Marty Baron, el periodista que triunfó defendiendo la información veraz y rigurosa en la era de la posverdad

Luego de 45 años de carrera en los principales periódicos de los Estados Unidos, a los que hizo ganar un total de 17 premios Pulitzer, el director ejecutivo de Washington Post decidió retirarse

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Marty Baron, director ejecutivo del Washington Post, anunció su retiro del periodismo a los 66 años, luego de una carrera rica en acontecimientos que convirtió en grandes oportunidades de ejercer su oficio. (Grosby Group)
Marty Baron, director ejecutivo del Washington Post, anunció su retiro del periodismo a los 66 años, luego de una carrera rica en acontecimientos que convirtió en grandes oportunidades de ejercer su oficio. (Grosby Group)

El 22 de febrero de 2017, por primera vez en sus 140 años de historia, el Washington Post adoptó un eslogan: “La democracia muere en la oscuridad”. Un mes antes Donald Trump había asumido la presidencia de los Estados Unidos y tuiteaba con mayúsculas contra la prensa.

“El presidente puede llamarnos escoria o basura o fake news o enemigos del pueblo o traidores a la patria. Puede insultarnos como guste. Aparentemente continuará empleando un lenguaje incendiario que fomenta con imprudencia amenazas viles y ataques graves a los periodistas”, comentó un año después Marty Baron, director ejecutivo del Post que participó en la decisión de aquel fuerte lema, una frase simple que recordaba por qué en las garantías fundamentales de los países democráticos la libertad de expresión se destaca entre las primeras.

“Él puede hacer su guerra contra nosotros. Nosotros debemos hacer nuestro trabajo. Él puede dedicarse a insultar. Nosotros debemos dedicarnos a encontrar los hechos”, resumió Baron, que acaba de anunciar su retiro del periodismo, a los 66 años, luego de una carrera rica en acontecimientos trascendentales que convirtió en grandes oportunidades de ejercer su oficio como servicio público.

Por primera vez en sus 140 años de historia, en 2017 el Washington Post adoptó el eslogan “La democracia muere en la oscuridad”.
Por primera vez en sus 140 años de historia, en 2017 el Washington Post adoptó el eslogan “La democracia muere en la oscuridad”.

Baron estuvo a cargo de una redacción cuando las elecciones estadounidenses de 2000 se dirimieron en la Corte Suprema, a favor del candidato republicano George W. Bush; también cuando dos aviones secuestrados se estrellaron contra las Torres Gemelas y cambiaron para siempre el perfil de Nueva York y el equilibrio entre seguridad y otros derechos; cuando un equipo SWAT debió sacar llorando al niño balsero Elián González, porque la familia de Miami no aceptaba devolverlo a su padre en Cuba; cuando Wall Street se rompió bajo el peso de una burbuja hipotecaria y desató una crisis global en 2008; cuando una sociedad que tuvo esclavos y segregación votó al primer presidente afroamericano, Barack Obama; cuando Edward Snowden reveló el patrón de vigilancia de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) y terminó varado en Rusia, de todos los lugares posibles; cuando su país profundizó una polarización como no se veía desde el siglo XIX; cuando la pandemia de COVID-19 cambió la faz de la Tierra y cuando una turba asaltó el Capitolio en Washington DC.

Todo eso alcanza para considerar que la vida profesional de un editor ha sido un privilegio. Pero además, Baron azarosamente llegó al Washington Post el mismo año que sus dueños tradicionales, la familia Graham, lo vendieron al poderoso Jeff Bezos en USD 250 millones y se quedó para enfrentar la caída de la edición en papel y hacer la reconversión digital por la cual hoy el periódico tiene más de tres millones de suscriptores en el mundo.

Y eso mientras el primer mandatario lo invitaba a pelear en una cancha embarrada, sin aceptar porque —como dicen los principios del Post, escritos en 1935 pero todavía recitados a sus periodistas— “la primera misión de un periódico es decir la verdad, tanto como sea posible establecerla”.

