Luis Enrique, la estrella que pasó del Real Madrid al Barcelona, logró revertir un choque con Messi como DT y sueña con ganar la Eurocopa con España

Polémico y de espíritu ofensivo, el ex mediocampista y entrenador del conjunto culé llevó a los ibéricos a la semifinal del certamen continental, donde se miden ante Italia

Compartir
Compartir articulo
El ex volante, con extravagantes anteojos, conversa con De Gea en la práctica de España (REUTERS/Sergio Perez)
El ex volante, con extravagantes anteojos, conversa con De Gea en la práctica de España (REUTERS/Sergio Perez)

Aunque ahora disfruta de la llegada de su equipo, España, a la semifinal de la Eurocopa ante Italia en Wembley, Luis Enrique no lo pasó tan bien en su camino hasta llegar al torneo porque tuvo que pedir una licencia de 16 meses para acompañar a su hija de nueve años en el proceso de una enfermedad que la llevó a la muerte, y al regresar apartó a su segundo, Robert Moreno, que le planteó que quería ocupar su lugar en el actual torneo europeo.

La vida de Luis Enrique está llena de polémicas. Sus enfrentamientos con la prensa son permanentes -y en algunos casos, con respuestas antológicas-, es uno de los pocos casos de jugadores que pasaron directamente del Real Madrid a Barcelona para quedar identificado de por vida con el club catalán, y ya como entrenador, está marcado por su choque con Lionel Messi cuando comenzó a dirigirlo en 2014 -si bien terminaron en los mejores términos- o sus problemas en el corto período en el que estuvo a cargo de la Roma del que, de todos modos, sostiene que es el que más lo hizo crecer en su profesión.

El partido de hoy contra Italia le trae a Luis Enrique recuerdos muy especiales y para nada agradables de cuando la enfrentó como jugador por los cuartos de final del Mundial 1994 y recibió un codazo del lateral del Milan Mauro Tassotti, que lo hizo sangrar pese a lo cual, el árbitro Sándor Puhl no cobró la falta y la selección española fue eliminada al caer 2-1 sobre el final.

Su historia deportiva acumula muchos éxitos desde muy joven, cuando ganó la medalla dorada olímpica en los Juegos de Barcelona 1992 en una selección española que contaba con figuras como Albert Ferrer, Kiko Narváez o Josep Guardiola (uno de sus mejores amigos en el ambiente), para seguir cosechando títulos en el Real Madrid y en el Barcelona. Pelé lo consideró entre los mejores cien jugadores del Siglo XX, y ya como entrenador, fue galardonado como el mejor del mundo en 2015 por el Instituto de Historia y estadística del Deporte (IFFHS).

Luis Enrique Martínez García nació en Gijón, Asturias, el 8 de mayo de 1970 y comenzó a jugar al fútbol sala en el colegio Elisburu para pasar pronto a las categorías infantiles del Xeitosa, un club de más de cuarenta años de historia que defiende la filosofía de la posesión de pelota para llegar al gol y que siempre le suministró al Sporting a sus jugadores más prometedores, como también ocurrió con el defensor Abelardo, que terminó en el Barcelona y la selección española o con el delantero Salva.

En el Xeitosa, Luis Enrique tuvo como entrenador a un gran formador de jugadores como José María Fernández de Brito. Descartado en principio por el Sporting, a los 14 años se fue a jugar al club La Braña. Su director técnico de ese tiempo, Ismael Fernández, lo recuerda como “muy delgado, con piernas muy flacas y de enorme carácter, que estudiaba en la escuela ‘Revillagigedo’ y llegaba a los entrenamientos con sus sándwiches en la mochila”.

“No se arrugaba nunca, nunca tenía miedo a nada, se ponía en la barrera y donde hubiera que ponerse”, agrega Fernández, quien decidió nombrarlo capitán del equipo cuando había jugadores más veteranos “porque nunca faltó a un entrenamiento y era el que mejor entrenaba, el que más corría, el que más goles metía y el que más disfrutaba jugando”. Fue ascendido directamente al equipo de Primera a falta de una categoría “Cadetes”.

Fernández recuerda también que una tarde, cuando Luis Enrique tenía 18 años y recogía las pelotas del entrenamiento para meterlas en una bolsa, le aseguró que se convertiría en futbolista. “¿Creés que algún día podrá jugar en la Tercera División con el Sporting?”, le preguntó el joven. “No, no, vas a ser futbolista profesional”, le dijo entonces su director técnico. A los pocos días, fue convocado a la selección asturiana para disputar un partido en el estadio “El Molinón” ante otro equipo territorial. Aquella tarde marcó tres goles: un remate, una chilena y un cabezazo.

