Ali Eastburn, madre estadounidense de 58 años residente en Nashville (Tennessee), vivió una auténtica pesadilla a raíz de tomar Ozempic, un fármaco inicialmente indicado para tratar la diabetes tipo 2, pero que en los últimos años se ha popularizado como tratamiento para la pérdida de peso.
Eastburn, entrevistada por el Daily Mail, relató que llevaba años luchando contra el aumento de peso tras la menopausia. “Mi metabolismo cambió completamente y ya había probado de todo para perder peso”, aseguró. Preocupada por su aspecto en las fotos de la boda de su hijo Chase, prevista para el mes de julio, pidió ayuda médica. En abril, su médico le recetó Ozempic.
Este fármaco, cuyo principio activo es la semaglutida, actúa sobre la sensación de saciedad. Aunque solo está aprobado formalmente por la FDA (Administración de Alimentos y Medicamentos de EE. UU.) para personas con diabetes tipo 2, se ha convertido en una opción popular para la pérdida de peso. Sus efectos, según asegura el fabricante Novo Nordisk a People, han sido “extensamente demostrados” con más de 33 millones de años-paciente de experiencia. Además, sostienen que aporta mejoras en resultados cardiovasculares y tiene un perfil de beneficio-riesgo favorable si se usa según las indicaciones.
Un aparente milagro… hasta que dejó de serlo
“Al principio parecía un milagro. El peso empezaba a bajar rápidamente”, dijo Eastburn. En apenas tres meses, perdió unos 7 kilos (15 libras). “Me sentía mejor y pensé que aún había esperanza”, añadió. Pero al estancarse su pérdida de peso, decidió aumentar la dosis por su cuenta para alcanzar su objetivo: adelgazar unos 9 kilos en total.
La mujer no aclaró si consultó a su médico antes de modificar la dosis. Sin embargo, la FDA ya había advertido en 2024 que tomar más de la cantidad recomendada de semaglutida podía provocar efectos secundarios graves como náuseas, vómitos, dolor abdominal, deshidratación, pancreatitis aguda o cálculos biliares.
Eastburn empezó a notar efectos adversos casi de inmediato: náuseas incontrolables, ardor estomacal intenso y falta total de apetito o ganas de beber. “Estaba tan enferma como nunca en mi vida”, confesó. Llegó a visitar urgencias dos veces, aquejada de diarrea violenta y arcadas constantes.
Aun así, el 15 de julio voló a California para asistir a la boda. Durante el vuelo se sintió tan mal que fue trasladada en ambulancia directamente desde el aeropuerto al hospital, donde le diagnosticaron una apendicitis aguda con perforación.
“Pensábamos que no llegaría a la boda”
Según la Clínica Cleveland, la apendicitis perforada es una urgencia médica grave que puede derivar en infecciones sistémicas potencialmente mortales. Eastburn pasó cuatro días ingresada, perdiéndose la cena de ensayo. “Lloré sin parar porque sentía que era mi culpa. Lo hice por vanidad y me perdí momentos irrecuperables”, lamentó.
Finalmente, logró acudir a la ceremonia “en el último minuto”. “Tenía tanto dolor que apenas podía sentarme, y caminar era casi imposible. Pero cuando mi hijo me vio sentada en la primera fila, vino corriendo y me abrazó entre lágrimas. Fue muy emotivo”, relató.
Aunque logró bailar brevemente con su hijo, reconoció que apenas podía mantenerse en pie. “Mi estómago estaba hinchadísimo. Pero mi peso fue lo último en lo que pensé. Solo quería estar viva y presente”.
Eastburn asegura que la medicación fue la causa directa de su apendicitis, aunque por el momento no existe una relación científica demostrada entre la semaglutida y esta afección. Algunos estudios de caso han apuntado una posible asociación, pero no hay evidencias concluyentes.
“Jamás volveré a poner en peligro mi salud por adelgazar”, dijo Eastburn, quien ahora lanza un mensaje de advertencia: “Pensadlo dos veces antes de usar un medicamento GLP-1. A mí casi me mata. Si queréis a vuestra familia, pensad en lo que sería para ellos vivir sin vosotros. Estar delgado no vale tanto”.