
Pasaron exactamente 60 años. En marzo de 1963, en el Autódromo Municipal de la ciudad de Buenos Aires, se produjo el debut de un auto marca Crespi en el automovilismo argentino. Aquel día, Tulio Crespi, además de ser el constructor del monoplaza, fue el piloto, y el resultado no pudo ser mejor porque en la última vuelta superó al puntero y ganó su primera carrera. La categoría era Mini Juniors, que con el paso de los años se convirtió en Fórmula 4 y luego en Fórmula Renault. De allí nacieron casi todos los grandes campeones del último medio siglo, y casi todos lo hicieron manejando autos Crespi.
Este hombre tiene hoy 84 años y es considerado uno de los que guiaron a los preparadores más famosos y renombrados del automovilismo local. Genios como Oreste Berta o Enrique Scalabroni aprendieron cosas de él en sus comienzos. Juan Manuel Fangio apareció en su taller porque quería saber de quién se trataba. Allí se forjó una amistad que tocó su punto más alto el día que el quíntuple campeón mundial de Fórmula 1, apareció en el Salón de París de 1975 para visitar el stand de Crespi, que presentaba al mundo sus dos primeros autos de calle frente a las marcas más famosas del mundo. Ese día se exponían una Tulia GT y una Tulieta. El primer auto estaba basado en un Torino, el segundo en la plataforma de un Renault 4.
Al regresar de París, Renault Argentina le propuso construir el Alpine 2 para ellos. El proyecto era de tal envergadura que Fangio le sugirió construir la fábrica en Balcarce en lugar de quedarse en Buenos Aires. Así ocurrió y una tarde de 1976, mirando el terreno adquirido para el proyecto, situado en medio de las sierras que hacen de la zona un lugar privilegiado a nivel geográfico, Tulio le dijo a Fangio que allí era capaz de construir “o un cohete que vaya a la luna o un súperauto”.

Los avatares de la economía argentina impidieron que Renault cristalizara el proyecto Alpine 2 porque cuando José Alfredo Martínez de Hoz abrió la importación, la industria nacional se derrumbó estrepitosamente. Crespi se quedó con esa fábrica para hacer autos de competición de todo tipo. Sus productos corrieron más de 250.000 carreras, varias veces llenó el autódromo con más de 100 autos Crespi, y hasta llegó a ganar en Fórmula 1 Argentina, Fórmula 2 y Fórmula 4 el mismo día. Tiene más de 2.000 victorias. Pero tenía un pendiente: aquella promesa que le hizo a Fangio.
Fue durante la pandemia, que por inquietud de su amigo Emilio Mazzola, expiloto de Fórmula 4 y compañero de equipo de Miguel Ángel Guerra en su escudería, empezó a tomar forma la idea nuevamente. La propuesta fue la de hacer un auto especial, de concepción claramente Crespi, con su método, su impronta, la misma que tuvieron sus autos de carrera de toda la vida. El auto es un roadster y está construido como si fuesen dos autos de Fórmula unidos lateralmente. Su nombre está inspirado en la filosofía de vida del propio creador: Crespi VLV 84, cuya sigla es el acrónimo de “Viva la vida”, frase que Tulio acuña permanentemente, y el número que representa la edad a la que el auto tomó forma en el primer prototipo, y que además será el número de autos que se fabricarán. Será una edición limitada.
“El cohete para viajar a la luna no lo voy a hacer, pero el súperauto que le prometí a Fangio sí, así que estamos trabajando en darle la forma final al VLV 84. Es un auto deportivo, para usar en la calle o en autódromo. Es como una Tulieta grande”, dice Crespi a Infobae.

“El auto ya está rodando, tiene un motor trasero de 300 caballos de potencia, pero siempre hay que hacerle algo más. Si algo aprendí en estos 60 años de automovilismo, y me lo enseñó Fangio, es que nunca hay que sentirse el mejor sino trabajar para ser el mejor. Entonces estamos en la fase de pruebas y de hacerlo cada vez un poco mejor”.
De qué se trata técnicamente este auto. El VLV está construido sobre una estructura tubular doble en paralelo, como si fueran dos autos de fórmula pegados entre sí, donde cada uno de los dos ocupantes tiene su propia celda de seguridad. Al ser un roadster, no tiene techo ni tampoco parabrisas, en su lugar, un deflector del estilo de los que tienen los autos Fórmula 1, se eleva para direccionar el aire que viene por el capó y evitar que el viento pegue en la cara de los ocupantes. La diferencia con el auto de carreras, es que como este es un auto para uso mixto, ese deflector tiene una altura regulable de accionamiento eléctrico.
“El cohete para viajar a la luna no lo voy a hacer, pero el súperauto que le prometí a Fangio sí, así que estamos trabajando en darle la forma final al VLV 84″
La propulsión del prototipo es un motor Audi 2.0 litros turbo de 300 CV de potencia con inyección programable, que no está colocado en el frente, sino en posición trasera, como ocurre con los súperautos de nueva generación. La tracción también es trasera, y la potencia se transmite a las ruedas a través de una caja manual de seis marchas con selectora en “H”.
Tiene rodado 18 pulgadas, frenos de competición Brembo, butacas de competición pero con un diseño adaptado al uso de calle con sus regulaciones correspondientes. Los cinturones de seguridad son de cuatro puntos, uno de cada hombro y uno de cada costado de la cadera, con una sujeción convencional y no la estrella de las de competición. En el tablero, una pantalla de 7 pulgadas proporciona infoentretenimiento y GPS tal como en los actuales autos deportivos.

La carrocería es diseño integral Crespi y su forma “intenta ser algo distinto, no ser la copia de otra idea”, dice Tulio. Está construida en materiales compuestos, y tiene una particularidad que no se ha visto aún en el mundo del automóvil, y que es la incorporación de un Halo, conceptualmente similar al que tienen los autos de fórmula de la FIA (Federación Internacional del Automóvil). Este suplemento cumple la función de jaula de seguridad, pero con un aspecto moderno en lugar de los clásicos arcos que en otros tiempos tenían los autos roadster. Pero además ofrece el beneficio adicional de la protección de la parte delantera del habitáculo, que aquellos no tenían, y que fue la razón por la que debieron incorporar el parabrisas. Su peso será aproximadamente de unos 850 kg.
A nivel dinámico, el auto tiene suspensiones independientes con balancín, y el piso es completamente plano de punta a punta, funcionando bajo el concepto de efecto suelo. “La idea es que el auto se entregará con dos juegos de neumáticos, unos de calle de alta performance y uno de competición, para utilizar en un autódromo.

El VLV 84 se va a poder patentar, naturalmente, por eso tiene que cumplir con todas las normas de la ley de autos artesanales que lo habiliten a ser registrado y usado en la calle”, dice Luciano Crespi, uno de los hijos del creador de la marca, que trabaja en el día a día del proyecto junto a sus hermanos. Este no es un proyecto de Tulio únicamente, es un emprendimiento familiar, como fue toda la vida lo que hizo Crespi.
“Nada de lo que hice podría haberlo hecho solo. Un hombre no puede estar tanto tiempo dedicado a una pasión como esta sin el acompañamiento de su familia. Para haber llegado a los 60 años haciendo autos de carrera, y ahora estar con un proyecto tan lindo como el VLV 84, es fundamental el entorno. Mis hijos ahora, antes mis hermanos, mis padres, mis amigos y mis dos familias, mis dos exmujeres, Marta y Amanda. Uno no se da cuenta quizás, pero uno no está solo, así que Viva la vida!”, dice Tulio Crespi, antes de ponerse los guantes, tomar la soldadora eléctrica y seguir trabajando como el primer día.
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