Aquella vez, el teléfono de Ismael Fernández no paró de sonar. “Me llamaron del Espanyol y el Valladolid, interesados por él, pero nuevamente irrumpió el Sporting Gijón para llevárselo para su equipo filial. De todos modos, Luis Enrique ya figuraba en la agenda del Real Madrid y del Barcelona”.

Su debut en Primera con la camiseta del Sporting se produjo el 24 de septiembre de 1989 ante el Málaga en “El Molinón” aunque tomó mayor continuidad desde la temporada 1990/91 con Ciriaco Cano como entrenador, cuando marcó 14 goles. Uno suyo, en la última fecha de la liga, clasificó a su equipo a la Copa UEFA. Fue nada menos que ante el Valencia en Mestalla y ganaron 1-0.

Luis Enrique y Messi en el Barcelona. Tras un mal inicio, la Pulga lo destacó como uno de los mejores entrenadores que tuvo en Cataluña (AP)
Luis Enrique y Messi en el Barcelona. Tras un mal inicio, la Pulga lo destacó como uno de los mejores entrenadores que tuvo en Cataluña (AP)

El Real Madrid lo contrató para 1991/92 en 250 millones de pesetas (1,5 millones de euros) y en su ciclo en este club ganó una Liga, una Copa del Rey y una Supercopa de España. En sus primeros tiempos no le fue demasiado bien. Tanto Radomir Antic como luego Benito Floro, sus entrenadores, lo utilizaban como lateral o como interior, que no eran su función (lo suyo era el juego ofensivo). Todo cambió cuando llegó Jorge Valdano al banco de suplentes y lo adelantó por la banda derecha.

En 1994/95 convirtió un gol al Barcelona en el recordado 5-0 para Real Madrid y fue campeón de liga, pero al año siguiente el club entró en una crisis institucional y deportiva y la dirigencia ya lo tenía apuntado junto con Manuel Sanchís, Iván Zamorano y Miguel González, “Michel”, y cuando se enteraron de que tenía todo arreglado para seguir su carrera con el Barcelona, el entrenador Arsenio Iglesias recibió la orden de ya no incluirlo en el equipo.

Tras uno de los últimos partidos que jugó, el entonces presidente blanco, Lorenzo Sanz, descargó la ira sobre algunos jugadores concretos. “No doy nombres y nunca los daré para no desestabilizar, pero sentí toda la vergüenza del mundo. Me hubiera gustado ponerme la camiseta y saltar yo al césped. Esta temporada ya está perdida y puedo asegurar que el equipo que hemos visto hoy no es el que tendremos en el futuro”.

Al terminar la temporada en el Real Madrid, Luis Enrique pasó a su archirrival, Barcelona para 1996/97, en uno de los pocos casos de cambio directo de una camiseta a la otra. El entrenador era el inglés Bobby Robson y José Mourinho –con quien dice tener hoy una relación “maravillosa”- formaba parte del plantel, en ese momento como traductor.

Luis Enrique se reencontró allí con su coterráneo del Sporting Gijón, Abelardo Fernández y con su amigo y compañero de la selección española, Josep Guardiola. En esa temporada marcó 17 goles y ganó varios títulos pero no la liga española, aunque todo cambió desde el año siguiente, cuando se hizo cargo del equipo el holandés Louis Van Gaal y él terminó resultando fundamental como volante, con 18 goles convertidos y el título de liga que repitió en 1998/99. Se retiró el 16 de mayo de 2004 en un partido ante el Racing de Santander en una época de reconstrucción del club luego de que en 2003 Joan Laporta asumiera después de 25 años de Josep LLuis Núñez en el poder y cuando ya el entrenador era el holandés Frank Rikjaard y Lionel Messi asomaba como futuro crack. En el Barcelona ganó dos ligas, dos Copas, una Supercopa de España, una Recopa y una Supercopa de Europa.

También como jugador tuvo mucha participación en la selección española, con 62 partidos. Además de la medalla dorada en los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992, pudo jugar tres Mundiales (1994, 1998 y 2002) y una Eurocopa (1996). En el Mundial de Estados Unidos 1994, un gol suyo ante Suiza le dio a su equipo el pase a los cuartos de final y en esta instancia, ante Italia, recibió un codazo de Tassotti que le rompió el tabique nasal, pese a lo cual el árbitro húngaro Sándor Puhl no marcó el penal y “La Roja” quedó eliminada al caer 2-1 sobre el final del partido ante los de Arrigo Sacchi, que luego serían finalistas ante Brasil.