Marty Baron en la redacción del Washington Post, que ganó 10 premios Pulitzer durante su gestión. (AP/Andrew Harnik)
Marty Baron en la redacción del Washington Post, que ganó 10 premios Pulitzer durante su gestión. (AP/Andrew Harnik)

Al retirarse Baron se ubicó a sí mismo en una línea histórica que también tiene un futuro. Pasa en cualquier profesión u oficio: se construye sobre lo que enseñan los que lo hicieron antes, se transmite eso a los que lo harán después. Y en el caso del inminente ex director ejecutivo del Washington Post su capital se acumuló en dos frentes sobre todo: la investigación en equipos —reveló el encubrimiento de abusos sexuales en la iglesia católica durante sus años en The Boston Globe— y el valor de la información en tiempos de posverdad.

“Hay que reconocer que la verdad puede ser esquiva. Llegar a la verdad es difícil. Pero el principio también reconoce que existe tal cosa como la verdad”, dijo en 2019 cuando recibió el premio a la excelencia en periodismo del Centro Internacional de Periodistas (ICFJ). “No se trata de quién tiene el megáfono con mayor volumen o quién ejerce más poder o quién se beneficia. No tiene nada que ver con quién o qué es más popular. Y no toma en cuenta la opinión de ustedes, ni la mía, ni la de nadie”.

Usa, en cambio, otras herramientas: educación, conocimiento, experiencia y pruebas, enumeró.

“La Primera Enmienda se escribió, como declaró James Madison, para darnos el derecho de ‘examinar libremente a las personas públicas y sus medidas’”, citó. “Debemos honrar ese pilar esencial de la libertad. Se lo debemos a la próxima generación de periodistas, y a las que sigan”.

Marty Baron se destacó especialmente como director de equipos de investigación y defensor del valor de la información en tiempos de posverdad. (Lehigh Journalism Department)
Marty Baron se destacó especialmente como director de equipos de investigación y defensor del valor de la información en tiempos de posverdad. (Lehigh Journalism Department)

Por conceptos como ese, o que la democracia muere en la oscuridad —una frase, en realidad, atribuida a Bob Woodward, periodista estrella del Post desde el caso Watergate—, muchos vieron a Baron como un hombre de la prensa antigua, “obstinadamente retro”, según lo describió el National Journal cuando llegó al periódico de Washington.

No era un devoto del #trending, no se había volcado a la autopromoción en las redes sociales como muchos de sus pares, defendía los valores periodísticos tradicionales: ¿era el tipo adecuado para dirigir el Post cuando internet parecía amenazar la supervivencia de las empresas periodísticas?

Lo cierto es que Baron llegó al Post en enero de 2013 y meses más tarde, cuando Bezos lo compró, muchos se preguntaron si el director ejecutivo sería cambiado como los muebles. Sin embargo, aunque no era un hombre de la red, estaba interesado en ella, y Bezos decidió capitalizar su seriedad periodística en la digitalización de su nuevo emprendimiento.

Baron escribiría luego sobre aquel momento: “En 2013, cuando nuestras perspectivas eran nefastas, nos dieron una segunda oportunidad. La aprovechamos y diseñamos un cambio de rumbo con atención y creatividad”.

Cuando compró el Washington Post, Jeff Bezos mantuvo a Marty Baron a cargo, para capitalizar su seriedad periodística "obstinadamente retro", como lo describió el National Journal.
Cuando compró el Washington Post, Jeff Bezos mantuvo a Marty Baron a cargo, para capitalizar su seriedad periodística "obstinadamente retro", como lo describió el National Journal.

El plural es muy característico de su carrera: ha sido más editor que autor. Por eso aunque individualmente acumula numerosos premios (sobre todo por excelencia, servicio distinguido y libertad de prensa) y doctorados honoris causa (universidades de George Washington y George Mason, entre otras) se lo suele presentar como el hombre que hizo que The Miami Herald, The Boston Globe y The Washington Post ganaran un total de 17 Pulitzers: fue el director que orientó las investigaciones reconocidas.

