Molino alemán mantiene viva la producción tradicional de pigmentos

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La artista Birgit Saupe mezcla sobre una mesada de piedra un color turquesa. En el molino de pinturas Kremer, en la localidad alemana de Aichstetten, se produce pigmentos de modo tradicional a partir de ingredientes naturales. Foto: Felix Kästle/dpa
La artista Birgit Saupe mezcla sobre una mesada de piedra un color turquesa. En el molino de pinturas Kremer, en la localidad alemana de Aichstetten, se produce pigmentos de modo tradicional a partir de ingredientes naturales. Foto: Felix Kästle/dpa

Ya sea en los bolardos de carreteras estadounidenses, en las canteras bávaras o en los huertos de cerezos junto al Lago de Constanza: David Kremer encuentra ingredientes para sus colores en los lugares más insólitos. "Uno nunca sabe lo que le espera cuando comienza la búsqueda", asevera este hombre de 38 años. "Simplemente se trata de recorrer la zona, hablar con la gente y buscar un pigmento", añade.

Kremer dedica tres meses al año a esta tarea. Al fin y al cabo, se gana la vida buscando pigmentos naturales: el molino de pinturas de Kremer en Aichstetten, un pequeño pueblo de 2.700 habitantes en el sur alemán, vende pigmentos de color a museos, artistas y restauradores.

El Louvre de París, el Museo Getty de Los Ángeles y el Vaticano son clientes de este molino ubicado en la región de Algovia. "La fábrica de pinturas Kremer es única en el mundo", afirma Patricia Brozio, portavoz de la Asociación de Restauradores (VDR) de Alemania. "Producen ellos mismos pigmentos antiguos, que rara vez están disponibles en esta forma".

En este variopinto molino harinero del siglo XVII se utilizan piedras de molino, hornos y cribas para producir pigmentos a partir de una gran variedad de materiales de todo el mundo: lapislázuli de Afganistán, plantas de índigo de la India, así como ocre de Amberg, en la región bávara del Alto Palatinado. 

"La extracción tradicional de ocre llevaba dormida desde hace décadas", explica Kremer. "Durante un aterrizaje en Múnich volviendo de Nueva York, descubrimos unas canteras de las que ahora podemos obtener y producir el rojo y el amarillo de Amberg".

Según Kremer, estas fuentes locales son especialmente importantes en tiempos de coronavirus. "La escasez de materias primas en la pandemia es un puro desastre", enfatiza Kremer. "Hay productos, especialmente de Asia y Estados Unidos, que se han encarecido un 40 por ciento de la noche a la mañana". 

Al mismo tiempo, prosigue, la demanda aumentó durante la pandemia: "Tuvimos entre un 30 y un 40 por ciento más de pedidos". Cuando varios de los cerca de 40 empleados de la fábrica contrajeron el coronavirus el año pasado, la mujer y los hijos de Kremer tuvieron que echar una mano en el departamento de envíos.

Otros fabricantes de colores para artistas informan de problemas similares. La empresa Schmincke Künstlerfarben, con sede en el estado federado de Renania del Norte-Westfalia, en el oeste alemán, informa que la demanda, sobre todo de clientes finales como artistas aficionados, volvió a aumentar en el segundo semestre del año pasado. "Por otro lado, los retos logísticos se han agudizado", añade la compañía, y argumenta que hay menos materias primas disponibles, los tiempos de entrega son más largos y los precios suben.

"El aumento de los proyectos durante la pandemia provino principalmente de los museos y del sector privado", afirma Brozio, portavoz de la asociación de restauradores. "Mucha gente no podía viajar y por eso desempolvaba sus objetos guardados en el desván y los entregaba para su restauración". 

Por el contrario, añade, las instituciones estatales aplazaron muchos proyectos porque no era posible reunirse con los restauradores en persona debido a la prohibición de los viajes de negocios.

Brozio señala que, sin embargo, los colores producidos tradicionalmente no se utilizan para todos los cuadros antiguos. "Para las restauraciones, utilizamos sobre todo materiales reversibles", acota, y explica que los colores deben poder retirarse la próxima vez que se renueve la pintura sin dañar el original. 

Según Brozio, para las cubiertas de los órganos o los altares, en cambio, se suelen utilizar colores originales, y que además hay también muchos artistas que simplemente quieren emplear "algo especialmente valioso" en sus obras.

Kremer explica que un gramo de pigmentos de color extraído de unos 10.000 caracoles púrpura cuesta en su molino 2.000 euros (aproximadamente 2.300 dólares estadounidenses). En los últimos años, sin embargo, los tonos neón han sido especialmente populares. "Es un poco como 'volver a los 90'", señala Kremer. "Pero estos colores son pura química", puntualiza.

El gerente de la empresa familiar disfruta a fondo sus viajes en busca de tintes naturales. De un periplo de dos semanas en Islandia, por ejemplo, volvió con tres pigmentos de tierra en rojo, amarillo y verde gracias a los buenos contactos con un alcalde local. Una vez en el molino, el material se muele tan pequeño que el ojo humano ya no puede distinguir los granos individuales: cuanto más fino es el polvo, más puros son los colores.

En busca de yacimientos mineros históricos, Kremer explora documentos científicos, libros antiguos y bares locales. Pero también atiende peticiones especiales de los clientes: por ejemplo, la de un artista suizo que solicitó pigmentos a partir de billetes. Por eso, para David Kremer, la empresa fundada por su padre sigue siendo una aventura: "Este lugar me ha fascinado desde niño".

dpa