Messi y Guardiola, otra vez frente a frente: cómo logró Pep ganarse la confianza de la Pulga y el mensaje de texto que el DT guarda hasta hoy

El astro del PSG y el entrenador del Manchester City volverán a ser rivales por la Champions League, pero juntos construyeron un Barcelona inolvidable y se potenciaron, cada uno en su rol. Cómo el orientador terminó entendiendo cómo conseguir la mejor versión del delantero

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Guardiola y Messi en otro frente a frente: fue en 2016, con Pep ya en el Man Blue y Leo en el Barcelona (Reuters/Jason Cairnduff/File Photo)
Guardiola y Messi en otro frente a frente: fue en 2016, con Pep ya en el Man Blue y Leo en el Barcelona (Reuters/Jason Cairnduff/File Photo)

Se respetan profundamente y el cariño es mutuo, pero no mantienen una relación fluida. El brillante ciclo en el que coincidieron y en gran medida fueron artífices entre 2008 y 2012 terminó en un desgaste lógico y saben que difícilmente ambos vuelvan a repetir algo parecido a aquello, que los potenció en sus carreras. En ese contexto, Josep Guardiola, como director técnico del Manchester City, y Lionel Messi como jugador del Paris Saint Germain (PSG) volverán a cruzarse por la Liga de Campeones de Europa, esta vez sin el Fútbol Club Barcelona de por medio.

Entre 2008 y 2012, Guardiola y Messi ganaron juntos nada menos que catorce títulos con el Barcelona, y si el genio rosarino creció hasta ganar cuatro Balones de Oro (al final de cada una de esas temporadas) como mejor jugador del planeta, el gran entrenador catalán consiguió ser reconocido por la FIFA como el mejor del mundo en 2011, luego de ganar su segunda Liga de Campeones de la UEFA, y otra vez ante el Manchester United de sir Alex Ferguson.

En esos cuatro años, Messi marcó 211 goles en 219 partidos, con un promedio de 0,96 goles por partido, y tuvo 290 asistencias en los 638 partidos que disputó el equipo durante el ciclo.

Del que más aprendí fue de Guardiola. No sólo por todo lo que sabía, sino porque me agarró en mi etapa de crecimiento, donde más crecí y donde más aprendí”, admitió Messi en 2013, meses después de que la relación profesional entre ambos se terminara con un entrenador desgastado tras un largo ciclo, al punto de que decidió tomarse un año sabático en Nueva York antes de volver a trabajar en 2013/14. “Lo siento por los que intentan ocupar su trono. Estamos ante el mejor en todos los sentidos. Es capaz de hacerlo todo y cada tres días”, devolvió Guardiola.

“La gente compra entradas para verlo jugar y está dejando algo único. Encuentra a un jugador que durante cuatro años haya mantenido esta regularidad, que tenga esta capacidad física, que luche como lo hace él. Yo no lo he visto nunca, uno que sea tan constante… Quizá soy demasiado joven, pero nunca he visto un compañero así y como técnico no he contado con un jugador de este tipo. Es superior a los demás, tiene un don especial”, dijo de él Guardiola en 2011, cuando todavía lo contaba en sus filas en el plantel del Barcelona.

Sin embargo, la relación entre ellos no fue fácil ni comenzó siendo tan tranquila. En más de una ocasión, Guardiola admitió que para entenderlo necesitó un tiempo y que en buena parte se debió a que tuvo la suerte de contar en su cuerpo técnico con su amigo Manel Estiarte, conocido como “el Maradona del Waterpolo”, un ex deportista notable que ayudó a comprender cuestiones que hacen a la mentalidad de los genios.

“Si espera en el lugar que él cree que es el adecuado y no recibe la pelota, se enoja –describió Guardiola a Messi-. No le da tiempo para pensar si el destinatario de su disgusto acaba de salir de una lesión o es un chico. Para él, en ese momento, es alguien que ha resuelto mal la jugada, normalmente sus compañeros de la delantera o en los extremos, los encargados del último pase. Estiarte también veía la jugada y reprendía al que no seguía el camino que, claramente para él, era el adecuado, el mejor. Yo le decía muchas veces que gente como ellos dos se olvidan de que el resto de jugadores no son tan buenos como ellos”.

