‘Entre plumas y espadas’: un proceso de catarsis de las víctimas del conflicto armado en el Catatumbo

En el marco de la Feria Internacional del Libro (FILBo), 19 víctimas del conflicto presentaron un compilado de poemas que relatan la otra cara de la violencia en Colombia

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Conversatorio sobre memoria territorial y liderazgo social con cuatro líderes sociales del Catatumbo.
Foto: Comisión de la Verdad
Conversatorio sobre memoria territorial y liderazgo social con cuatro líderes sociales del Catatumbo. Foto: Comisión de la Verdad

“Nosotras no parimos hijos para la guerra; sin embargo, somos invisibles ante todos esos escenarios públicos donde se construye lo que llamamos paz”; esas fueron las palabras de Martha Mora, poeta, lideresa social y víctima del conflicto armado en Colombia. Para ella, las mujeres tienen un papel invisibilizado en la historia y cree firmemente que a las actuales heroínas se les puede escuchar — o más bien leer — a través de la poesía.

‘Entre plumas y espadas’ es una obra que recopila los poemas de 19 víctimas del conflicto armado en el Catatumbo. A pesar de que cualquiera puede participar del proceso literario, las mujeres han sido particularmente exaltadas en la presentación de este poemario en el marco de la Feria Internacional del Libro de Bogotá (FILBo). “Estamos recuperando la voz de las mujeres en la historia”, resaltó Mora.

En diálogo con Infobae Colombia recordó el legado que dejaron mujeres como Mercedes Ábrego y Policarpa Salavarrieta y encontró una similitud con las actuales lideresas en el Catatumbo. “Las están acallando con balas, pero son las mismas heroínas de antes — manifestó Martha Mora —. Ahora lo vamos a decir, no con espadas, no con fusiles, sino con plumas como poetas”.

Aunque no fue para nada sencillo. Escribir es un reto enorme cuando de poesía se trata y más para quienes participaron en la iniciativa pues apenas si sabían leer. “Yo soy medio analfabeta, soy muy burra”, le decían a Martha cuando inició el proyecto; sin embargo, eso no la detuvo. “Empiezo un ejercicio de profesora por WhatsApp, en los horarios que ellos me decían”, explicó la poeta, quien se quedaba hasta altas horas de la noche escuchando el llanto, resultado del dolor que provocó el conflicto en ellos.

Carmen Helena García fue una de esas víctimas que, con la ayuda de Martha, logró escribir sus propios poemas e incluso declamó uno de ellos durante el encuentro en la FILBo: “Si estabas en la lista, la sentencia era inevitable / animales parecíamos, vacas enfiladas, camino al matadero. / Nuestra vida se recogía, en el renglón de un cuaderno / nuestros pasos por la tierra, detenidos en un suspenso”.

García ha sido desplazada cinco veces del municipio de Tibú y en ese poema en particular cuenta cómo los paramilitares llegaron, en 1999, con cuaderno en mano con los nombres de quiénes iban a matar. “Ellos intentan asesinarme; por eso soy discapacitada de las manos”, comentó la víctima a este medio, mostrando su dificultad para moverlas. Y lo peor es que su historia no termina allí: “Soy una de las esposas de los ‘falsos positivos’ del Ejército Nacional”, sentenció Carmen y recordó que duró más de ocho años escondiéndose de la persecución militar, después de que mataran a su pareja en 2006.

Un capítulo previo: ‘El cáliz de mi sangre’

El poemario que recopila el dolor de las víctimas empezó por la propia historia de Martha Mora, con su primer libro ‘El cáliz de mi sangre’. “Empiezo a escribir muchísimas cosas que eran producto de mi rabia, de mi desconsuelo, pero también de mi dolor. Me parecía demasiado injusto el acto violento por el que acababa de pasar”, expuso la poeta.

Martha se va de Colombia después de que los paramilitares mataran a su esposo por no pagar la famosa ‘vacuna’ que operaba en Norte de Santander, el 16 de julio del año 2000. La lideresa deja a sus hijos con su madre y huye hacia Venezuela, llena de miedo; pero cuando empieza a escribir “lo que salía era mi dolor y después de leerlo, me fortalece”.

Con un blog de notas en mano, donde escribía sus poemas, regresa al país por trocha y decide presentar sus escritos ante la Fiscalía General de la Nación.

— No mija, eso no me sirve de nada. No tiene cifras, yo no veo nada — le dijo a Martha uno de los funcionarios de la entidad.

— Pero es que yo no soy la Fiscalía, yo no vine a traerle datos. Yo estoy hablando de un proceso de catarsis que estoy haciendo. Quiero que sepan que lo que pasa es real; que no son cifras, son personas.

A pesar de que la Fiscalía no le presta atención a sus palabras, la historia fue diferente con la Defensoría del Pueblo. “Una doctora empezó a ver los textos y le gustó — comentó Mora —. Ella se los empieza a mostrar a todo el mundo y la gente comienza a sacarle copia a mis poemas”. Solo bastaron unas semanas para que la entidad decidiera llevar a Martha a un conversatorio de víctimas en el Meta, donde declamó los versos que harían parte de ‘El cáliz de mi sangre’.

“Cuando yo bajo del conversatorio empezaron a decirme: ‘eso fue hermoso, venga le cuento lo que a mí me sucedió'”, dijo Martha y seguido a ello escuchó las historias de otras víctimas. Cuando se devolvió a Norte de Santander no hallaba qué hacer. “Ya no era la única que sufría; había un montón de madres sufriendo, un montón de viudas, un montón de huérfanos”, advirtió la escritora y empezó a poner en palabras lo que le transmitieron en aquel encuentro. “Empieza un compilado de sentimientos que tenían que ser publicados”, añadió.

Actualmente, la escritora tiene la Fundación de Artes Empíricas, con la que se propuso recorrer no solo el Catatumbo sino todo el país, enseñando esa manera de hacer catarsis a través de la poesía. “No es solo a las mujeres, sino también a los jóvenes, a los hijos que quedaron, a aquellos por los que estamos obligadas a sanar”.

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