El primero fue por la cobertura del caso de Elián González, en el Herald; el más conocido fue por servicio público: la investigación de 2002 en el Globe que denunció un patrón de ocultamiento de los abusos sexuales del clero en la iglesia católica. El trabajo inspiró Spotlight (En primera plana), que ganó el Oscar a la mejor película en 2016.

Los dos editores del Globe antes de Baron habían sido católicos y de ascendencia irlandesa, además de haber ascendido en las filas del periódico de Boston; él, hijo de inmigrantes de Israel e importado del Herald, llevó una perspectiva diferente. Lo criticaron: “No sabe dónde queda la calle Boylston”, una atracción al sur del río Charles.

La investigación que Barron impulsó en el Boston Globe que denunció un patrón de ocultamiento de los abusos sexuales en la iglesia católica inspiró Spotlight, que ganó el Oscar a la mejor película en 2016. (AP/Steven Senne)
La investigación que Barron impulsó en el Boston Globe que denunció un patrón de ocultamiento de los abusos sexuales en la iglesia católica inspiró Spotlight, que ganó el Oscar a la mejor película en 2016. (AP/Steven Senne)

Pero sabía que era posible reclamar legalmente que se abriera el expediente, cerrado por pedido de los abogados, en el juicio contra el sacerdote retirado John Geoghan, a quien habían denunciado 25 víctimas de abuso sexual, posiblemente la cuarta parte del total. Preguntó en la primera reunión con los periodistas del Globe, el 30 de julio de 2001: “¿Ya pensamos en presentar una objeción a la reserva de la documentación?”. En Massachusetts eso no era habitual, pero en Florida era una práctica.

A partir de la causa de Geoghan —donde el cardenal Bernard Law, arzobispo de Boston, estaba acusado por encubrimiento: él había cambiado de destino al sacerdote para evitar escándalos, creando así más víctimas— la justicia procesó y envió a prisión a otros cuatro curas abusadores: John Hanlon, Paul Shanley, Robert Gale y James Talbot. Los casos conmovieron al mundo y revelaron algunas de las consecuencias más nefastas de la cultura de secreto del Vaticano.

El escándalo de los curas de la Arquidiócesis de Boston fue parte de una serie de investigaciones, en varios medios, sobre el abuso sexual en la iglesia católica de los Estados Unidos. Muchas víctimas comenzaron a presentarse y a dar sus testimonios; los casos se multiplicaron y de pronto la tragedia tuvo escala nacional, y casi de inmediato una escala global: Chile, Argentina, Canadá, Irlanda, Australia, Nueva Zelanda.

El Boston Globe bajo la gestión de Baron recibió un Pulitzer por la investigación de 2002 sobre el ocultamiento de los abusos sexuales del clero en la iglesia católica.
El Boston Globe bajo la gestión de Baron recibió un Pulitzer por la investigación de 2002 sobre el ocultamiento de los abusos sexuales del clero en la iglesia católica.

El Globe mereció otros cinco Pulitzers bajo la dirección de Baron; el Washington Post, 10, comenzando a un año de la llegada del editor. En 2014, por revelar la vigilancia secreta de la NSA y por un artículo sobre la ayuda social en cupones de alimentos; en 2015, por fallos de seguridad en el Servicio Secreto; en 2016, por un proyecto especial dedicado a las personas asesinadas por la policía; en 2017 por denunciar las presuntas donaciones de Trump y por presentar el video de Access Hollywood en el que se lo escuchó decir “Grab them by the pussy”; en 2018 por revelar testimonios contra Roy Moore, magistrado supremo de Alabama, por acoso sexual y por la cobertura sobre la injerencia rusa en las elecciones presidenciales de 2016.

