Lollapalooza, el festival de rock que nació por un filtro de agua

Un repaso por el origen del legendario encuentro que desde hace años convoca multitudes alrededor de la música

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Imagen de 1991: los comienzos del festival
Imagen de 1991: los comienzos del festival

Estimado lector, si usted es una de las tantas personas que ha decidido ir este viernes y sábado al Hipódromo de San Isidro a disfrutar del Lollapalooza sepa que se lo debe a Ian Astbury (cantante de la banda de hard rock The Cult), a un nativo americano y a un filtro de agua. Sí, leyó bien, un filtro de agua.

La leyenda cuenta que Astbury, en una pausa de una gira en la que se encontraba con su grupo, se sentó a comer con un muchacho de ascendencia nativo americana de Dakota del Norte. Cuando Astbury le pregunto a qué se dedicaba, el muchacho le contestó que estaba construyendo un purificador de agua para su tribu.

La culpa carcomió a la estrella de rock durante meses y por esa razón decidió crear un festival llamado A Gathering Of Tribes ("Una unión de tribus" traducido al castellano). Dos días de música con la intención de juntar dinero y hablar sobre la causa nativo americana.

Ian Astbury, en un concierto (Getty Images)
Ian Astbury, en un concierto (Getty Images)

Por esos meses, Perry Farrell -baterista de Jane's Addiction- estaba desarmando su histórica banda y al enterarse de la movida producida por Astbury decidió una despedida a lo grande.

Ese adiós se llamó Lollapalooza. Una versión no confirmada cuenta que Farrell escuchó esa palabra -Lollapalooza- en un corto de Los tres chiflados que vio por TV, un término de origen desconocido que define a algo o a alguien inesperado. Farrell bautizó el festival de principios de los noventa como "La Nación Alternativa". Por allí desfilaron las bandas más populares del momento. Desde Nine Inch Nails, Smashing Pumpkins, L7 y Hole entre otras. Pero Lollapalooza no era solo rock.

También había escenarios dedicados al circo no convencional, puestos de comida naturista y hasta campañas para concientizar el voto de la juventud.

Los años de esplendor del Lollapalooza coincidieron con la explosión del grunge en el planeta. Pero una vez que el péndulo del rock se movió hacia Inglaterra y comenzó la explosión del Britpop y la Cool Britannia con Oasis y Blur a la cabeza, la "Nación Alternativa" comenzó a despoblarse y sus habitantes decidieron emigrar hacia el Reino Unido.

Perry Farrell, padre del festival (Getty Images)
Perry Farrell, padre del festival (Getty Images)

La grieta que no se pudo cerrar entre Farrell y sus socios fue la incorporación de Metallica como figura principal del Lollapalooza. Para su creador, la llegada del metal más "comercial" representaba una "traición a sus principios y a los del festival".

Lollapalooza continuó hasta 1998 pero ya sin Farrell al frente de las decisiones artísticas. Sin él a bordo, el evento parecía haber perdido su propósito original.

En el año 2003, un Perry Farrell más maduro y con la cabeza más enfocada en el espectáculo decidió hacer un doblete. Reunir a su histórica y ya por esos años mítica banda Jane's Addiction y revivir al Lollapalooza en una nueva versión y formato.

El objetivo era un festival mucho más ambicioso que abarcara buena parte del planeta. Chile, Brasil, Alemania, Francia y Argentina.

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El "Lolla" va por su cuarta edición en nuestro país y se ha convertido en un éxito total de público y calidad. Siempre con localidades agotadas y con una buena oferta de sideshows, los conciertos paralelos que se dan en el marco del festival.

Florence And The Machine, The Arcade Fire, New Order, Mumford And Sons, Soundgarden, Red Hot Chili Peppers… Un "mix" con lo último de lo último y bandas ya consagradas con una larga trayectoria.

Unas semanas atrás se llevó a cabo el "Festipulenta" en el Centro Cultural Matienzo. Organizado por Nicolas Lantos y Juan Manuel Strassburger, el "Festipulenta" es un evento en el cual algunas de las bandas centrales del indie porteño como Krupoviesa, Valentín y Los Volcanes o Los Reyes del Falsete se presentan. El festival duró cuatro días y además de rock hubo ciclos de poesía, puestos de historietas y otras cosas relacionadas con la cultura. Si Ian Astbury no hubiese almorzado con ese muchacho de Dakota del Norte, el Festipulenta jamás hubiese existido.

 

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