“El sueño incumplido de Sebreli fue ver en la Argentina una socialdemocracia a la europea, en esa línea que encarnaban grandes escritores como Norberto Bobbio y Anthony Giddens y que, en términos prácticos, se cristalizó en políticos como Felipe González. Un liberalismo igualitarista”, escribe Marcelo Goiffré en el prólogo de Revoluciones, el libro póstumo de Juan José Sebreli, que murió en 2024. Lo edita Sudamericana.

Revoluciones
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“No evitó bajar al barro, aun cuando menos preciaba la minucia de la práctica partidaria: si no encontraba ningún candidato que se amoldara a ese liberalismo de izquierda que pregonaba, buscaba acercarse a algún otro que creía poroso, para convencerlo y llevarlo hacia esa cosmovisión”, agrega. El libro reúne las clases del curso que dictó en Buenos Aires sobre revoluciones políticas, sociales y culturales a mediados de los noventa.
Tenía un objetivo: recorrer el siglo XX desechando mitos. El curso lo da, sostiene Gioffré, en “la cumbre de su carrera literaria”. Acababa de publicar El asedio a la modernidad y El vacilar de las cosas, dos de sus libros más celebrados. Tenía 65 años y “había dejado atrás ciertas veleidades”, “había tirado el lastre de su peronismo imaginario”, seguía firme en su “hegelo-marxismo”, puliendo una “posición política muy refinada”.
Polémicos como pocos, y a la vez con mucha presencia en los medios y en los círculos intelectuales, Sebreli fue filósofo, sociólogo y crítico literario. Formó parte del primer grupo de existencialistas en la Argentina, militó en el Frente de Liberación Homosexual, integró las revistas Sur y Contorno. El mes pasado se cumplieron dos años de su muerte. Dejó una obra extensa que dialoga filosóficamente con la coyuntura de su época.
En este libro póstumo encontramos definiciones muy fuertes sobre los grandes movimientos del siglo XX que, de alguna manera, sus fantasmas asustan y fascinan en este nuevo tiempo. A continuación, algunas frases que el autor de Buenos Aires, vida cotidiana y alienación, El malestar de la política y Dios en el laberinto deslizó con soberbia y trascendencia en aquellos cursos de hace casi treinta años.
1.
“Las únicas revoluciones como acto, revoluciones propiamente dichas con toma violenta del poder, que han triunfado, son las revoluciones burguesas; concretamente, la inglesa del siglo XVII, la francesa del siglo XVIII y, algo que puede resultar escandaloso pero que después lo vamos a ver en detalle, la Revolución Rusa.”
2.
“Todo movimiento revolucionario, ya sea de izquierda o de derecha, tiene siempre un ala avanzada y, no bien la revolución se estabiliza en el poder, esa vanguardia excesiva está destinada a morir. Extremando las comparaciones y analogías, sería el caso del peronismo con los montoneros; los montoneros serían un poco el equivalente a los cavadores del siglo XVII o a los rabiosos de la Revolución Francesa o al ala izquierda del nazismo, mientras que el peronismo sería una forma de fascismo sui generis.”
3.
“El rol que juegan las masas es la línea de transición del bonapartismo al fascismo. El bonapartismo tiende a integrar a los marginados de la sociedad, mientras que el fascismo va más allá y los moviliza mediante la politización total y la propaganda. La paradoja es que son sistemas gatopardistas, cuyo aspecto popular oculta un profundo conservadurismo.”
4.
“Para sacar a las masas de su indiferencia y apatía, que en general reina durante los períodos más democráticos, se recurre a efectos emocionales y puestas en escena que provienen del mundo del espectáculo. Se politiza toda la vida cotidiana y brotan relatos épicos que suplantan la realidad.”
5.
“Considero que el término ‘comunismo’ no debería usarse porque carece de objetividad científica, es una palabra ideológica. La prueba está en que no coincide con la definición del concepto al que alude. ¿Qué es comunismo? Propiedad en común. Ahora bien, en la Unión Soviética nunca hubo propiedad en común, por lo tanto es un concepto meramente ideológico o propagandista, aceptado y usado tanto por sus adeptos con sentido favorable como por sus adversarios como insulto. Descartado este vocablo".
6.
“La estatización de la propiedad, que es lo que se hizo en la URSS, en la China maoísta y en todos los demás regímenes mal llamados comunistas, no es sinónimo de socialización. Confundir estatización con socialización lleva a disparates tan grandes como cuando Álvaro Alsogaray o incluso Mariano Grondona decían que antes de los años noventa la Argentina había sido un país socialista porque se habían nacionalizado empresas.”
7.
“En la década de 1960 aparecieron por primera vez las relaciones sexuales libres, ligadas en primer término a la emancipación femenina —que, a su vez, dependió del ingreso de la mujer en el campo laboral, es decir del hecho de adquirir independencia económica—, y en segundo lugar a la invención —que no fue casual— de la píldora anticonceptiva. Finalmente, este cambio drástico de los hábitos sexuales tuvo más que ver con una variable económica y otra científica que con toda la agitación y propaganda de los jóvenes con respecto a la liberación, que solo tuvo un efecto secundario.”
8.
“Tal vez la necesidad de una democracia directa, como anhelo, como intención, es inherente a la condición humana”.