeño municipio de Teruel. La familia, compuesta por Eli, su marido y sus cinco hijos, asumió la gestión del único bar del pueblo y cree que ganó con el cambio. “Veníamos buscando un poquito este tipo de vida, una vida de tranquilidad y en un sitio en el que conociéramos a todo el mundo, entonces cumplimos las expectativas y aquí seguimos”, explica Eli en una entrevista recogida por La Linterna de COPE.

La decisión de mudarse a un entorno donde apenas existían servicios fue arriesgada, pero Eli sostiene que fue la mejor elección que pudo haber hecho. Ocuparse del bar en un pueblo aislado le ha proporcionado numerosas satisfacciones, entre ellas la cercanía con los vecinos. “Es el centro de reunión de todo el pueblo, todas las mañanas todo el mundo baja por el pan, porque no hay panadería en el pueblo, no hay tienda”, añade. La rutina diaria se ha transformado en un punto de encuentro: “A la hora del pan todo el mundo va al bar a tomar el café o almorzar, y acaba siendo donde te enteras de todo lo que pasa en el pueblo”.

La experiencia de Eli no es un caso aislado. Cada vez más personas optan por instalarse en localidades casi deshabitadas, apostando por la revitalización de la España vaciada. Esta tendencia es precisamente la que desean fomentar los habitantes de Horcajo de la Ribera, en la sierra de Gredos, quienes buscan que alguien se anime a abrir y gestionar el único bar del pueblo, un espacio que consideran esencial para la vida social de la comunidad.