La guerra en Yemen: fuerzas combatientes agotadas y el fantasma de una nueva partición del país

Después de un bombardeo con misiles por parte de los rebeldes houthis sobre Abu Dhabi y la respuesta saudita sobre Sanáa, se registran movimientos militares estratégicos. Los analistas creen que esto puede llevar a un alto al fuego y la división territorial

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Fuerzas gubernamentales yemeníes, apoyadas por Arabia Saudita, disparan un cañón emplazado en una camioneta, contra los rebeldes houties en la batalla del Maarib. Yemeni Armed Forces/Handout via REUTERS
Fuerzas gubernamentales yemeníes, apoyadas por Arabia Saudita, disparan un cañón emplazado en una camioneta, contra los rebeldes houties en la batalla del Maarib. Yemeni Armed Forces/Handout via REUTERS

Desierto y enormes construcciones de adobe. Aún se pueden ver al sur de la bíblica ciudad de Maarib, en el centro de Yemen, los edificios levantados una y otra vez por diferentes civilizaciones desde hace 2.500 años. Nuevas evidencias indican que allí nació la Reina de Saba, aún hay restos de su templo de Mahram Bilqis. Veinticinco siglos más tarde, Maarib es un centro petrolero clave y joya codiciada por todos los grupos en la guerra civil que sacude a Yemen desde 2014. Allí se origina el estratégico oleoducto de Marib-Ra Isa, que tiene una longitud de 438 kilómetros y una capacidad de traslado de 200.000 barriles por día. Es donde están concentrados los enfrentamientos en este momento entre los rebeldes houthis, apoyados por Irán, y las fuerzas del gobierno reconocido internacionalmente, que cuenta con el respaldo absoluto de Arabia Saudita y armamento estadounidense, británico y francés.

Desde Maarib, aparentemente, fueron dirigidos los drones cargados de misiles con los que los houthis golpearon a otro gran aliado de las fuerzas gubernamentales, los Emiratos Árabes (EAU). Este lunes, atacaron el aeropuerto de Abu Dhabi y alcanzaron los depósitos de combustible de aviones. El fuego llegó a las dependencias de la aduana y dejó tres trabajadores inmigrantes muertos y al menos seis heridos. Los Emiratos son el tercer productor de petróleo del mundo y la noticia, de inmediato, hizo subir el precio del crudo a nivel global. Los misiles y los drones, de acuerdo a los investigadores locales, eran de fabricación iraní. Una prueba más de que el régimen de los ayathollahs suministra casi todo el armamento que utilizan sus aliados houthis, que profesan la fe islámica shiíta como los iraníes.

El contraataque no se hizo esperar. La aviación saudita, con sus bombarderos de última generación provistos por Estados Unidos, bombardeó la capital yemení, Sanaa, que está en manos de los rebeldes houthis, y mató entre 14 y 20 personas, entre ellas a un importante líder rebelde y su familia. Hace dos semanas, los Houthi se apoderaron de un carguero con bandera de los Emiratos, el Rwabee que navegaba frente a la costa de Yemen. Los EAU dijeron que el barco, cuyos 11 tripulantes son ahora rehenes, era un “buque de carga civil”, pero los Houthi afirman que el barco llevaba armas. Los emiratíes armaron y entrenaron a las fuerzas de varias tribus yemeníes que recientemente se han unido a la lucha contra los houthis en las regiones productoras de petróleo de Shabwa y Maarib.

Milicianos houthis tratando de rescatar entre los escombros a posibles sobrevivientes del último bombardeo de la aviación saudita sobre Sanaa, la capital yemení. REUTERS/Khaled Abdullah
Milicianos houthis tratando de rescatar entre los escombros a posibles sobrevivientes del último bombardeo de la aviación saudita sobre Sanaa, la capital yemení. REUTERS/Khaled Abdullah

El conflicto tiene su origen en el fracaso de un proceso político en el marco de la Primavera Árabe. En 2011 se produjo un levantamiento popular que obligó al autócrata presidente, Ali Abdullah Saleh, a ceder el poder a su adjunto, Abdrabbuh Mansour Hadi. Los leales a Saleh realizaron varios atentados mientras continuó la corrupción y la inseguridad alimentaria. Con la debilidad del nuevo gobierno se desataron una serie de conflictos que estaban hasta ese momento acallados por la represión. El movimiento Houthi -conocido formalmente como Ansar Allah (Partidarios de Dios)-, de la minoría shiíta, se hizo con el control, a principios de 2014, de la norteña provincia de Saada, y desde allí comenzó a avanzar hacia el sur. Desilusionados con la transición, muchos yemeníes, incluidos los suníes, los apoyaron, y a principios de 2015 los rebeldes conquistaron la capital, Sanáa.

