El gremio artístico es una montaña rusa. Un día estás arriba, al siguiente disfrutas de la estabilidad proporcionada por los frutos sembrados (y recogidos) y, más tarde, todo parece haber sido un espejismo. La actriz Mónica Cervera, nominada a un Premio Goya en la categoría de ‘Mejor actriz revelación’ por su participación en el largometraje Crimen Ferpecto (2004), cinta dirigida por Álex de la Iglesia, declaró a sus 48 años que no quiere volver a oír hablar del cine o de la televisión.
Su vida ha dado un giro drástico desde aquella nominación, pues en la actualidad vive en la indigencia, según ha contado en exclusiva la revista Lecturas, que ha podido hablar con la actriz en Málaga. Mónica se encuentra sin un hogar y vive en la calle, en un banco de la ciudad de Marbella, específicamente, en una situación de vulnerabilidad. Lejos queda, para ella, la época de los galardones y de las alfombras rojas.
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“No quiero que me nombren la palabra televisión ni cine”, ha declarado Cervera en exclusiva a la revista. Además, y pese al drama al que se enfrenta, ha querido dejar claro que no necesita “nada de nadie”. “Estuve ahí en su día, pero no quiero volver nunca. Estoy bien como estoy, no quiero hablar de ese pasado”, añade sobre el gremio artístico.
La intérprete no quiere que, con las declaraciones vertidas a Lecturas, la gente comience a intentar cambiar su coyuntura. “Me tienen que respetar. Quiero que me dejen en paz y vivir como yo he elegido vivir”, anuncia contundente. Eso sí, quiere poner de manifiesto la inestabilidad de un mundo en el que los altos y los bajos están mucho más pronunciados. “Lo único que quiero ahora es que Bienestar Social, con los que tengo cita el 25 de enero, me den una estabilidad”, cuenta la actriz, que a raíz de su entrevista ha querido arrojar luz sobre la realidad a la que se enfrentan muchos artistas una vez que se apagan las cámaras.
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No ha sido la única. Otros grandes perfiles del mundo cultural también han tenido que pasar malos tragos financieros que, en el mejor de los casos, se han podido solventar. Problemas con Hacienda, demasiados bienes e inmuebles que han tenido que vender para poder seguir adelante o, simplemente, malos compañeros de vida y de finanzas que han terminado llevándoles a la ruina.
Quique San Francisco
El actor, fallecido en marzo de 2021, vivió un éxito tempranero que terminó comiéndole por dentro y por fuera. La adicción a las drogas fue el trampolín de su miseria, a la que se unió su fervor por las mujeres. El que fuera pareja de Rosario Flores intentó reflotar en sus últimos años de carrera con algún que otro papel que pudiera pagarle las facturas, pero terminó perdiendo su casa un par de años antes de su muerte.
Josele Román
La que fuera una de las grandes actrices del destape ha acabado viviendo en Móstoles con una irrisoria pensión de 600 euros y más de 30 gatos. Tuvo su debut junto a Paco Martínez Soria en Don Erre que Erre (1970), pero en 2019 anunció que estaba en la ruina. “Hay meses que no tengo ni para comer”, indicó. Sin hijos y sin pareja, la situación de Josele sólo empeoraba. “Este trabajo es como una montaña rusa ya que los directores y productores te llaman si les interesa. Si no es así, te olvidan. ¡Ya ves la pelota que le hacen a otros, como a Pepe Sacristán!”, aseguró entonces.
Sonia Martínez
La que fuera una de las presentadoras infantiles más conocidas de los años 80 gracias a programas como 3,2,1…contacto y Dabadabadá terminó en una espiral de autodestrucción a raíz de su aparición en Interviú. La publicación en la revista de unas imágenes de ella semidesnuda en una playa provocaron que Televisión Española prescindiera de ella. Por aquel entonces, la intromisión a la intimidad sí podía acabar con tu carrera. Esa decisión la llevó a sumergirse en el mundo de las drogas, concretamente con la heroína. Vivió en la calle, perdió la custodia de su única hija y falleció en 1994 a los 30 años a consecuencia del SIDA.
Lola Flores
‘La Faraona’ no tuvo un final tan trágico como los tres perfiles anteriores, pero sí un litigio contundente con Hacienda. No en vano, sumergida en problemas de deudas con el ente público, Lola Flores acuñó una de las muchas frases con legado propio: “Si una peseta diera cada español...”, entonó en el banquillo de los acusados tras la denuncia de que no había pagado 50 millones de pesetas entre 1982 y 1985. La cantante fue absuelta de los delitos que la Audiencia Provincial de Madrid le imputaba, pero el entonces ministro de Economía y Hacienda, Carlos Solchaga, recurrió la sentencia ante el Tribunal Supremo. En 1991, llegó la sentencia: Lola Flores quedaba libre de ir a la cárcel pero debía pagar de multa veintiocho millones de pesetas.
Nadiuska
De vivir del cine a acabar durmiendo en uno. Nadiuska, de nombre Roswicha Bertasha, fue uno de los grandes rostros del destape en la etapa de la Transición. Su felina mirada atrapaba y ganó millones a raudales. Sin embargo, las malas compañías, los consejos pobres y los perfiles que se quisieron aprovechar de su fama y su belleza acabaron con ella y con su carrera. Terminó con una gran depresión que desembocó en una esquizofrenia paranoide. A principios de los 2000 vivía en la calle, rebuscaba comida en los cartones y dormía entre cartones. Lo último que se supo de ella es que estaba internada en un centro psiquiátrico en Ciempozuelos.
Traumas superados
Otras actrices como Rossy de Palma o Carmen Maura también han tenido que lidiar con las vicisitudes económicas de la fama. Eso sí, han tenido finales más felices. En 2012, la primera confesó que tenía muchas complicaciones para pagar la hipoteca, algo completamente superado en la actualidad. La segunda, una de las ‘chichas Almodóvar’ más conocidas, cayó en la ruina en los años 90 después de que su expareja, Antonio Moreno Rubio, le dejara una deuda de 170 millones de pesetas (un poco más de un millón de euros).