Una refugiada rohinyá transexual lucha por lograr una vida digna a través de la belleza

Compartir
Compartir articulo

Tanya es una refugiada rohinyá transexual y, pese a formar parte de una minoría en el seno de una comunidad perseguida, no baja los brazos y lucha por lograr una vida digna a través de su trabajo como esteticista.

Ella y su familia forman parte de los 750.000 rohinyás que huyeron de la persecución militar en Birmania y se refugiaron en el mayor campamento en Bangladés, donde hay 100.000 miembros de esta comunidad musulmana.

Decenas de miles de rohinyás viven en condiciones insalubres en el mayor campamento de refugiados del mundo, donde se amontonan en barracones construidos con bambú, tela y lona.

Pese a esta precariedad, se niegan a regresar a Birmania hasta que no hayan recuperado sus derechos civiles de los que fueron despojados durante su persecución, calificada como un "genocidio" por Estados Unidos.

Como la mayoría de rohinyás, Tanya aprendió su oficio de esteticista en un pueblo budista en Birmania.

"Desde que era muy joven, me gustaba vestirme y maquillarme como las chicas", explica a la AFP. "A mi familia no le gustaba eso. Mis hermanos solían golpearme. Se avergonzaban de mí".

- "Maldición demoníaca" -

Tanya reconoció su transexualidad en los primeros años de su adolescencia.

"Me decían que era una maldición demoníaca y un castigo de Alá", recuerda esta esteticista, de 22 años.

Tras llegar al campamento de Kutupalong, en Cox's Bazar (Bangladés), primero ayudó en la barraca familiar y luego fue contratada en un salón de belleza de la zona.

Allí se ganó la reputación "de mejor esteticista del distrito", afirma Salma Akter, una cliente del salón.

"Es una hijra (palabra utilizada en el Sudeste Asiático para designar al tercer género)", pero es muy buena", destaca Akter. "Vienen clientes de toda la región para sus cuidados faciales".

Su trabajo como esteticista representa un paréntesis en medio de su duro cotidiano, marcado por la precariedad del campamento y el acoso por parte de otros rohinyás.

Aunque Tanya gana poco su sueldo es superior al de la mayoría de refugiados.

Esto le sirvió para ganarse un cierto respeto por parte de su madre y hermanos, aunque siguen sin reconocer su identidad.

"Mi alma me dice que soy una mujer. No entiendo por qué los otros tienen un problema con eso", lamenta.

- Acusados de transmitir el coronavirus -

A Gul Bahar, una de sus hermanas mayores, de 39 años, le cuesta asumir que su hermana transexual "adopte actitudes de chica" y sigue llamándola por su nombre masculino.

"Cada vez que anda por la calle, la gente se burla de él. Incluso lo siguen hasta la puerta de nuestra casa para burlarse", afirma Bahar entre lágrimas.

"Me gustaría que volviera a ser como nuestros hermanos", añade.

Tras su llegada al campamento de Kutupalong, Tanya estrechó sus vínculos con los 300 miembros de la comunidad transexual, que sufren duras discriminaciones.

"Ha habido numerosos casos de rohinyás transexuales que sufrieron agresiones brutales", explica Dil Afrose Chaity, que ayuda a los rohinyás trans en Bangladés.

"Incluso los acusaron de transmitir el coronavirus en el campamento", lamenta.

str-sam/sa/gle/lth/ybl/mav/eb