Bastó una noche para que el plutonio cayera en manos desconocidas.
La misión de dos expertos de seguridad del Departamento de Energía de Estados Unidos era recuperar peligrosos materiales radioactivos en un laboratorio de San Antonio.
Entre sus herramientas de trabajo había detectores de energía nuclear y dos discos envueltos en plástico: uno de plutonio y otro de cesio, el isótopo altamente radioactivo que podría usarse para fabricar las llamadas "bombas sucias".
Al salir de San Antonio rumbo a Idaho, según reporta el diario Idaho Statesman, se detuvieron a pasar la noche en un motel cerca de la interestatal 410 y dejaron los sensores en el asiento trasero del Ford Expedition que habían rentado para el viaje.
Al día siguiente encontraron el cristal de la ventanilla roto y el asiento trasero vacío.
Ocurrió hace más de un año, el 21 de marzo de 2017, y todavía los materiales radioactivos no han aparecido.
Una investigación de Patrick Malone y R. Jeffrey Smith para el Centro de Integridad Pública reveló el incidente. De acuerdo con ellos, el FBI y la policía local se negaron a dar detalles, pero una vocera del Laboratorio Nacional de Idaho, Sarah Neumann, aseguró que la cantidad perdida no es suficiente para fabricar una bomba.
Sin embargo, el episodio es sólo parte de una serie de desapariciones de materiales radioactivos que las autoridades no han dado a conocer públicamente, de acuerdo con los investigadores.
Los depósitos civiles de activos nucleares están monitoreados muy de cerca por la Comisión de Regulaciones Nucleares, y tienen que reportar desapariciones como esta a una agencia en Viena. Pero el secretismo es férreo con todo lo que manejan los militares, especialmente en este campo.
La Oficina de Responsabilidad Gubernamental de la administración estadounidense, GAO por sus siglas en inglés, dijo en 2015 que nunca había hecho un inventario riguroso de la cantidad de plutonio que Estados Unidos entrega a otros países ni los lugares donde se almacena, según el Centro de Integridad Pública, y que 11 de esos sitios en el extranjero no habían sido visitados por inspectores estadounidenses en las dos décadas anteriores.