Deforestación de selva amazónica sube tras años a la baja

Por Gerson Freitas

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Vehicles move logs at the mill near Boa Vista. Photographer: Dado Galdieri/Bloomberg
Vehicles move logs at the mill near Boa Vista. Photographer: Dado Galdieri/Bloomberg

La elección de Jair Bolsonaro, un populista que detesta las normativas y tiene muchos seguidores en el sector agrícola de Brasil, supuestamente iba a provocar un aumento de la deforestación en la selva amazónica. En cinco meses de gobierno no hay señales de incremento. De hecho, las cifras revelan lo contrario.

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No obstante, los conservacionistas están profundamente preocupados. No solo consideran que la inactividad en materia de tala y quema en el gobierno de Bolsonaro es una anomalía, debido a las fuertes lluvias, sino que apuntan a algo alarmante: la deforestación ha ido en ascenso en los últimos años.

Se disparó un 73 por ciento entre 2012 y 2018, revirtiendo una iniciativa exitosa para frenar la tala por parte de ganaderos y agricultores durante un período de casi una década. Solo la temporada pasada casi 810.000 hectáreas, un área de mayores dimensiones que Shanghái, desapareció de la selva tropical más grande del mundo, según datos del gobierno.

Hay muchas razones que explican el aumento, desde la amnistía a favor de agricultores que realizaron tala ilegal hasta una ley que les facilitó obtener títulos legales de tierras de las cuales se habían apoderado de manera ilícita y la reducción de inspecciones ambientales en la región.

"Todas esas medidas ayudaron a fomentar una percepción de impunidad", comentó Paulo Barreto, investigador de la organización sin fines de lucro Imazon. "Eso es lo que hemos visto incluso antes de Bolsonaro".

El Parque Nacional Jamanxim es un parque nacional en el estado de Pará, Brasil. Foto: Dado Galdieri/Bloomberg
El Parque Nacional Jamanxim es un parque nacional en el estado de Pará, Brasil. Foto: Dado Galdieri/Bloomberg

El presidente planea habilitar más áreas amazónicas para fines comerciales luego de presentar propuestas para flexibilizar restricciones a las actividades agrícolas y mineras en zonas protegidas. Para los ecologistas que ven que el calentamiento global se acelera, todo esto es un desastre.

La selva de más de 5 millones de kilómetros cuadrados es un importante depósito de dióxido de carbono, que desempeña un papel esencial en la lucha contra el cambio climático. También alberga el 10% de todas las especies de plantas y animales conocidas. En las últimas cuatro décadas ha perdido cerca del 18% de su territorio, según Greenpeace.

Sin embargo, como dejó en claro este mes en una entrevista el principal asesor de seguridad de Bolsonaro, el general Augusto Heleno Pereira, el gobierno tiene poco interés en escuchar las preocupaciones extranjeras. "No acepto esta idea de que el Amazonas es patrimonio mundial", declaró. "El Amazonas es brasileño".

El presidente ha expresado en reiteradas ocasiones su deseo de desarrollar el Amazonas, hogar de 20 millones de brasileños, y ha criticado a organizaciones ambientales y reguladores, que a su juicio actúan como "una industria de multas".

Flavio Bolsonaro, senador e hijo mayor del mandatario, presentó un proyecto de ley el mes pasado para revocar los llamados requisitos de reserva legal, que designan un porcentaje mínimo de propiedades, que va del 20% al 80%, que los agricultores deben conservar como vegetación natural. La medida liberaría más de 166 millones de hectáreas, un área más grande que Irán, para realizar actividades agrícolas y mineras, según Gerd Sparovek, profesor de la Escuela Superior de Agricultura de la Universidad de Sao Paulo.

"Es necesario seguir ocupando la región amazónica y explotar sus recursos naturales", según un comunicado de Flavio Bolsonaro y otro senador, Marcio Bittar, que respalda la propuesta.

Brasil ha sido víctima de un movimiento ambientalista "radical, fundamentalista e irracional", aseguraron. "No tiene sentido el clamor ecológico fabricado por europeos, norteamericanos y canadienses e impuesto al país y a sus productores rurales".

Pese a la postura del gobierno de Bolsonaro, la deforestación disminuyó un 40% en los primeros cuatro meses de 2019 respecto al año anterior, según datos de Imazon. Los conservacionistas señalan que las fuertes lluvias de principios de año evitaron que la ganadería queme y tale con su fervor habitual.

Si bien la expansión de la soja y otros cultivos ha jugado un papel importante, la mayor parte de la devastación de la selva se debe a la ganadería, detalló Barreto de Imazon. Productores cárnicos como JBS acordaron no comprar en áreas recientemente deforestadas, pero la efectividad de la prohibición ha sido limitada, indicó.

La presión crece por la enorme demanda de carne desde China. Los envíos al gigante asiático, que ya es el principal destino de exportación de la carne brasileña, aumentarán en los próximos años debido a que un brote de peste porcina reduce la oferta de cerdo en el mayor productor y consumidor mundial de dicha carne.

Además, Brasil está expandiendo su infraestructura en la región amazónica. Eso incluye una nueva ruta de exportación hacia el norte que redujo drásticamente la distancia entre las tierras arables en áreas remotas de los estados de Mato Grosso y Pará hasta los puertos marítimos, haciéndolas más atractivas para el cultivo de soja y maíz. Gigantes de la agroindustria estadounidense participan en un plan para construir un ferrocarril y aumentar la capacidad de la ruta.

Los esfuerzos para controlar el problema entre 2004 y 2012 fueron considerados un éxito al reducir la deforestación en cuatro quintos. El crédito se lo llevó la aplicación de sanciones más estrictas a los destructores de bosques, una importante expansión de las áreas protegidas y una moratoria por parte de comerciantes para las compras de soja de tierras recién deforestadas.

Después de la pausa a principios de año, datos preliminares de mayo indican que se ha acelerado el ritmo de la deforestación en áreas protegidas del Amazonas ante el cese de las lluvias, según el sistema de alerta del Instituto Nacional de Investigación Espacial de Brasil, conocido como Inpe.

"Es imposible anticipar, pero los datos de mayo son una alerta amarilla", afirmó Claudio Almeida, quien coordina el monitoreo del Amazonas en el Inpe. Los meses de junio, julio y agosto, cuando el clima suele ser más seco y las tasas de deforestación alcanzan su punto máximo, "serán cruciales".

Fuente: Bloomberg