A partir de esta polémica jugada, Luis Enrique y Tassotti estuvieron catorce años sin hablarse y para el lateral italiano, con una suspensión de siete partidos basada en el video por primera vez en la historia del fútbol internacional, esa acción fue el inicio de su ocaso como futbolista.

Incluso, Luis Enrique ironizó cuando España e Italia tuvieron que medirse en la Eurocopa 2008 por los cuartos de final, al señalar que “tendremos ventaja porque Tassotti no jugará” y afirmó que “ojalá nos vengue (David) Villa –asturiano y del Sporting Gijón como él- y seamos semifinalistas”.

Sin embargo, más de una vez Luis Enrique señaló que si se encontrase a Tassotti “no le diría nada” y que “quizá con lo que pasó en 1994, él debería dirigirse a mí pero huyo de todo este tipo de polémicas y prefiero tener una mentalidad positiva y seguir adelante”.

Finalmente, el reencuentro se produjo en la temporada 2011/12, cuando Luis Enrique dirigía a la Roma y Tassotti era ayudante en el Milan en la Serie A. Antes del partido entre los dos equipos se dieron la mano, en una imagen que recorrió el mundo. Años más tarde, le reclamaron la camiseta ensangrentada cuando subastó algunas para la Fundación Ánima.

Su último partido en la selección española fue al caer ante Corea del Sur en un polémico partido por los cuartos de final del Mundial 2002, cuando su equipo fue eliminado. “Es el momento de dejarle el camino a las generaciones más jóvenes y ya lo tenía decidido. A la selección ya le di todo lo que le podía dar”, afirmó aquella vez. En total, convirtió 12 goles y en los distintos equipos, 160 en 647 partidos.

Su carrera como director técnico parecía seguir los pasos de su amigo Guardiola. Tal como él, comenzó en el Barcelona B en su reemplazo, en 2008, y en 2010 consiguió el ascenso a Segunda División, algo que el club no lograba desde hacía once años y en la temporada siguiente finalizó en la tercera colocación en la tabla, la mejor en la historia, y eso lo lanzó en su carrera internacional y en 2011/12 fue tentado para ir a la Roma, donde si bien no realizó una gran campaña, siempre dijo que ese paso “me convirtió en mejor entrenador”.

A Luis Enrique le tocó llegar a la Roma en tiempos turbulentos, con un nuevo dueño, James Palotta, que luego de tres décadas reemplazó a la familia Sensi. El club se desprendió de jugadores como Mirko Vucinic, Jerémy Ménez, Arne Riise y Phillippe Mexes y las nuevas incorporaciones recién se cerraron en la última semana del mercado (Miralem Pjanic, Simon Kjaer, Maarten Stekelenburg, Bojan Krkic y los argentinos Fernando Gago y Gabriel Heinze). La revolución fue tan grande que sólo permanecieron como titulares, de una temporada a la otra, dos símbolos del equipo, Francesco Totti y Danielle De Rossi (hoy en el cuerpo técnico de la selección italiana).

El comienzo no fue bueno (quien iba a ser su ayudante, su compatriota Iván de la Peña, se bajó a último momento) y ya lo condicionó, cuando en los playoffs para la Europa League fueron eliminados por el Slovan Bratislava eslovaco. Al terminar la temporada, la Roma estaba séptima en la Serie A y aunque tenía un año más de contrato y el director deportivo Franco Baldini le pidió que se quedara, prefirió irse “por agotamiento”. “Es una persona que vive intensamente su trabajo, por lo que los resultados han influido mucho”, dijo el italiano.

Una de sus mayores frustraciones fue la lesión de Daniel Osvaldo, contratado en enero de 2012 al Espanyol en el mejor momento de funcionamiento del equipo y cuando quien ocupaba el puesto como titular, Marco Boriello, partió a la Juventus y se quedó sin gol en el momento menos oportuno. Tampoco Bojan rindió como se esperaba y no fue el del Barcelona y terminó enfrentado a los hinchas, mientras que Stekelenburg no fue el arquero que llegó a la final del Mundial de Sudáfrica y el recién llegado Erik Lamela tampoco terminaba de redondear buenas actuaciones.