En sus ocho años en el Post Baron aumentó la planta de personal de 580 a más de 1.000 personas y enfrentó momentos críticos con sus periodistas: el asesinato del columnista Jamal Khashoggi en el consulado de Arabia Saudita en Estambul y la detención de Jason Rezaian, corresponsal en Teherán, acusado de espionaje por Irán. También conflictos de menor gravedad, como haber suspendido a la cronista Felicia Sonmez por un tuit (cuando el país estaba en shock por el accidente en el que murió Kobe Bryan, recordó la acusación de abuso sexual contra la estrella de basket), o haber convencido a Woodward de no publicar un artículo que hubiera revelado una fuente, aunque el protagonista era el entonces polémico candidato a la Corte Suprema Brett Kavanaugh.

Marty Baron dijo sobre su llegada al Post en plena crisis de los periódicos: “En 2013, cuando nuestras perspectivas eran nefastas, nos dieron una segunda oportunidad. La aprovechamos y diseñamos un cambio de rumbo con atención y creatividad”. (Elijah Nouvelage/Bloomberg)
Marty Baron dijo sobre su llegada al Post en plena crisis de los periódicos: “En 2013, cuando nuestras perspectivas eran nefastas, nos dieron una segunda oportunidad. La aprovechamos y diseñamos un cambio de rumbo con atención y creatividad”. (Elijah Nouvelage/Bloomberg)

El retiro de Baron se hizo más o menos público en diciembre de 2020, durante una entrevista en CNN: le preguntaron sobre su porvenir en el periódico y respondió que estaba pendiente de decidir. El 2020 del coronavirus y las elecciones más traumáticas en los Estados Unidos asomó como un cierre posible para una carrera de 45 años, que comenzó en el Miami Herald, ya que Baron creció en la Florida, en Tampa.

En 1979 pasó al Los Angeles Times, donde tuvo su primera responsabilidad como editor: la página de negocios. Luego cumplió funciones similares en investigaciones, sondeos y proyectos especiales, hasta que en 1993 quedó a cargo de la edición regional del periódico en el condado de Orange, con más de 150 personas bajo su dirección. Una oferta tentadora lo llevó a The New York Times en 1996: fue el jefe de cierre, el editor de la noche que daba el visto bueno final a cada material que saldría en la edición impresa. Y otra aun más tentadora —la edición ejecutiva— lo devolvió al Herald, de donde se marchó para llegar al Globe y, de allí se fue a su vez al Post.

El director general del Washington Post, Fred Ryan, decidirá quién sucederá a Baron, indudablemente con la opinión de Bezos, quien publicó un mensaje de adiós al director ejecutivo en su cuenta de Instagram: “Gracias, Marty Baron, por todo lo que has hecho durante tus ocho años como editor del Post. Nuestro éxito estos últimos años no habría y simplemente no podría haber sucedido sin ti”.

En la redacción del Boston Globe, Martin Baron con el equipo que reveló el abuso sexual en la iglesia católica de Massachusetts, un escándalo que pronto se extendió a los Estados Unidos y mostró su escala global. (AP/Charles Krupa)
En la redacción del Boston Globe, Martin Baron con el equipo que reveló el abuso sexual en la iglesia católica de Massachusetts, un escándalo que pronto se extendió a los Estados Unidos y mostró su escala global. (AP/Charles Krupa)

También Baron publicó una despedida: “Llegué aquí hace ocho años con una reverencia por la herencia de coraje e independencia del Post y sentí la obligación inviolable de mantener sus valores”, escribió. Si ese fue el diario que denunció el espionaje al Comité Nacional Demócrata por el cual Richard Nixon debió renunciar, al editor le tocó otro presidente que tuvo una relación áspera con la prensa. Acaso por eso recordó, en 2019:

Las palabras del Comité Selecto del Senado que investigó a Nixon deberían resonar también hoy. ‘El pueblo estadounidense —declaró su informe en 1974— ha vuelto a tomar conciencia de la tarea que la democracia le impone: la vigilancia constante de la conducta de los funcionarios públicos que eligen para que lo dirijan’. Durante siglos, los periodistas lucharon por ese derecho. No podemos hacer menos que salvaguardar esas mismas libertades para las generaciones futuras de periodistas. Fieles a los hechos, entregados a la verdad, con el espíritu valeroso e inquebrantablemente comprometidos con nuestra misión en una democracia.

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