"Luro", de Luciana Sousa: una novela hermosa e intensa sobre los personajes de paso

Relato breve y de clima,"Luro" está protagonizada por una joven embarazada que se pregunta cómo salir de su pueblo. Infobae Cultura conversó con su autora, una de las escritoras argentinas que más expectativas despierta en el panorama literario local

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(Carla Masella)
(Carla Masella)

Nos pasa a muchos: estamos de paso en un lugar -una ruta, un pueblo, una ciudad desconocida- y mientras estamos ahí nos preguntamos cómo sigue esa vida cuando nos vamos, qué hay detrás de las personas que conocemos como entre paréntesis, de esos empleados que nos venden la botella de agua mineral en la estación de servicio, esa chica que podemos cruzarnos en un bar, esos chicos que vemos jugar en una plaza…

Luciana Sousa (1986) es una joven escritora argentina a quien muchos lectores calificados elogian con entusiasmo al punto de haber sido seleccionada en 2017 por el Hay Festival como uno de los 39 mejores escritores latinoamericanos menores de 39 años, en la selección conocida como Bogotá 39. Para Sousa, esa pregunta acerca de qué pasa con los personajes que son un pasaje para la mayoría de nosotros -una foto movida, una imagen veloz desde la ventanilla de un auto en movimiento- se convirtió en una novela, Luro, una novela que en 2016 fue publicada por Funesiana y que hace muy poco volvió a ser editada pero esta vez por Tusquets.

"Somos tres a las tres de la tarde", así arranca Luro una novela breve e intensa, en la que pasa muy poco y cuya escritura tersa, hermosa y profunda lleva al lector hasta el final de un tirón, aún sin gran peripecia. Es una novela de clima en el que la aventura es supuesta a partir de lo que no se dice. Hay una estación de servicio que es un boliche de pueblo, un dueño (Julio), un cliente que es un mueble más (Sánchez) y una protagonista que es una mujer joven, embarazada de siete meses. Hay un televisor constantemente encendido, un calor de agobio y las paletas invencibles de un ventilador de techo. Hay perros a la hora de la siesta. Hay, también, un hombre negro escondido en un baño y una protagonista a punto de parir en medio del hastío y con voluntad de arrancar todo de nuevo.

Luciana Sousa (Foto: Carla Masella)
Luciana Sousa (Foto: Carla Masella)

-¿Cómo surgió la idea de Luro? ¿Qué fue primero, una escena, un personaje, un tema?
-Primero fue una escena. Yo viajaba con mi viejo a pescar a un pueblo que se llama San Blas, al sur de la provincia de Buenos Aires. Íbamos por la ruta 3, parando en algunas estaciones de servicio, cada tanto, a cargar nafta y a comer. Siempre hablábamos de eso; la vida ahí. Y ese paisaje, esa escena de la estación de servicio, me dio vueltas por un tiempo, hasta que empecé a escribir la novela. También me inquietaba la cuestión de esa entidad que conforma lo que llamamos "campo", por oposición a todo lo que no constituye ciudad. Eso que se evidenció con el conflicto por la 125 estaba para mí en cuestión; qué pasa con esa zona de frontera, que no es campo ni ciudad, que no encaja en el estereotipo.

-¿Cuándo pensaste en el embarazo para tu protagonista? ¿Desde el vamos?
-Me entusiasmaba trabajar con una condición física, que me permitiera a la vez expresar lo que le iba pasando al personaje a través de su cuerpo, ya que ella es media parca. Así que me resultaba productivo para ir comentando su propio estado; si se tensaba, se distendía, se humedecía.

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-¿Por qué elegiste la primera persona para narrar?
-Porque me sentía cómoda con la voz de mi personaje y quería contar la historia desde su punto de vista. A ella la pensé así: solitaria, algo apática y muy aferrada a su panza, con la que tiene una relación problemática. Encontré su voz desde el inicio y me emparenté mucho con su historia.