El inicio de la relación no fue con la tranquilidad que Guardiola, un entrenador joven y apenas con la experiencia de un año en el Barcelona B, en la Segunda B española, esperaba. En el verano de 2008 la tensión rondaba por la familia Messi porque Lionel estaba decidido a irse a participar en los Juegos Olímpicos de Beijing con la selección argentina de Sergio Batista, pero el Barcelona le negaba esa posibilidad ante el miedo de no poder pasar los playoff para entrar a la Champions, porque debía jugar la clasificación debido a la mala temporada anterior, la última con Frank Rikjaard, y el TAS le dio la razón al club en el litigio contra la AFA.

El entonces presidente del Barcelona, Joan Laporta –también tiene el cargo ahora- pretendía que Messi volviera para sumarse al equipo para una gira por los Estados Unidos y para que estuviera en el trascendental partido ante el Wisla Cracovia –ya habían ganado al Hibernian escocés con un 6-1, con un gol de Messi en un amistoso, y otro al Dundee United. En total el rosarino había marcado cuatro goles-.

Para Guardiola, Messi era fundamental porque con la salida de Ronaldinho él iba a ser el eje del equipo. El rosarino se sentía raro, porque los dos brasileños formaban parte de su grupo de amigos en el plantel y ahora sólo quedaban Juan Manuel Pinto, Rafa Márquez y Sylvinho.

En los primeros días de pretemporada en Saint Andrews, Escocia, el periodista Jordi Quixano había escrito en el diario El País que Messi aparecía como “poco receptivo a las charlas de Pep Guardiola sobre posicionamiento táctico”, y que, entonces, “se le escaparon algunas muecas”. En el gran libro “Messi”, Guillem Balagué señala que si el entrenador estaba seguro de que el rosarino era el mejor jugador del mundo, no era lo mismo al revés por más buenas señales del DT que dieran sus compañeros Xavi e Iniesta. Guardiola tenía que demostrarle que era un gran entrenador. Quería despejarle el vestuario y convertirse en una especie de padre ahora que Ronaldinho no estaba y hasta quiso sacarle a Samuel Eto’o, pero éste apareció humilde y se lo fue comprando porque Messi sí quería jugar con él. Henry, en cambio, no era un problema porque no tenía la misma ascendencia en el vestuario.

Guardiola no veía bien a Messi y tras un entrenamiento lo quiso agarrar de los brazos para preguntarle qué le pasaba, pero no respondía. De a poco fueron hablando, aunque el argentino evadía su mirada y no le decía abiertamente lo que le pasaba, Taciturno, ni siquiera hablaba de esto con sus compañeros, aunque ellos sabían lo que lo atormentaba.

Y como el tema no se resolvía, los entrenamientos se tensaron. En una de las prácticas, Márquez le entró más duro que lo habitual, Messi se levantó, lo encaró y le dijo cosas fuertes y acabó en la ducha antes que todos. Apareció Estiarte para hablar con el padre, Jorge, y preguntarle qué pasaba y luego quedó Tito Vilanova, el ayudante de campo, el interlocutor, el que le dijo que ellos estaban para cuidarlo y si incluso quería que Juanjo Brau lo acompañara a todos lados como su preparador personal, lo harían.

Messi, sin certeza de que podría jugar, estaba en Pekín con la Selección cuando Guardiola lo llamó desde Nueva York, delante de Laporta, Rafa Yuste, vicepresidente deportivo, y Txiki Begiristain, al teléfono facilitado por Jorge Messi. “Yo sabía lo que significaban los Juegos Olímpicos – contó Guardiola, que ganó la medalla dorada con España en 1992-, lo que significaba ese evento. Pensé ‘tenemos que jugar la clasificación a la Champions sin el mejor jugador del mundo y siendo yo nuevo en el banco’ pero… ¿de qué sirve tener a un jugador que no quiere estar aquí sino en los Juegos? ¿Es útil si su cabeza está allí?’. Yo nunca creí en las imposiciones en el fútbol. Es decir, por mucho que digamos de jugar de esta manera, si yo no lo convenzo, no funcionará”.

