Los países árabes enfrentan una dura elección: progreso o más conflicto

El debate no es entre ser pro-Israel o anti-Israel. Es más bien entre ofrecer una visión de un Medio Oriente que busque la reconciliación o el extremismo

Compartir
Compartir articulo
El príncipe heredero y primer ministro de Bahréin, el príncipe Salman bin Hamad Al Khalifa, recibe al primer ministro israelí Naftali Bennett en el Palacio de Gudaibiya, Manama, Bahréin, 15 de febrero de 2022
El príncipe heredero y primer ministro de Bahréin, el príncipe Salman bin Hamad Al Khalifa, recibe al primer ministro israelí Naftali Bennett en el Palacio de Gudaibiya, Manama, Bahréin, 15 de febrero de 2022

Los impresionantes acontecimientos ocurridos en el Medio Oriente en los últimos días —la visita oficial del Primer Ministro israelí Naftali Bennett a Bahréin y la participación del ministro de petróleo de Israel en la conferencia sobre el petróleo celebrada en El Cairo, destacada por el emotivo saludo del presidente egipcio Abdel-Fattah el-Sisi a la ministra de Energía israelí Karine Elharrar— contrastan fuertemente con la tendencia que domina hoy la región.

Esa tendencia, que representa un pasado que tanto daño ha hecho a las partes regionales, especialmente a los palestinos, es la vía del rechazo, las amenazas y la violencia.

Quienes recordamos la histórica visita de Anwar Sadat a Jerusalén en 1977, recordamos también que muchos aseguraron que ningún líder árabe reconocería jamás al Estado judío, que el Islam no tenía espacio para ninguna soberanía judía en lo que ellos consideraban el hogar islámico.

Estaban equivocados, pero había una gran diferencia entre ese avance histórico y lo que hoy sucede. La palabra que se utiliza para describir los Acuerdos de Abraham es normalización, y ahora vemos que se está produciendo una nueva normalización incluso más allá de los participantes en el acuerdo.

El Reino de Jordania, que tenía más elementos de normalización que cualquier otro país árabe antes de los Acuerdos de Abraham, está ampliando ahora sus limitados pasos para comprometerse con Israel, lo que se pone de manifiesto en el acuerdo tripartito entre los Emiratos Árabes Unidos, Israel y Jordania sobre el reparto de energía y desalinización entre los tres países, así como en las conversaciones sobre cooperación interconfesional.

Y luego viene el gesto del presidente de Egipto. Sugiere que Egipto, que representó la voluntad de romper con el rechazo árabe a Israel pero también representó la negativa a convertir un tratado de paz en una relación real de paz, puede estar dispuesto a avanzar también. No solo ningún presidente egipcio ha visitado a Israel desde el tratado, (excepto para el funeral de Isaac Rabin) sino que las sociedades no gubernamentales egipcias castigan a cualquiera de sus miembros si se comunican o relacionan con sus homólogos de Israel. El gesto público del presidente puede señalar un nuevo comienzo.

Y lo más alentador es que estos países árabes ven reflejado su propio interés en una relación con Israel no solo en los temas de la seguridad y economía, sino también en asuntos más suaves como las relaciones interreligiosas y la tolerancia. Sí, se está aceptando a los israelíes porque ofrecen un refuerzo de seguridad frente al expansionismo iraní, y sí, Israel es valioso por los beneficios económicos que puede aportar a los países árabes, en particular a los países centrados en el petróleo que buscan diversificarse. Pero Israel también tiene valor como vehículo para promover una mayor tolerancia y respeto entre los diferentes pueblos y credos de la región.

Y aunque estas relaciones no implican a los palestinos, en últimas pueden proporcionar incentivos y modelos para que tanto israelíes como palestinos busquen un futuro diferente al doloroso pasado.

Todas estas señales esperanzadoras resultan irreconocibles cuando se observan grupos como Amnistía Internacional, Human Rights Watch y el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, o las políticas, operaciones y retórica extremistas del régimen iraní. Todos ellos, bajo diversos pretextos, hacen lo posible para obstruir un avance hacia un futuro más esperanzador para el Medio Oriente.

Al condenar excesivamente a Israel, incluso sugiriendo lo que los detractores siempre han afirmado —que el Estado judío es ilegítimo— hacen el juego a las fuerzas más retrógradas de la región, refuerzan las ilusiones extremistas palestinas de que Israel desaparezca de la escena y hacen mucho más difícil el ya de por sí arduo camino hacia la reconciliación.

La elección no es entre ser pro-Israel o anti-Israel. Es más bien entre ofrecer una visión de un Medio Oriente que busque la reconciliación y el progreso, o una que busque la continuación del extremismo y el conflicto. La elección debería ser obvia.

*Kenneth Jacobson es Vicedirector Nacional de la Liga Antidifamación (@ADL_es).

SEGUIR LEYENDO: