
La historia acerca del redescubrimiento del paternóster al parecer más antiguo del mundo comienza casi como una película de Indiana Jones: hace cuatro años, un joven historiador del arte descubrió en Hamburgo, Alemania, más o menos por casualidad y durante sus investigaciones para una ponencia universitaria, una imponente pieza de la antigua tradición de elevadores. El doctorando Robin Augenstein se topó en sus investigaciones con un viejo plan de construcción del Flüggerhaus de Hamburgo, un edificio de oficinas comerciales histórico con toques de Jugendstil de 1908. Y de esa forma descubrió que contaba con un paternóster, oculto durante más de cuatro décadas tras un revestimiento de fibra dura. Los paternóster, creados a finales del siglo XIX, son elevadores cíclicos que consisten en una cadena giratoria en constante movimiento en la que están ubicadas las cabinas, que nunca se paran. Entusiasmado, el investigador de 28 años buscó de inmediato contactar con quien alquilaba el edificio y con la Oficina de Protección de Monumentos Históricos, y pudo convencer a las personas a cargo de su idea. "Bajamos con linternas al sótano y de repente nos encontramos ante estas ruedas dentadas", recuerda Augenstein con un entusiasmo aún perceptible. Ya tan solo la mecánica en este edificio de seis pisos y cercano al puerto, similar a la de un reloj, parece salida de un cuento. Gracias a su compromiso, este paternóster olvidado fue sacado del letargo tras muchos años. Ahora, después de haber sido restaurado y puesto a punto, es considerado el paternóster original posiblemente más antiguo conservado en todo el mundo. El objetivo de este tipo de elevadores era estar en movimiento constante para que las personas no perdieran tiempo esperándolo. La idea era que estos elevadores se deslizaran suavemente, como un rosario en la mano de un creyente. De ahí su nombre, paternóster (padre nuestro). Diez ruedas dentadas de acero fundido macizo, una de ellas de 1,50 metros de altura, impulsadas por la electricidad, forman la base del sistema con dos gruesas cadenas que suben en paralelo hasta el piso superior. De ellas cuelgan 14 cabinas de caoba, para dos personas cada una. Cada piso cuenta con marcos de acceso ornamentados. "Este es más bien un modelo estándar, pero es un paternóster especialmente bonito y por su forma de construcción único en Alemania", explica Augenstein, que defiende el valor de estos antiguos elevadores como monumentos históricos. "La mayoría de los alrededor de 20 paternóster que aún funcionan en Hamburgo ya no conservan su estado original. En muchas ocasiones, el roble, la caoba o las maderas blandas fueron reemplazadas por plástico, lo que hizo que perdieran su encanto y su valor histórico", señala. Al ser considerado el paternóster conservado más antiguo del mundo, el elevador del Flüggerhaus destronó al de la Casa de la Industria de Viena, de 1910. A esto se sumó que, en el entretiempo, un inversor, Signa Real Estate, compró el antiguo edificio de oficinas y lo renovó. La empresa se mostró dispuesta a renovar también el paternóster en colaboración con las autoridades y los institutos de verificación y asumir los costos de algunos cientos de miles de euros. Es así como las personas que alquilen oficinas allí y sus empleados podrán experimentar esta forma única de desplazarse y admirar la belleza de su escalera decorada con mayólicas. Para los trabajos, como el desmontaje de las cabinas llevado a cabo en enero, su reinstalación y la restauración de todas las piezas, la empresa de Hamburgo convocó a una empresa especializada de las cercanías de la ciudad de Stuttgart. "Primero desmontamos los revestimientos de madera para comprobar el desgaste, la corrosión y las piezas mal reparadas", explica su joven jefe Patric Wagner. "Aprovechamos también para retirar todas las cabinas con sus 250 kilos cada una. Para ello se necesitaron cinco hombres, con polipastos eléctricos de cadena, y realmente un gran trabajo de precisión y sensibilidad. Fue intenso", reconoce. Incluso las brocas más caras y mejor recubiertas de cobalto se desafilaron al retirar los bordes de fundición remachados de las cabinas de madera. A continuación, un camión de 40 toneladas transportó las cabinas a Aichwald, cerca de Stuttgart, para su restauración. Los especialistas corrigieron lo que se fue arruinando con el tiempo y colocaron luego las cabinas en un baño químico para quitarles las distintas capas de barniz. Así descubrieron que debajo de las numerosas capas había un número de modelo de la Oficina Alemana de Patentes y Marcas. A continuación, las cabinas se limpiaron con chorro de arena y se volvieron a soldar y barnizar. Su reinstalación en Hamburgo comenzó a fines de febrero, después de poner a punto los engranajes y cadenas en el edificio mismo. "Son increíblemente compactos y de construcción sólida. Y con un mantenimiento regular con aceites especiales, es difícil que se rompan en el futuro", afirma entusiasmado Wagner, ingeniero mecánico de formación. Asegura que él también se sintió desafiado ya que quería demostrar que el elevador podía ser reparado y, por lo tanto, conservado respetando su estilo e incluso el medio ambiente. "De momento, aún tenemos por delante un gran tramo de construcción que puede provocar mucha suciedad y algún que otro defecto", explica Wagner. Por eso, el acabado por parte de un restaurador de madera está previsto recién para septiembre. No obstante, el ascensor ya está operativo. "No le falta nada. La forma en que funciona ahora es la forma en que funcionó siempre", dice Augenstein en relación al apenas perceptible zumbido del elevador, que tarda cuatro minutos en recorrer todas las plantas. Sin embargo, debido a especificaciones técnicas, las cabinas se dotarán de techos y, además, se colocarán entre ellas unos llamados "delantales", una especie de cabinas huecas que tienen como fin que nadie pueda caer en el pozo. Para que sea posible observar esta tecnología antigua, las partes nuevas fueron fabricadas en plexiglás. "Se trata realmente del original y no de una réplica", indica el historiador de arte. La oficina de Cultura de Hamburgo señaló al ser preguntada al respecto por dpa: "Con el redescubrimiento y la renovación del paternóster en el edificio Flüggerhaus se pudo asegurar un interesante testimonio de la cultura de elevadores reinante en el temprano siglo XX de modo de ser conservado para las generaciones futuras. No se sabe de un procedimiento similar previo, al menos en los últimos 20 años". Augenstein cuenta que la ciudad hanseática fue alguna vez precursora de los paternóster. Alrededor del 1900, la ciudad contaba con más de 100 de ellos, mientras que en Berlín no había ninguno, debido a una prohibición de la Policía que regulaba la construcción que duró hasta los años 20. Hoy en día, Alemania cuenta con alrededor de 200 de estos paternóster operativos. En Hamburgo quedan otros ejemplares de estos elevadores, inventados en Londres en 1875, dignos de ver en el edificio Slomanhaus, sobre el puerto, y en la autoridad financiera sobre la plaza Gänsemarkt. Augenstein se muestra especialmente entusiasmado cuando habla de los elevadores en el edificio Haus des Reichs en Bremen, con sus cabinas art-déco de caoba, y en la ex fábrica de zapatos Salamander-Areal en Stuttgart-Kornwestheim. Al igual que todos estos edificios, el paternóster del Flüggerhaus no se convertirá en una gran atracción para los fans de estos ascensores, ya que su acceso no está permitido para el público general. Actualmente se evalúa ofrecer algunos viajes en el día en que la ciudad abre las puertas de sus edificios históricos al público. Debido a las disposiciones oficiales, cada usuario debería ser informado sobre la forma de uso del elevador y respetar algunas reglas al usarlo. Sin embargo, la leyenda que se lee en un cartel de metal sobre el revestimiento de madera claramente ya no tendrá vigencia: allí se lee que quien haga un mal uso del elevador deberá pagar una multa en marcos de oro. dpa