Cómo era la vida de las distintas clases sociales en los tiempos de la Nueva España

La clase más privilegiada durante este período fueron los peninsulares, ya que se les permitía tener una vida llena de excesos y lujos

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En los tiempos de la Nueva España la sociedad se encontraba muy estratificada, situación que condicionaba vida cotidiana de las personas.  (Foto: Alonso Sánchez Coello)
En los tiempos de la Nueva España la sociedad se encontraba muy estratificada, situación que condicionaba vida cotidiana de las personas. (Foto: Alonso Sánchez Coello)

El modo en el que las personas vivían su día a día en los tiempos de la Nueva España dependía totalmente de su posición económica y social, ya que, después de la conquista, las sociedades fueron divididas según su “raza”.

Este sistema de clasificación social sirvió a las autoridades de la Corona española para asignarles a las y los habitantes papeles específicos. Como era de esperarse, las clases más altas eran las más beneficiadas y las que más disfrutaban de paseos y de un sinfín de privilegios.

El político y militar mexicano Vicente Riva Palacio expone en su texto México a través de los siglos que al poco tiempo de la formación oficial de la Nueva España, múltiples españoles adinerados empezaron a llegar al antiguo territorio mexica. Posteriormente comenzaron a fundar sus hogares y a implantar sus costumbres españolas en las sociedades indígenas.

Esta clase disfrutaba presumir sus ostentosos accesorios que venían desde Francia. Sus lujos llegaron a ser tan escandalosos que la Corona española tuvo que decretar la llamado Pragmática Real de Vestidos. Se trataba de una ley que establecía los códigos de vestimenta de las clases privilegiadas para evitar “grandes disgustos y perturbaciones”.

Las mujeres en la Nueva España sólo tenían dos opciones: se casaban o se iban al convento. (Foto: Gaceta UNAM)
Las mujeres en la Nueva España sólo tenían dos opciones: se casaban o se iban al convento. (Foto: Gaceta UNAM)

El autor mexicano comenta que el motivo principal por el que se tomó esta decisión fue debido a que los nobles que pertenecían a la corte no estaban de acuerdo con el hecho de que las prendas de los peninsulares opacaran su aspecto.

No obstante, después de múltiples acuerdos se estableció que esta ley sólo iba dirigida a los criollos y mestizos por lo que se les prohibió utilizar “ropa de seda, chamelote, bordados de oro tejido o hilado”. Por este motivo, cuando las personas veían a gente con vestimenta extravagante sabían que se trataba de alguien que había nacido en Europa.

Al poco tiempo los criollos se revelaron y decidieron no acatar estas reglas, ya que argumentaban que por sus venas corría sangre española y por lo tanto, tenían los mismos derechos que los de nacionalidad europea.

Mapa de la Nueva España (Foto: Wikimedia Commons)
Mapa de la Nueva España (Foto: Wikimedia Commons)

Los siglos XVII y XVIII se caracterizaron por “la hipocresía de los ricos”, la razón de esta afirmación se debe a que las tareas favoritas de la élite era fundar hospitales, edificar templos y derramaban el dinero en obras de beneficencia, sin embargo, sus acciones con los mestizos y los indígenas eran totalmente inhumanas.

Por otro lado, la revista Arqueología Mexicana menciona que la vida cotidiana de la sociedad indígena estaba relegada al olvido. No se les permitía acercarse a las zonas más concurridas por los peninsulares y tenían que mostrar respeto en todo momento a su encomendero, éste era la persona -española- que se encargaba de supervisar que se trabajaran las tierras aledañas.

Fray Bernardino de Sahagún, quien se encargó durante mucho tiempo de escribir acerca de la vida de esta clase social, decía que regularmente se emborrachaban con pulque y se transformaban al “comer hongos”. Este tipo de descripciones sólo provocó que se estigmatizara aún más a este sector y se tuvieran “argumentos” para relegarlos a segundo plano.

Quienes también se veían relegadas eran las mujeres, ya que su posición social dependían de sus raíces y de su nivel económico. Si eran europeas, podían acudir a eventos importantes, a fiestas de la élite, esto sin descuidar sus labores del hogar y con sus esposos.

Si eran mestizas o criollas sólo tenían dos destinos posibles: el matrimonio o el convento. La mayoría de las veces ni siquiera podían escoger y su futuro dependía de sus padres, quienes decidían entregarlas a algún “buen partido” o forzarlas a salir de casa para que se formaran en una institución religiosa.

Sor Juana Inés de la Cruz fue una de las mujeres más destacadas de esta época porque logró desafiar numerosos estándares de aquel entonces. De hecho, llegó a ser el ejemplo a seguir de muchas jovencitas que creían que su existencia se limitaba únicamente a servir a Dios y a los hombres.

Sor Juana Inés de la Cruz decidió desafiar distintos estereotipos de la época e inspiró a otras mujeres a hacer lo mismo. (Foto: Gaceta UNAM)
Sor Juana Inés de la Cruz decidió desafiar distintos estereotipos de la época e inspiró a otras mujeres a hacer lo mismo. (Foto: Gaceta UNAM)

Cabe destacar, que al igual que la mayoría de las sociedades occidentales, la Iglesia y las clases altas eran las autoridades que imponían todo tipo de costumbres y creencias. Para asegurar su control establecieron mecanismos coercitivos que evitaban que el pueblo se sublevara, como ejemplo está la Inquisición, la institución eclesiástica encargada de castigar a todos los que no quisieran acatar las reglas.

Las personas eran acusadas de “herejes” y bajo ese pretexto se les castigaba con la pena de muerte. Aunque así se vivió durante mucho tiempo, poco a poco las minorías se fueron organizando hasta que en 1810 estalló la Independencia, el movimiento armado que exigió mejores condiciones de vida para los criollos, los indígenas y las castas.

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