Otro de sus problemas fue, como en sus tiempos de jugador, la tormentosa relación con los medios de comunicación y su enfrentamiento con Totti, la figura del equipo. Cerca del final de la temporada, al caer ante Fiorentina (1-2), dijo a los periodistas “podéis estar tranquilos, queda un día menos para irme de aquí” a lo que un medio respondió al día siguiente “Lucho, tenés razón, toda la culpa es tuya”.

Pese a la crisis, el director deportivo Baldini insistió en que Luis Enrique “no ha fracasado” y destacó que según encuestas y estadísticas que manejaba el club, el equipo “es el tercero en calidad de juego en el Calcio”.

Luis Enrique y Robert Moreno, su ex asistente, quien intentó quedarse como entrenador principal en "la Roja"
Luis Enrique y Robert Moreno, su ex asistente, quien intentó quedarse como entrenador principal en "la Roja"

Con el paso de los años, Totti admitió que Luis Enrique “no lo hizo muy bien en la Roma, pero tampoco tenía equipo para ganar” e ironizó que ya lo había enfrentado como jugador en el pasado “y me había dejado su sello: cinco puntos de sutura en la pierna”.

En cambio, De Rossi, que terminó su carrera en Boca y lo enfrentará hoy como parte del cuerpo técnico de Roberto Mancini en la selección italiana, sostuvo que Luis Enrique “me hizo comprender que el entrenador es siempre la figura más importante de un grupo” y que “es uno de mis dos referentes como DT junto con Antonio Conte”.

Fue tal su agotamiento al terminar la temporada con la Roma, que se tomó la temporada 2012/13 como año sabático para regresar en 2013/14 al Celta de Vigo, con el que terminó en un aceptable noveno lugar en la Liga y la sensación de buen fútbol en el equipo.

Su gran oportunidad llegó para la temporada 2014/15 cuando fue convocado por el Barcelona para reemplazar a Gerardo “Tata” Martino. Otra vez no le tocó una época fácil. El club entraba de a poco en una crisis institucional y llegaba de un año con apenas la Supercopa de España y tuvo que reordenar el vestuario con la llegada del uruguayo Luis Suárez desde el Liverpool, que se sumaba a Lionel Messi y al brasileño Neymar en el ataque.

“Cuando vino Luis Suárez –recordó en una entrevista- la gran pregunta era cómo se iba a llevar con Neymar y Leo, que gracias a Dios fue la mejor relación que se pueda dar, pero cuando llegó, lo normal entre cracks es que no se lleven bien, por el asunto de los egos pero gracias a su calidad humana, vivimos una época bestial, en la época del tridente… un uruguayo, un brasileño y un argentino, je… tenemos para un buen cocido”.

Por si eso fuera poco, la relación con Messi atravesó un pico de tensión en los primeros días de enero de 2015 justo antes de uno de los partidos más difíciles, ante la Real Sociedad en Anoeta, donde el Barcelona venía perdiendo reiteradamente. El Barcelona estaba a cuatro puntos del líder, Real Madrid, se llegó a rumorear que en un entrenamiento, el argentino discutió en duros términos con el entrenador por un fallo en contra en un partido, con la intervención del psicólogo del grupo, Joaquín Valdés.

Messi apareció en el banco de suplentes ante la Real Sociedad, el Barcelona volvió a perder en ese estadio y eso llevó a tal tormenta institucional que el presidente Josep María Bartomeu se vio obligado a llamar a elecciones para fin de temporada y a la salida de Andoni Zubizarreta como director deportivo “por una pérdida de confianza”.

“Hasta que se solucionó todo hubo un tiempo de tensión que yo no busqué pero que apareció –admitió más tarde Luis Enrique-. Tuve que gestionar, pero a día de hoy sólo puedo hablar maravillas de Leo Messi como persona, de su responsabilidad, de lo que significó. Es evidente que un jugador como él está sujeto a una presión como ninguno porque debe ganar siempre, a todo, y ser el mejor en todo”.

Pasados los primeros días, la tensión fue bajando con la intervención de los jugadores más experimentados del plantel como Gerard Piqué, Xavi Hernández- en su última temporada como futbolista- y Sergio Busquets, para terminar ganando la Champions League a la Juventus y el Mundial de Clubes a River.