“Ve a los Juegos Olímpicos y gana la medalla de oro”, le dijo, y en la conferencia de prensa, explicó su ausencia en la pre-Champions, que había notado en él “mucha tensión emocional. Vi que se encontraba muy incómodo con la situación y tampoco era buena idea traerlo si tenía la cabeza en Pekín”.

Lo cierto es que Guardiola aprovechó la ausencia de esos días de Messi para reflexionar sobre su relación con él –cuenta Balagué en su libro- y creyó descubrir cómo había que hablarle: no irle de frente porque el choque de trenes no era recomendable y entonces combinó las discusiones tácticas a solas con él en su despacho, con las instrucciones indirectas: “Hoy los delanteros van a presionar arriba porque Leo lo va a hacer también y no podemos dejarle solo”. Y tratarle bien, con respeto, para que se sintiera estimulado.

Messi ganó aquella medalla dorada olímpica en Pekín y efectivamente, a su regreso rindió de manera espectacular, coronando un gran año para el Barcelona con la segunda Champions de la historia del club ante el Manchester United en Roma. “Guardiola siempre me dice que yo no le tengo que dar las gracias por eso, pero fue una decisión de él, creía que era lo mejor para mí”, dijo años más tarde.

Sin decirlo, aquella decisión de Guardiola de dejarlo ir a los Juegos Olímpicos había abierto una puerta a la confianza entre ambos. “Guardiola fue transmitiendo la gran ilusión que tenía al llegar, se fue ganando la confianza de todos. A medida que se iban sucediendo los partidos, que iban pasando las cosas, uno trabajaba más contento, con ganas. Veíamos que las cosas salían. Guardiola es una persona que sabe muchísimo de fútbol y nos dio su sabiduría para que a nosotros, dentro de la cancha, nos fuera todo más fácil”, contó Messi en el sitio web de la UEFA en 2009.

“De entrada se veía que el tipo sabía –agregó-. En la pretemporada hizo trabajos que después no hizo nunca en el año. Ya en la pretemporada nos preparó y ya sabíamos cómo quería jugar, cómo quería el movimiento de la defensa, de los centrales, de los delanteros. Después quedaban los detalles, pero ya nos había enseñado todo”.

Messi también descubrió otra faceta de lo que aportó Guardiola como entrenador del Barcelona, en 2013. “Su llegada se produjo en un momento en el que nosotros veníamos de dos años sin conseguir nada, veníamos mal anímicamente. Él encontró un vestuario roto y la manera de trabajar, de ser, de transmitir su mensaje, la confianza que daba, ayudó a que todo cambiara. Tiene una personalidad para enfrentarse a cualquiera cuando tiene sus ideas claras”.

Guardiola define a Messi con certeza: “Este tipo de jugadores te observan en el terreno a ver qué haces y qué dejar de hacer, a ver si lo que haces les va bien… Son tipos distintos. Tú te debes ajustar a este tipo de jugadores. Hay pocos en la historia y te debes ajustar a entenderlos y no al revés. Tontos no son, son más inteligentes que la media. Quizá inteligentes no es la palabra, pero sí más intuitivos que la media. Notamos que al principio estaba un poco triste pero intentaba entenderlo y hablar con él. Siempre buscamos que estuviera cómodo en el juego, ya que si no lo conseguíamos con un jugador así, habría sido mejor que lo dirigiera otro. O me iba yo o se tenía que ir él y ante la duda, teniendo al más grande, la respuesta era sencilla porque su felicidad sólo la encontraría sintiéndose cómodo en el juego, y quizá había que darle todo eso, esa comodidad”.

En ocasión del episodio burofax, en 2020, el City le abría las puertas a Messi para una mudanza. En el último mercado de pases, no sucedió (EFE/Tobias Hase)
En ocasión del episodio burofax, en 2020, el City le abría las puertas a Messi para una mudanza. En el último mercado de pases, no sucedió (EFE/Tobias Hase)

Cuando se conocieron, Guardiola todavía no había comenzado su carrera como entrenador y Messi era un adolescente. “La primera vez que lo vi –cuenta “Pep”- yo estaba con Nike, donde trabajaba mi hermano Pere. A Leo también lo promocionaba la misma marca.. Coincidimos en una tienda. También estaba su padre y me lo presentaron. Lo vi tímido. Tiempo después, hablando con Tito Vilanova, me explicó que en la cantera tenía un jugador fantástico, que la iba a romper. Ahí supe de su calidad y empecé a seguirlo por televisión y lo clavó, Tito lo clavó”.