-¿Qué lecturas hay detrás de Luro y de ese pueblo? ¿Qué hay detrás de la búsqueda de ese clima de soledad y agobio?
-Es difícil discernir, es como pensar en influencias. Hay muchas lecturas y hay cine también. En su momento recuerdo estar leyendo La Ciudad de Levrero, pero también hay algo de Elvira Orphée, de Sara Gallardo, de Felisberto Hernández. De lecturas contemporáneas, seguramente también.

-¿Qué sentís que cambió en lo que va del momento en que escribiste Luro a hoy en relación del tema de los migrantes y la xenofobia?
-Se fue acentuando con los años. El Otro, como tema, siempre estuvo, pero en los últimos tiempos se exacerbó el discurso antiinmigratorio, fomentado desde los medios de comunicación y parte del sistema político, que intenta cargar en las personas migrantes sus propios fracasos. Lo que se ve en la ciudad de Buenos Aires con los vendedores ambulantes es sintomático; en lugar de atender sus capacidades, su formación, sus inquietudes y tratar de integrarlos, se los persigue y se los estigmatiza. Es una actitud miserable, a mi modo de ver.

-Contame algo de las ilustraciones. El autor tiene tu apellido… ¿Qué buscabas en ese complemento?
-El autor de las ilustraciones es mi hermano, Agustín. Los dibujos surgieron de la primera publicación de la novela, que editó Funesiana en formato de libro artesanal, en 2016. Mi hermano fue uno de los primeros lectores de la novela. Confío en su instinto porque tiene una sensibilidad muy especial. Tuvo que ver con el espíritu del libro desde su inicio, que espero que conserve.

-¿Qué te pasa cuando leés a tus pares? ¿Qué autoras argentinas te gustan, te sentís dentro de alguna serie de hoy?
-Me encanta la cantidad y variedad de literatura argentina contemporánea, escrita por hombres y mujeres, aunque haya cosas que me gusten más que otras. Me gusta y leo a Selva Almada, a Francisco Bitar, a Gabriela Cabezón Cámara, a Lucía Puenzo, a Inés Acevedo, a Mariana Travacio, a Hernán Ronsino, entre muchos otros compañeros y compañeras que están haciendo cosas muy interesantes. Que se escriba y que se publique mucho es saludable; lo preocupante es la situación de la industria, y la falta de políticas orientadas a promover al sector.

“Bogotá 39: nueva narrativa latinoamericana”
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-Me gustaría que me cuentes un poco cómo llegaste a la escritura, es decir, tu recorrido primero como lectora y después como autora.
-Yo siempre tuve la motivación por inventar historias; de más chica, cuando todavía no sabía leer ni escribir, mentía mucho. Inventaba historias para explicar cosas sencillas o para llamar la atención. O no sé. Con la escritura llegó la posibilidad de poner todo eso en palabras. Por suerte mis viejos lo detectaron, lo entendieron, y me alentaron con talleres y libros. Para mí, entonces, y hasta mucho después, escribir fue algo lúdico porque convivía con la idea de que alguien que escribe lo hace como hobby u oficio. Me gusta ser contemporánea a movimientos que promueven al escritor como trabajador de la palabra.

-Por último, que me cuentes en qué estás trabajando ahora.
-Estoy trabajando en relatos cortos, aunque no descarto extender alguno de ellos. En general, mi proceso de escritura es desordenado, por eso es prematuro adelantar proyectos. Escribo muchísimo, y luego, cuando veo que va tomando forma, lo organizo. Suele pasarme, igualmente, que a veces me entusiasmo con una historia y sigo a ver dónde termina. Eso mismo me pasó con Luro.

*La presentación de Luro (Tusquets), de Luciana Sousa, es hoy, sábado 3 de noviembre a las 18 en Céspedes Libros, Céspedes 3065. Antonio Santa Ana y Martín Felipe Castagnet conversarán con la autora.

 

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