“¿Viste la película Matrix en la que la imagen se ralentiza y puedes hacer lo que quieres? Bueno, pues eso es Messi, sólo se lo vi a él, al único. Y un poco a Iniesta”, dijo años después Luis Enrique. Messi le devolvió las flores cuando le dijo a la emisora “Rac-1” que “Guardiola es el mejor DT de todos los que tuve, y Luis Enrique, muy cerquita”. En ese año 2015, ganó el premio al mejor entrenador del mundo, superando a su amigo Guardiola, entonces en el Bayern Munich, por 165 votos a 86.

Hasta que se fue del Barcelona luego de tres temporadas en 2017, Luis Enrique ganó dos Ligas, tres Copas del Rey, una Supercopa de España, una Champions, una Supercopa de Europa y un Mundial de Clubes. “Siempre pienso en cualquier sorteo de cualquier competición, y lo digo en serio, en la poca suerte que tiene el que le toque el Barça. Si fuera un entrenador de cualquier equipo y me tocara el Barça diría ‘vaya, coño’”.

Al terminar este ciclo, se tomó otro año sabático. “Cuando comenzó la tercera temporada, yo ya les dije a los dirigentes que me buscaran sustituto para la siguiente porque aunque me era más cómodo quedarme, yo siempre pensé que los jugadores ya necesitaban que viniera otro a contarles las cosas de otra manera, honestamente, porque yo creo que el mensaje se agota y entonces se iban ellos o me iba yo, y siendo ellos el plantel que eran, el que me tenía que ir era yo”.

Más allá de su salida, su identificación con el Barcelona es definitiva. “Para un jugador del Barcelona siempre es gratificante sentirse silbado en el Santiago Bernabeu”, sostuvo, como también, que “me veo en figurillas y hasta me siento raro de blanco en televisión. Creo que el azulgrana me queda bastante mejor”, para admitir que su época como jugador del Real Madrid “no me trae buenos recuerdos”.

Otro tema que lo desgastó fueron sus nuevos y constantes cruces dialécticos con la prensa, especialmente con el actual conductor del popular programa televisivo “El Chiringuito de Jugones”, Josep Pedrerol, que continúa hasta hoy. Sus enojos monumentales son frecuentes. Cuando le citan lo que acaba de decir un jugador suyo al terminar un partido, suele responder que “no me creo mucho las entrevistas que hacéis a un futbolista que acaba de jugar a 200 por hora por las pulsaciones, para hacer una valoración de lo que ha sucedido adentro”.

Tras un año sabático en 2017/18, le llegó el momento de dirigir a la selección española y como de costumbre, en medio de un clima complicado. Tras tres décadas de Ángel María Villar como presidente de la Federación Española, había asumido el ex futbolista Luis Rubiales, y con el ex arquero José Molina como director deportivo y “La Roja” venía de un flojo Mundial de Rusia en el que había sido dirigida interinamente por Fernando Hierro luego de que en los días previos fuera despedido Julen Lopetegui por blanquear su firma de contrato con el Real Madrid para la temporada 2018/19.

“No vivimos en una burbuja y sabemos que él ha tenido problemas con la prensa”, admitió Rubiales, aunque Luis Enrique sostenga que “el elogio debilita”. Los otros candidatos eran “Michel” (Miguel González), Quique Sánchez Flores y hasta Roberto Martínez, que ya estaba en la selección belga.

Sin embargo, el asunto se complicaría mucho más al enterarse de que su tercera hija. Xana, de 9 años, padecía de un cáncer y decidió alejarse de la actividad futbolística para dedicarse por completo a su familia. Su debut como DT de “la Roja” se había producido nada menos que ante Inglaterra en Wembley por la nueva Liga de las Naciones de la UEFA y España se impuso 2-1 (Rashford para Inglaterra, Saúl y Rodri para España).

Luis Enrique y el festejo alocado tras el triunfo de España ante Croacia. Armó un plantel joven, comandado por Sergio Busquets, dinámico y de buen pie (REUTERS/Wolfgang Rattay)
Luis Enrique y el festejo alocado tras el triunfo de España ante Croacia. Armó un plantel joven, comandado por Sergio Busquets, dinámico y de buen pie (REUTERS/Wolfgang Rattay)

En aquella oportunidad, afirmó que quería vigor y contundencia en las dos áreas y mucho no le creyeron cuando en los días previos dijo que España iría a buscar el partido, a atacar y a presionar. Aquella vez, Inglaterra –dirigida ya por Gareth Southgate- presentó un equipo con varios de los jugadores que ahora participan de la Eurocopa.