La relación entre ellos no le pudo haber dado mejores resultados al Barcelona. Fueron cuatro temporadas únicas no sólo por los logros sino por los récords batidos, los seis títulos en un mismo año, la expansión de la marca del club a niveles increíbles, a todo el planeta. El equipo del que todos se hicieron hinchas, los stocks agotados de todas las tiendas, la terna por el Balón de Oro de la FIFA con tres jugadores de las divisiones inferiores, la simpatía mundial, el juego a imitar, deslumbrante, los 92 goles de Messi en una sola temporada.

En esos años, el director técnico entendió las formas para tratar a un jugador tan especial: “Hay días que se le puede preguntar qué le pasa, depende del día. Él siempre lo dice: ‘cuando me cierro, me cierro. No hablo con nadie y me tengo que curar solo’ y se le debe respetar. Al principio me costaba entenderlo y con el tiempo, lo vas haciendo. Te vas dando cuenta de que es una persona diferente. Como cada uno, tiene sus cosas y durante esos días lo dejás y cuando percibís que quiere que le hables, vas y le hablás”.

Guardiola incidió como ningún entrenador en la carrera de Messi porque no se trató sólo de cuestiones futbolísticas, sino otras relacionadas con su modo de vida, con la forma de cuidar su salud, de mejorar su rendimiento. Le había impactado su llanto al romperse el bíceps femoral ante el Celtic de Glasgow, que significaba la octava lesión en dos años de élite, y más de la mitad, en el mismo lugar. Había estado 85 días parado en los tiempos de Rikjaard y se decidió un estudio holístico, global de su físico y se descubrieron carencias.

Laporta recuerda que todavía se alimentaba como un niño con panchos, papas fritas, bebidas gaseosas y hamburguesas. Lo detectaron e hicieron todo un trabajo con un nutricionista y casi no tuvo lesiones en los cuatro años de Guardiola, que los hacía comer a todos juntos en la ciudad deportiva: desayuno antes del entrenamiento, almuerzo antes de volver a casa, para controlar la alimentación. Del vestuario desaparecieron las máquinas expendedoras de chocolates y bebidas. También para Messi desaparecieron los asados, las pizzas y las milanesas del restaurante argentino “Las Cuartetas”, al que ya no pudo ser más asiduo concurrente. Descubrió el pescado, que no toleraba antes. Casi nada de grasas, mucha glucosa, muchas frutas y verduras, siempre bajo la táctica de la recomendación: “como yo te veo, te recomendaría que comieras esto y esto”. Messi aprendió a hidratarse y tonificarse, a descansar, más allá de los entrenamientos personales ahora con Juanjo Brau.

El estudio de morfología también generó cambios en el rendimiento en el césped. Muchas veces se criticaba a Messi por descansar en los partidos, por dejarse ir, pero descubrieron que eso tiene una explicación científica: tiene una tipología muscular con un consumo energético muy alto. Sus músculos se quedan rápidamente sin energía, pero también se recuperan a gran velocidad. Pero el vacío, cuando se produce, es muy intenso y eso genera la necesidad de un descanso luego del esfuerzo y desde entonces se le pidió que dosificara los esfuerzos, que eligiera los momentos. Con Guardiola, se estabilizó en 1,69m y 69 kilos y aprendió el lenguaje de su cuerpo.