La alarma sonó en Ryad, la capital saudita. Sus archienemigos, los iraníes estaban operando a las puertas de su país. Se formó una coalición de ocho estados árabes que comenzaron a bombardear las posiciones de los houthis. Creyeron que esas acciones terminarían con la guerra en unas semanas, pero seis años más tarde continúa sin visos de tener un fin. Mientras ya tienen campamentos en Yemen tanto Al Qaeda en la Península Arábiga (AQAP) como la filial local del ISIS.

Y en el medio, como siempre, los civiles. Murieron unas 200.000 personas, entre ellos más de 10.000 niños. De los 29 millones de habitantes, unos 24 millones sobreviven de la ayuda humanitaria que cada vez tiene mayores dificultades para llegar. Ahora, en Maarib, que tenía apenas 20.000 habitantes, hay casi un cuarto de millón de refugiados atrapados por los combates. Las Naciones Unidas afirmó que todas las partes del conflicto cometieron crímenes de guerra.

Rebeldes Houthis celebrando después de un avance de sus fuerzas mientras mascan qat, una droga euforizante que consume la mayor parte de la población. REUTERS/Khaled Abdullah
Rebeldes Houthis celebrando después de un avance de sus fuerzas mientras mascan qat, una droga euforizante que consume la mayor parte de la población. REUTERS/Khaled Abdullah

La guerra fue desde el principio un “conflicto por delegación” entre Irán y sus adversarios en el golfo, lo que refleja las tensiones geopolíticas y sectarias que existen desde siempre entre Teherán, una teocracia shiíta, y las monarquías musulmanas suníes situadas a su oeste. Sin embargo, en los últimos meses, Irán estuvo intentado recomponer sus relaciones con algunos de los actores del conflicto como los Emiratos Árabes Unidos, lo que ha suscitado dudas sobre si aprobó el ataque del lunes.

En el terreno, también hay señales de un cierto estancamiento y de reacomodamiento de las fuerzas. A los rebeldes houthis le está costando enormes sacrificios la toma de Maarib. Algunas fuentes occidentales aseguran que ya perdieron unos 15.000 combatientes en ese frente y que ahora muchas de las unidades están compuestas por milicianos de no más de 15 años. Por su parte, el ejército saudí se retiró de una base en la ciudad portuaria de Adén y de la región oriental de Al Mahra. También se registró una salida de las fuerzas emiratíes de un campo de batalla clave en el sur. “Los Emiratos Árabes Unidos se están retirando de Yemen de forma lenta pero segura y los saudíes han reducido su presencia militar en el país”, dijo a Middle East Eye, Mohammed Albasha, analista del Grupo Navanti. Albasha compartió imágenes satelitales que, según él, muestran que la coalición está evacuando equipos militares pesados y cerrando bases como prueba de que ambas naciones están “tratando de salir del prolongado conflicto”. La coalición asegura que los movimientos de tropas forman parte de las redistribuciones militares habituales. Y los combatientes houthis dicen que sus patrocinadores internacionales siguen apoyándolos sin fisuras y que combatirán “cada vez con más fuerza”. A principios de este mes, el enviado de la ONU para Yemen advirtió que se estaba entrando a “un nuevo capítulo en la guerra que parece aún más fragmentado y sangriento”.

La situación militar y los movimientos diplomáticos globales parecieran estar retrotrayendo la Yemen a 1962. Fue cuando el rey Muhammad al-Badr fue depuesto por revolucionarios inspirados por la ideología panarabista del presidente egipcio Gamal Abdel Nasser. Después de una guerra civil, el país quedó dividido entre Yemen del Norte y del Sur. Es probable que se regrese a ese status, más allá de que los actores sean diferentes a los de hace 60 años. Pero lo que va a persistir son las rivalidades árabe-persas y las diferencias de visiones del islamismo entre shiítas y sunitas que se mantienen desde hace siete siglos.

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