De Port Royal a Por au Prince: el mismo drama en tiempos distintos

Cundo las negociaciones comiencen entre la ONU o un conjunto de países y Jimmy Barbecue Cherizer sin saberlo los protagonistas estarán repitiendo un acuerdo poco conocido y cuyo escenario fue Port Royal “la ciudad mas pérfida del Caribe” a lo largo del siglo XXVII y buena parte del siglo XVII

Compartir
Compartir articulo
Un policía haitiano fuertemente armada vigila en un puesto de control cerca de la Embajada de Estados Unidos en Puerto Príncipe
(Europa Press/José A. Iglesias)
Un policía haitiano fuertemente armada vigila en un puesto de control cerca de la Embajada de Estados Unidos en Puerto Príncipe (Europa Press/José A. Iglesias)

Aparentemente, desde los Estados Unidos hasta las Islas Seychelles han llegado a la conclusión que la solución del drama haitiano comienza por negociar con las pandillas que hoy controlan ese país. En efecto, todos los análisis de escenarios llevan a la conclusión de que otra invasión militar es imposible sin incurrir en una matanza que podría competir con la de Gaza. Y, desde luego, muerto Yevgeny Prigozhin, ningún jefe militar está dispuesto a asumir un rol que puede llevarle derecho a la Corte Penal Internacional.

Cundo las negociaciones comiencen entre la ONU o un conjunto de países y Jimmy Barbecue Cherizier, sin saberlo, los protagonistas estarán repitiendo un acuerdo poco conocido y cuyo escenario fue Port Royal, “la ciudad más pérfida del Caribe”, a lo largo del siglo XXVII y buena parte del siglo XVII.

Esas negociaciones, cuyas partes fueron cinco potencias europeas y una veintena de representantes del crimen organizado transnacional de la época conocido como corsarios, piratas y privateers. Los resultados de esas negociaciones fueron los tratados de Utrecht (1700) y Madrid (1726), en los que las potencias europeas reconocen que la piratería es un delito al cual hay que perseguir mediante la cooperación entre ellas.

Anteriormente, Inglaterra, Francia, Flandes y los Países Bajos habían convenido con los líderes de los piratas, corsarios y privateers que tenían que abandonar la práctica ilegal e incorporarse al comercio legal. Aquellos que rechazaron la negociación terminaron siendo perseguidos y exterminados.

Porque al igual que lo que ocurre hoy en Haití, las elites de las potencias europeas no incluidas en el reparto territorial de las Américas decidieron armar pandillas marítimas para primero atacar los navíos españoles y portugueses y luego establecer bases en el Caribe para explotar especias y azúcar. Así, Inglaterra, Francia, Flandes y Los Países Bajos comenzaron a emitir patentes de corso que protegían a los delincuentes sacados de cárceles de ser procesados en sus países siempre y cuando se sumaran al “comercio exterior” y definían los términos de la relación de cada privateer con el reino específico. Proliferaron así los antepasados de Jimmy Barbecue Cherizier.

En Haití el estado de derecho estuvo atado a las pandillas delictivas desde que asciende Jean Francois Duvalier, quien creo los Tonton Macoutes para ejercer funciones de investigación y policiales. Terminada la era Duvalier y con el advenimiento de lo que parecía ser una democracia, las élites haitianas decidieron crear brigadas de protección privada. Al instalarse la inestabilidad política y profundizarse la pobreza gracias al desastroso gobierno de Jean Bertrand Aristide, las instituciones colapsaron y las bandas de protección comenzaron a crecer hacia afuera iniciando agrupaciones delictuales en los barrios. Poco a poco, al igual que Kidd, Morgan, Lafitte y Read tomaron isla por isla del Caribe, las pandillas fueron ocupando el territorio de Haití.

Un hombre toma su comida y un niño se cubre el rostro tras recibir envases con alimentos en un albergue para familias desplazadas por la violencia de las pandillas, en Puerto Príncipe, Haití (AP Foto/Odelyn Joseph)
Un hombre toma su comida y un niño se cubre el rostro tras recibir envases con alimentos en un albergue para familias desplazadas por la violencia de las pandillas, en Puerto Príncipe, Haití (AP Foto/Odelyn Joseph)

Al igual que sus antecesores piratas, Jimmy Barbecue Cherizier es el líder de una coalición de bandas delictiva, las Fuerzas Revolucionarias de la Familia G9 y Aliados, una autodenominada federación de grupos rebeldes. La organización estaba compuesta originalmente por nueve grupos, pero desde entonces ha crecido hasta incluir más de una docena.

Y así como los potencias europeas llegaron a la conclusión que lo óptimo era negociar con el malandraje de la época para garantizar el necesario acceso a las materias primas americanas que la pre-industrialización de Europa demandaba hoy, las potencias del mundo entienden que no es posible invadir militarmente con éxito a Haití mientras el territorio esté controlado por el malandraje de nuestra época. Por tanto: hay que negociar.