“Lo que aprendí de Leo –insiste Guardiola ante Balagué- es que se reivindica en el campo. Él habla allí y lo demuestra actuando, cuando salta al césped como si dijera ´ahora hablo yo´ metiendo cada día dos goles, tres goles, cada día… Ésta es su gran lección como deportista: en todo este ruido que hay en el fútbol, que todos hablamos más de lo normal, el lugar donde se expresa Leo es en el campo. Esa es su gran acción, su gran valor: demuestra que, además de futbolista, no tiene que ser nada más. Él sabe dónde tiene que hablar. Las cosas o cuentas pendientes que tiene te las cobra allá, en el campo. Me da la impresión de que los grandes son así, no buscan excusas, que si el entrenador lo ha hecho mejor o peor… Leo no juega para gustarte a ti. Leo, cuando va mal de verdad, no te dirá ‘es culpa tuya’. La percepción que he tenido siempre de Leo es que él piensa: ‘tú organízame el partido para que yo pueda tocar muchos balones, que del resto ya me encargo yo’. Otros piden ese lugar, el que Leo se ha ganado en el campo al ser trascendente en los momentos claves, decisivos; pero luego, a diferencia de Leo, llega el momento de la verdad y fallan. Y fallan una y otra vez. Leo, no. A Leo le das la pelota, se la juega y te gana el partido”.

A Guardiola le costó entender, y apenas cedió más en una última temporada en la que ya estaba más desgastado, que a Messi no le gusta salir en los partidos. En una oportunidad, iban ganando 4-0 contra el Valencia, lo sacó y se enojó. “Fue una boludez, después se me pasó –confesó el argentino- No me gusta salir, me gusta terminar los partidos, vayan como vayan. Prefiero entrar a salir. Quiero jugar. No me gusta que puedan pasar cosas y yo me quede en el banco”. Pedro entró por él y al día siguiente, en el entrenamiento, no se cambió para ir a practicar.

Pero otra vez fue importante Estiarte, aquel ex jugador de waterpolo, con sus consejos, y el mismo Guardiola, que supo desde que era jugador y fue compañero de Romario o Stoichkov, que no se puede tratar a todos iguales, y recordó una conversación con el entrenador de vóley argentino Julio Velasco y una vez, en una charla publicitaria para el Banco de Sabadell, contó lo que le dijo: “que siempre había escuchado a entrenadores decir que todos los jugadores son iguales y es la mentira más grande que existe en este deporte. Todos tienen que ser tratados con el mismo respeto pero no a todos se los puede tratar igual. A uno, para tratarlo, tendrás que citarlo fuera del trabajo, a otros en tu despacho, a otros no les hables nada de táctica ni del rival, a otro, de lo que hace en su tiempo libre, hay que encontrarle la manera a cada uno y eso es lo fascinante de nuestro trabajo como para seducirlos y llevarlos a tu terreno y conseguir lo mejor de él. Parece que nosotros estamos encima de ellos. Así nos ven, cuando nosotros estamos por debajo, porque dependemos de ellos”.

Guardiola entendió que lo que tenía que gestionar eran sus silencios. Tomó el consejo de Velasco y en la primera Navidad dio más días a los sudamericanos para que permanecieran con sus familias, y Messi volvió antes de lo previsto porque estaba aburrido y extrañaba a la pelota y al grupo. También decidió que con el rosarino nunca irían a comer sino que charlarían en la ciudad deportiva.

Al director técnico catalán no le parece tampoco que llorar desconsoladamente en un vestuario sea un signo de debilidad. “Cuando Messi llora, hay que dejarlo. Lo ves, no pasa nada. Como entrenador, siempre es mejor tener a este tipo de personas, no a las contrarias, de las que están tristes y cuando suben al autobús empiezan a jugar al póker y ríen. Este tipo quizá también sube al autobús y juega al póker, pero antes tuvo eso natural de poder expresar una cosa que no le gusta, como haber perdido o haber sido eliminado”. El amor que tiene a ganar, la pasión y lo competitivo que llega a ser, es un animal. Seguramente es como Tiger, Jordan, Nadal, como ese tipo de atletas que son únicos y lo que hay que hacer cuando se los encuentra es entenderlos”.

Desde lo táctico, las innovaciones de Guardiola tuvieron un éxito resonante, y todo surgió de su poder de observación, y en la primera temporada, cuando decidió pasarlo desde el extremo derecho a la posición de falso nueve. Notó que cometía a veces la distracción de no marcar al lateral de su lado (lo mismo le pasaba a Thierry Henry por la izquierda) y Guardiola los retó a su manera tras dos malos partidos ante el Olympique de Lyon y el Espanyol. Empezó a pensar en una variante y antes de enfrentar al Real Madrid en el Santiago Bernabeu citó a Messi a la ciudad deportiva. Los blancos, con Juande Ramos, habían encadenado siete victorias seguidas y el Barcelona tenía luego al Chelsea en semifinales de la Champions. Le mostró unos videos a Messi, que se reía porque lo veía claro frente a la PC: iba a jugar de falso nueve con Eto’o en el extremo, al revés que siempre. Se paró frente a los dos centrales, que no sabían qué hacer, si salir o no, y el Barcelona ganó 2-6, aunque luego Messi volvió al extremo y Eto’o al medio y sólo volvieron a aquel experimento en la final de la Champions de Roma ante el Manchester United, con otro gran partido.

