Cómo superar el miedo al sexo: de la ansiedad de las primeras veces al trastorno por aversión

El sexólogo Rafael Ballester da las claves para afrontar este malestar: “No puede haber nada malo en aquello que provoca placer y que no daña a nadie”

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Sexo.  (Christin Klose/dpa)
Sexo. (Christin Klose/dpa)

El sexo es un tabú, uno que se ha ido rompiendo en las últimas décadas, pero que persiste. La idea que solemos tener es que es algo bueno, positivo y que cualquiera desea, pero no siempre es así. Hay personas a las que este aspecto de la vida les genera ansiedad, incluso, les produce rechazo o temor.

Existen muchas razones por las que el sexo produce miedo o repulsa. Rafael Ballester, catedrático de Psicología de la Salud y sexólogo, explica que hay distintos grados de intensidad de rechazo, desde la ansiedad, que es muy frecuente, hasta la aversión hacia el sexo, que no lo es tanto y que está motivada por causas muy diferentes. Este tipo de problemas se pueden tratar en terapia, ya sea solos o en pareja, aunque en ocasiones, la solución pasa por hacer un ejercicio de introspección y aprender sobre la propia sexualidad.

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Las primeras veces y los complejos

“La ansiedad es súper frecuente, a veces, simplemente, por desconocimiento, por ejemplo, es muy común en los adolescentes o los jóvenes cuando se inician las relaciones sexuales”, explica Ballester, que también es director del equipo de investigación y centro sanitario Salusex de la Universitat Jaume I, y añade que es normal y no tiene por qué ser desadaptativa. “Es algo nuevo que no conocen, es la primera vez que se abraza desnuda a otra persona y no se sabe muy bien qué es lo que se supone que se tiene que hacer”, comenta. Por eso, insiste en la importancia de la educación sexual “para saber cómo reaccionar, para conocer el cuerpo de la otra persona con la que vas a estar, para ser asertivo y no hacer lo que no quieres hacer, para entender que el consentimiento sexual es algo básico, tiene que ser manifiesto y para cada una de las prácticas que realizas y sea quien sea tu pareja”, porque, recuerda, “no vale eso de que no, como es mi novio o novia ya no hace falta, pues no, claro que hace falta”.

La ansiedad puede ser activada por causas más específicas, como el miedo al embarazo o a contraer una ITS (Infección de Transmisión Sexual) cuando no se utilizan métodos anticonceptivos y una persona tiene miedo a que esas sean las consecuencias de una relación. En este punto, el sexólogo habla de la importancia “conocer métodos anticonceptivos que te hagan estar seguro de lo que estás haciendo y que no tengas que estar pendiente de sí él controla o no controla la eyaculación”.

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Otra de las causas son los complejos físicos, que cada vez son más frecuentes entre la gente joven, y aquí lo principal es romper con esos miedos sobre la imagen que tenemos de nuestro cuerpo. “Vivimos una sociedad desde hace ya décadas, con mucha presión hacia lo estético. Hay chicos y chicas que son muy autoexigentes respecto al cuerpo que deberían tener” y es capaz de representar esos complejos porque están muy presentes en la sociedad: ”Como resulta que tengo los pechos muy pequeños, no voy a resultar atractiva, o el tema del tamaño del pene, que sigue siendo el complejo sexual por excelencia en los hombres de cualquier edad”.

“Tenemos que entender que todo el mundo tenemos derecho a disfrutar de nuestra sexualidad, tengamos el cuerpo que tengamos”, explica, y añade que “si tú no te sientes bien con tu propio cuerpo, no vas a disfrutar compartiéndolo con otra persona porque vas a estar pensando ‘mira, ahora se dará cuenta de que tengo celulitis. Ahora se dará cuenta de que tengo el pene pequeño’. Voy a estar padeciendo más que disfrutando”.

Ballesteros también incide en adquirir una educación en diversidad sexual. “El amor y la atracción no tienen fronteras y no hay nada malo, ni feo ni sucio en que te gusten las chicas siendo chica o los chicos siendo chico”, recuerda.

Malas experiencias que amargan el presente

Hay otros temores que tienen que ver con “ansiedad de ejecución”, que aparece asociada al recuerdo de una mala experiencia anterior mientras se mantenían relaciones sexuales. Por ejemplo, si has tenido un problema de erección en una relación y surge el temor de que vuelva a pasar o, en caso de las mujeres, si no lubrican. “Es la ansiedad anticipatoria respecto a que me vuelva a pasar lo que ya me pasó y que normalmente precipita lo que más temes, porque claro, cuanto más interés tienes en tener lubricación o tener una erección, menos la tienes”, señala Ballester.

