Fantasmas: “Soy viuda, pero creo que mi marido no se ha ido”

Por Michelle Goodman

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Durante el brunch, mi hermana nos cuenta, a mi madre y a mí, algo que sucedió hace siete meses, "justo después de que Greg muriera".

Greg es mi marido y, de hecho, ya está muerto. La víspera de Año Nuevo la pasé sin él, tampoco celebramos juntos nuestro séptimo aniversario de boda ni su 48 cumpleaños. Durante varios meses tuvo que recordar que lo había visto morir de cáncer en casa, sosteniendo su cuerpo sin aliento.

Si no tuviera que recordar esas cosas, cada noche lo estaría esperando en casa después del trabajo. "Acabo de salir de la oficina, el tráfico está bien, ¿quieres algo del supermercado?", diría su mensaje de voz de las 5 de la tarde.

Después de ese día, él ya no volvería a caminar por la puerta principal para hacer la cena conmigo ni llevaría a pasear al perro por el parque. Tuve que acordarme de que el dolor es algo tramposo: te engaña pensando que lo imposible es posible para que no te mueras del susto.

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Mi hermana tenía que recordarme que Greg ya no volvería a manejar por el barrio. Ella estaba allí cuando dos empleados de la funeraria se presentaron a mi casa con una camilla y un vehículo para transportar a Greg. Y una rosa roja para mí. Eso ocurrió una hora después de que mi hermana me dijera que no era buena idea ir a pasar, por última vez, un fin de semana a Bernie, uno de sus sitios favoritos.

Mi hermana condujo a la gente de la funeraria a la habitación de abajo donde Greg había escogido pasar sus últimos días como un marido viviente que aún respiraba. Ella no quería que yo viera como lo guardaban en la bolsa negra y se iban. Ella fue muy inteligente.

Hoy en día mi hermana no tiene ninguna duda de que Greg está muerto. Pero yo sí que las tengo.

No soy religiosa. No tengo ni idea de lo que pasa cuando nos morimos, pero cuando alguien me dice "cuando Greg murió" es como si realmente no hubiera pasado. Para mí, en realidad, no está muerto.

Cuando pasas casi 15 años con alguien, como lo hicimos nosotros, te familiarizas con sus rituales diarios, sus peculiaridades, olores, preferencias y frases. Sé qué nuevos libros y películas le gustaría a Greg y lo contento que estaría al conocer los últimos hallazgos arqueológicos. Sé lo que diría antes de ir a la cama y cómo me abrazaría antes de que me levantara para ir al trabajo.

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Lo escucho en mi cabeza todas las semanas, a veces con un tono alentador y, otras, exigente. "Hola cariño, te quiero, lo estás haciendo muy bien. Recuerda llevar el auto a pasar la revisión y llevar al perro a la playa antes de que haga un agujero en la pared. Si pudieras hacer daño a ese amigo mío que nunca te gustó sería genial".

Sé lo que Greg habría dicho después de que su urna fuera colocada en el suelo, frente a los familiares y amigos que se habían reunido para darle una última despedida. Cuando el jardinero llenó el agujero con reverencia militar, oí la cancioncita de Greg en mi cabeza: "¡Ya está!", como si acabara de ir a tirar la basura.

En los primeros tres o cuatro meses sin él, tenía la sensación de que se había tomado unas vacaciones largas. "Todavía estoy casada, hace pocos meses que no nos vemos", le comenté a un par de amigos. Pero cada vez que veía la opción de "viuda" en algunos formularios o en cualquier otro lugar, las vacaciones de Greg me parecían aún más permanentes.

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No hay día que no piense en él cinco, diez o veinte minutos después de levantarme cada mañana. Hay días que, incluso, parece que esté despertando con él, con su olor y su piel caliente. Siento que estoy hablando con él y que me toca. Es imposible afirmar si esto es cosa de mi imaginación o hay algo más. De cualquier manera, me consuela.

Regreso al brunch con mi hermana y mi madre. Mi hermana continúa relatando su historia, aquella que pasó "después de que Greg muriera". Puede ser sobre un nuevo cliente o una barbacoa que ella organizó. No tengo ni idea. Pero noto, a mi lado, que tengo a mi marido muerto con su mano en mi rodilla.