Messi festeja un gol en 2010, ante la atenta mirada de Pep: el DT fue quien lo convirtió en "falso 9", sacándolo del corset que representaba su posición como extremo derecho (REUTERS/Albert Gea/File Photo)
Messi festeja un gol en 2010, ante la atenta mirada de Pep: el DT fue quien lo convirtió en "falso 9", sacándolo del corset que representaba su posición como extremo derecho (REUTERS/Albert Gea/File Photo)

Por darle el mayor espacio a su máxima estrella, Guardiola también tuvo que lidiar con otros problemas, como fue la contratación del sueco Zlatan Ibrahimovic, que sin embargo, no conseguía encajar en el esquema y mucho menos, con el argentino en la temporada 2009/10.

Si bien Messi nunca le dijo nada, el DT se dio cuenta de que eran incompatibles tácticamente y encontró el momento para charlarlo con el argentino, que le terminó confesando que no se sentía cómodo. El 4-2-3-1 con él detrás de Ibra no funcionó como quería y fue trasladado definitivamente al centro y desde allí, todo fue viento en popa, con el sueco al banco. Sin embargo, Guardiola reincidió ante el Inter en Milan por la semifinal de ida de la champions 2010 y cometió un gran error, que fue ir contra su propia intuición. Reemplazó al sueco a poco de comenzar el segundo tiempo pero no pudo evitar la derrota, y otra vez lo tuvo que cambiar a la hora de la revancha en el Camp Nou y con la eliminación, definitivamente se acabó ese plan.

En su libro autobiográfico “Yo soy Zlatan”, Ibrahimovic sostiene que “Pep me sacrificó porque Messi era la estrella y él quería jugar arriba y entonces me encerró y yo soy como un pájaro libre. Guardiola tenía que escucharlo a él y todas las pelotas pasaban por Messi. ¿Por qué diablos me compraron, entonces?”. Al año siguiente llegó David Villa, que pensó que iba a jugar de nueve, pero le pidieron que se corriera a la punta, algo que terminó aceptando para que el argentino tuviera su espacio.

“El Barcelona, a partir de Guardiola, diseñó un vestuario a la medida de Leo y éste fue buscando aliados para poder jugar como le gusta hacerlo. Pero el último año de Pep y Tito Vilanova costó más mantener el equilibrio en un conjunto que en ocasiones pareció entregado a Leo en exceso”, llegó a describir Balagué en su libro.

Efectivamente, para la temporada 2011/12, la cuarta de Guardiola a cargo del equipo, el entrenador sintió que el genio lo escuchaba menos y tuvo varios desencuentros por sacarlo o mandarlo al banco para que descansara. La relación se desgastó por la lógica del paso del tiempo, con un Messi ya más crecido que en la última Navidad sí se quedó más tiempo en Rosario. El DT tenía que salir a tapar muchas cosas en las conferencias de prensa, hablando demasiado. Pero no se fue sólo por él, sino por el cansancio de muchos años (consideraba que no más de tres era un ciclo para un entrenador y llevaba cuatro).

Algunos señalaron que el haber dicho “es el mejor jugador que tuve y tendré jamás” fue una concesión de la que ya no hubo regreso y esa declaración había sido en 2009. Pero cuando Messi se enteró de que se iba a ir, le envió mensajes de texto pidiéndole que se quedara (que el entrenador guarda hasta hoy). El argentino no apareció por la conferencia de prensa de despedida.

“Más que eso es la increíble cantidad de emociones y sentimientos, y las increíbles acciones que te hacen estar frente a la TV para ver lo que puede hacer con el balón y sus compañeros en un partido de fútbol –afirmó Guardiola en su despedida ante la prensa-. Día a día, partido a partido, cada tres días. Hizo algo único. Sólo puedo decirle que muchas gracias por llevar al Barcelona a otro nivel, a dominar al mundo durante una década, él y sus compañeros”.

Por su parte, Messi aclaró en su cuenta de Facebook que no estuvo “para que las cámaras no buscaran los rostros de pena de los jugadores y no quise demostrar”. En la fecha 37 de la liga, le marcó cuatro goles al Espanyol, le apuntó con el dedo en el primero como dedicatoria, pero ya corrió a abrazarlo al banco en el cuarto y le dijo “Gracias por todo” al oído. Luego, fue el autor del segundo gol en el 3-0 al Athletic de Bilbao de Marcelo Bielsa con el que terminó el ciclo.

Hoy, no mantienen un contacto fluido. Se vieron brevemente en la ceremonia del Balón de Oro de la FIFA en 2013 y el 7 de mayo de 2015 Guardiola pudo presenciar en vivo y como entrenador del Bayern Munich, el brillante partido de Messi cuando el Barcelona le ganó 3-0 en el Camp Nou y el argentino dejó sentado en el piso al defensor Jerome Boateng. En la conferencia de prensa del día anterior, el DT catalán ya había advertido sobre su ahora rival que “no se lo puede parar, es imposible”. La revancha de Munich había comenzado mejor para los alemanes pero dos jugadas de Messi y asistencias de Luis Suárez terminaron en un doblete de Neymar y aunque los locales pudieron dar vuelta el marcador, no les alcanzó para el pasaje a la final de Berlín.

Messi y Guardiola volvieron a enfrentarse por la Champions en 2016/17 cuando el DT catalán ya dirigía (como hasta ahora) al Manchester City y por la fase de grupos. En la primera cita en el Camp Nou, el argentino marcó un triplete en el rotundo 4-0 para el Barcelona y en la vuelta volvían a ganar los azulgranas 1-0 con otro gol del argentino pero los ingleses acabaron venciendo por 3-1.

Fue en aquella oportunidad cuando Messi le dijo a Ferrán Soriano, ex dirigente del Barcelona y ahora en el club inglés, que Guardiola “es macanudo, porque es duro, pero justo. Con él fue espectacular, más allá de lo que sabe como técnico y de que es un fenómeno por cómo analizaba los partidos y los preparaba. No creo que haya otro entrenador como él”.

El director técnico catalán parece tener muy claro lo que significa Messi: “A veces nos olvidamos de que lleva el peso de ser el mejor jugador del mundo, de todos los tiempos, que tiene un país detrás y un club que espera que gane el partido. Y eso cada día. Yo pienso que es el mejor de la historia por esta razón, por la continuidad de las cosas que ha hecho. Estoy convencido de que Cruyff cambió el fútbol, Pelé por supuesto, Maradona, pero los tiempos son otros. Este tipo tiene una capacidad de convertir, con los tiempos que corren, cincuenta, sesenta goles y aparecer en todos los partidos, cada día.. Más allá de los títulos que ha ganado, a mí no me cambiará la opinión gane o no gane un Mundial. Tengo una increíble gratitud con el jugador más extraordinario que he visto en mi vida. Más que por los títulos que nos ayudó a ganar con el Barcelona, por ayudarme a mí, personalmente, a ser mejor entrenador, y ayudarme a ir a Alemania, y luego, a Inglaterra”.

Acaso cuando se vean en el Parque de los Príncipes, uno jugando para el PSG y el otro dirigiendo al Manchester City, ahora ya sin el Barcelona de por medio, se den un abrazo tímido, pero ambos saben cuánto se respetan y se estiman y cuánto añoran aquellos tiempos de gloria, en los que se potenciaron mutuamente hasta llegar a la cima.

Con otros jugadores, Guardiola apostaba a juntarse fuera de las instalaciones del club, o los llevaba a comer. Con Messi, entendió que el mejor lugar para dialogar era el vestuario
Con otros jugadores, Guardiola apostaba a juntarse fuera de las instalaciones del club, o los llevaba a comer. Con Messi, entendió que el mejor lugar para dialogar era el vestuario

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