En este punto, el experto asegura que “si tuviéramos toda esa educación sexual nos acercaríamos con mucha más tranquilidad al sexo y con menos ansiedad” y continúa con el mismo ejemplo: “Si un día estoy muy cansado y no tengo una erección, pues no pasa nada o no lubrico no pasa nada. Me relajo, descanso, y pues otro día tendremos”.

Una educación estricta contraria al sexo

Este temor también puede surgir fruto de una educación muy estricta contraria a la sexualidad. En muchas ocasiones, esto está vinculado a la religión. “La consecuencia de esto es que haya personas que asocian el sexo a algo sucio, algo feo, no cuando no tendría por qué serlo para nada”, cuenta el experto, que explica que en terapia intenta que los pacientes con este problema revisen sus creencias para que se den cuenta de que, en caso de que el problema este motivado por la religión, “puede ser creyente y al mismo disfrutar de su sexualidad”. “No puede haber nada malo en aquello que provoca placer y que no daña a nadie”, recuerda.

El trastorno por aversión al sexo

El sexólogo explica que cuando la sensación es de “fobia, rechazo, evitación, incluso, asco, normalmente ya estamos hablando de un trastorno por aversión al sexo”. Suele darse tras dos escenarios, el primero, es cuando “has estado con una pareja que tenía mucho más deseo sexual que tú, has intentado seguir el ritmo, llega un momento que te sacia y te produce aversión” o “cuando has estado con una pareja insensible, que no se ha dado cuenta de que a ti te apetecía menos, o tú no has tenido la asertividad suficiente para decir que no querías con la misma frecuencia”. El segundo escenario es tras algún tipo de abuso o agresión sexual, “digamos que has aprendido que el sexo puede ser un instrumento de sumisión, de humillación, de deja de ser algo positivo y bonito para pasar a ser algo, algo feo, algo sucio”. En estos casos, “se produce una verdadera fobia con su componente de evitación”, matiza.

Evitar las relaciones sexuales no significa tener esta aversión, puede estar dentro de normal, sobre todo si no estás de ánimo o tienes un problema. Sin embargo, cuando el rechazo va más allá y el sexo te repele, te genera mucha ansiedad, e incluso, te da asco, es que hay algo traumático asociado al acto en sí. En caso de que se produzca porque has estado teniendo una frecuencia o un tipo de prácticas sexuales que no deseabas, “hay que hacer un entrenamiento importante en asertividad sexual y, a veces, terapia de pareja también vale”, apunta Ballester.

En caso de que sea porque se ha producido una agresión sexual, normalmente, hay un trastorno por estrés postraumático. “Hay que trabajar todo el trauma y eso es más complejo”, apunta el sexólogo. Se trata de un proceso más largo y que requiere terapia, pero que acompaña a las mujeres que han sido víctimas y que necesitan ayudan a reencontrarse con esa parte de sí mismas.

Volver a disfrutar del sexo tras una agresión sexual

Por un lado, es necesario revivir la situación, “hay que provocar catarsis para que la rabia, la impotencia, todas las emociones negativas que sabes que se han producido salgan”. Y por otro, hay que trabajar con la carga que la narrativa social ha puesto sobre los hombros de las mujeres. “Por desgracia, en nuestra sociedad, cuando una mujer es violada a veces y encima que haya sido violada, se siente culpable”, comenta el experto, que explica que una parte muy importante de la terapia es eliminar la culpa que sienten las mujeres que han sido víctimas de la violencia sexual. “Es que claro, llevaba esa falda”, “¿igual no hice lo suficiente para resistirme?”, “¿y si yo participé o colaboré?” (en caso de sumisión química), todas esas ideas, que no son más que la interiorización de lo que la sociedad da a entender, deben ser eliminadas, o corregidas, porque no son reales, porque la culpa nunca es de las víctimas.

Otro paso que se da en la terapia es la del control de la ansiedad para acercarse a las situaciones sexuales de nuevo. “Ponemos tareas para ir recuperando esas prácticas sexuales y hacemos como una reconstrucción de la sexualidad para que, al final, vuelva a ser algo placentero”, detalla el terapeuta. A través de estrategias de control de la ansiedad se van introduciendo ejercicios progresivos para que las mujeres puedan retomar el contacto, ya sea solas o con una pareja estable, en caso de que la tengan.

En ocasiones, las mujeres que han sido víctimas pueden desarrollar rechazo hacia los hombres, o hacia aquellos que se parecen a su agresor. En estos casos, la terapia también sirve para recuperar la confianza con ellos.

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