Tras la muerte de su hija, Luis Enrique quiso regresar como entrenador y recibió la oferta de la Federación Española para regresar a la selección española en noviembre de 2019, y allí tuvo un desencuentro con su asistente Robert Moreno, quien había quedado a cargo del equipo y logró clasificarlo para la Eurocopa 2020 con siete triunfos y dos empates en su ciclo.

“Hoy es un día especial para mí –comentó al reasumir en el cargo- y me atrevería a decir que para mi familia también porque vuelvo a casa, a la Selección y a terminar un proyecto que inicié en su momento. No me gustan las polémicas, pero me veo obligado a decir que esas polémicas las generó una persona que trabajó conmigo durante muchos años dentro de mi staff. El desencuentro con Robert Moreno fue el 12 de septiembre en mi casa, que fue la única vez que tuve contacto con él y percibí claramente que él quería dirigir en la Eurocopa y me confirmó que si yo quiero, luego él vuelve a mi lado como segundo entrenador”.

“Desgraciadamente, no es una cosa que me tome de sorpresa –afirmó Luis Enrique en conferencia de prensa-. Lo veía venir y a fuerza de ser sincero, entiendo que le haga ilusión de ser el DT de la selección, que es la oportunidad de su vida, que ha trabajado mucho. Ser ambicioso es una cualidad a valorar en esta sociedad, pero para mí es desleal. Yo jamás haría eso. Y no quiero a nadie con esas características en mi staff. Es así de sencillo y claro. La ambición desmedida y exagerada no es una virtud, es un gran defecto y en esa reunión le dije a Moreno que ya no lo veía más como mi segundo y que me siento fuerte, que tengo ganas de trabajar y no sé cuándo lo haré y aclaro que jamás llamé a la Federación ni dejé que ningún tercero lo haga a mi nombre para ofrecerme para dirigir a la selección. No estoy orgulloso de cómo terminó todo esto y 2019 no será un buen año, así que espero remover la basura y pensar y mirar hacia adelante”.

Enfocado completamente a su trabajo en la selección española desde fines de 2019 –aunque Guardiola lo haya recomendado a Laporta para el Barcelona cuando parecía que Ronald Koeman no iba a seguir-, advierte a sus actuales jugadores que “compararse con la generación que ganó el Mundial puede llevar a equivocaciones” y comenta que si bien como entrenador “soy más tranquilo que cuando jugaba porque si uno está excitado no puede transmitir las cosas bien a los futbolistas”, reconoce que de jugador “era más feliz que como entrenador”.

También aclara que en la intimidad de los vestuarios es más jovial de lo que parece. “Soy más bien partidario de los buenos ambientes y con música que de los silencios” y que en varias ocasiones planteó a sus jugadores salidas con sus familias en la espera de los partidos. “Soy muy de la broma”, desveló, aunque admite que “en cada vestuario, hay, como mínimo, un gilipollas y eso ya viene de mi época de jugador”.

Admirador de Guardiola, muchos lo señalan como continuador de su línea. “Pep es el mejor entrenador de todos porque ha conquistado infinidad de títulos, porque me gusta cómo lo ha hecho con un fútbol de ataque siempre donde estuvo porque es capaz de adaptarse a cualquier país, hablar en otro idioma, a veces siendo éste muy difícil, y transmitir lo que él quiere, y porque es amigo mío y yo pienso que mis amigos son los mejores”.

Yo soy un ganador nato –se autodefine-. Lo he sido siempre así, y para ganar hay que jugar bien. No me importa a quien le guste, no me importa nada dejar un bagaje como entrenador. Yo quiero ganar, pero gano si estoy convencido de que juego bien”.

Casado con Elena Cullell en 1997 (con quien tiene dos hijos, Pacho -22- y Sira -20-), ella lo acompaña en todos los partidos de la selección española, vestida con la camiseta. “Mi mujer me lo critica todo –suele decir-. Ante todos los elogios que me puedan hacer, mi mujer me pone en mi sitio y se acabó el problema”.

Sostiene que en su casa “intento ser un buen padre” y dice que por eso mismo lamenta cuando los padres presionan a los chicos para llegar lejos en el fútbol. “A los padres les diría que formen personas, con valores. Tienen que tratar de que sean felices, no futbolistas”, y sorprendió cuando indicó que si bien el fútbol “es mi vida”, también “podría estar años sin dirigir a nadie mientras pudiera seguir practicando deporte y viajar con mi familia”.

SEGUIR LEYENDO: