Por Alexandra Valencia y Luc Cohen
SAN LUIS, Ecuador, 1 jul (Reuters) - En una mañana nublada de junio, dos docenas de trabajadores usando seis excavadoras despejaban una franja en un espeso bosque en las estribaciones del volcán Reventador en Ecuador, apresurándose en abrir una nueva ruta del oleoducto y así evitar que se repita uno de los peores derrames de crudo en décadas.
El suministro eléctrico del país andino también está amenazado. Cerca del lugar de las obras, la Corporación Eléctrica de Ecuador (CELEC) está invirtiendo cerca de 100 millones de dólares en estructuras para evitar que el río llegue a la captación de la central hidroeléctrica Coca Codo Sinclair, que genera un tercio de la energía del país.
El ducto SOTE, que transporta más de la mitad de la producción de los campos petroleros en la Amazonia, ha estado bajo la amenaza de la erosión del río Coca después del colapso en febrero del 2020 de la cascada San Rafael de 130 metros.
El derrame de petróleo ocurrió en abril pasado luego de que un deslizamiento de tierra, provocado por el avance serpenteante del río, dañó la tubería del SOTE, del ducto privado OCP y uno más pequeño para transportar productos refinados. Ecuador declaró fuerza mayor sobre sus exportaciones y las comunidades indígenas denunciaron problemas para pescar y cultivar.
Las carreteras y un puente cercano al río se han derrumbado y una docena de personas han sido evacuadas de sus hogares. Algunas permanecen en la zona escasamente poblada observando con nerviosismo el avance de la erosión.
Otro desastre ambiental también podría complicar los esfuerzos del recién instalado presidente Guillermo Lasso para reactivar la alicaída economía de Ecuador.
El mandatario ha prometido a duplicar la producción de crudo desde los niveles actuales de unos 500.000 barriles por día (bpd), que según el banco central representó más del 8% del Producto Interno Bruto (PIB) en 2020 y dos quintas partes de las exportaciones totales en el primer trimestre de 2021.
La estatal Petroecuador y la privada OCP Ecuador se han apresurado a construir variantes en las tuberías cada vez más alejadas del río. La que está actualmente en construcción es la séptima permanente de Petroecuador en el último año.
Pese a ello, la erosión ha continuado. Testigos de Reuters escucharon el rugido de tierra y árboles que caían al río mientras los trabajadores se preparaban para colocar las nuevas tuberías, indispensables para llevar petróleo a los puertos en la costa del Pacífico.
Las empresas afirman que los trabajos serán una solución permanente, pero algunos expertos tienen menos certeza. Cinco geólogos e ingenieros entrevistados por Reuters advirtieron que la erosión podría durar años en un camino impredecible.
"Dado lo que está sucediendo en la parte alta del río Coca, hay una amenaza de que esa infraestructura vuelva a ser afectada", dijo Emilio Cobo, ingeniero ambiental y oficial de programas del Consorcio para el Desarrollo Sostenible de la Ecorregión Andina con sede en Quito, una organización sin fines de lucro que busca proteger el ambiente.
CELEC está estudiando posibles nuevos sitios para el embalse de la central debido a que la erosión está a menos de 9 kilómetros de distancia. Además, prepara plantas termoeléctricas inactivas en caso de una emergencia, dijo el director del Comité Ejecutivo del Río Coca de CELEC, Roque Proaño.
"A MERCED DE LA NATURALEZA"
El llamado fenómeno de "erosión hacia arriba" se aceleró después del colapso de la cascada, ya que el río compensó la pérdida del salto erosionando materiales en su base y riberas aguas arriba, lo que ha provocado deslizamientos de tierra, dijeron científicos.
Eso condujo a una catástrofe dos meses después, cuando la rotura de los oleoductos derramó casi 16.000 barriles de petróleo en el río Coca. Los ductos SOTE y OCP dejaron de bombear durante tres semanas.
Desde entonces, Petroecuador ha gastado 11,2 millones de dólares en seis desvíos de su tubería, redirigiendo casi cinco kilómetros del ducto. Mientras que OCP Ecuador ha construido dos variantes permanentes y planea instalar dos más, además de estructuras temporales más pequeñas, con un costo total de más de 30 millones de dólares.
Si bien los dos oleoductos están transportando nuevamente unos 500.000 bpd, básicamente casi toda la producción del país, los desvíos construidos hasta ahora no han sido suficientes.
La séptima variante de 2,4 kilómetros del SOTE redirigirá el crudo hacia arriba y más atrás del sexto desvío y un bypass temporal, amenazados por la erosión. El gerente de Transporte de Petroecuador, Jorge Loor, dijo a Reuters que la nueva línea, que se completaría en agosto, era una "solución definitiva".
"Al subirnos a la montaña nos alejamos 400 metros de la erosión y probablemente en un buen tiempo no nos quite el sueño este problema", añadió Loor.
Pero sostuvo que Petroecuador seguirá monitorizando el fenómeno natural y analiza estudios de factibilidad para determinar la posibilidad de trasladar el tramo del ducto afectado al flanco derecho del río. "Es tan impredecible que no podemos decir de aquí no va a pasar nada o en cierto punto estamos totalmente a salvo", dijo.
Estudios geofísicos han mostrado que los desvíos permanentes se están construyeron sobre "roca competente" que resistiría la erosión, según el jefe de Operaciones de OCP Ecuador, Roberto Grijalva. "Estamos seguros de que no volveremos a tener problemas allí en el futuro", añadió.
Para el exsubsecretario de Medio Ambiente de Ecuador, Alfredo Carrasco, la presencia de roca más dura en algunas áreas podría moderar el impacto de la erosión, pero el fenómeno continuaría siendo un riesgo.
"El hecho que ya estén realizando la séptima variante en el caso de Petroecuador te dice mucho", añadió.
En el cercano asentamiento ribereño de San Luis, las casas de unas 40 familias están en peligro a medida que avanzaba la erosión, según los residentes y las imágenes de satélite proporcionadas a Reuters por Planet Labs.
Joaquín Salcedo dijo que detuvo un plan para expandir su restaurante porque la tierra se está erosionando a tan sólo 120 metros de su propiedad, que antes solía estar a 500 metros de la orilla del río. El gobierno ha ofrecido trasladar a los residentes a un refugio, pero muchos se resisten con la esperanza de recibir una indemnización.
"Estamos a merced de la naturaleza", dijo Salcedo, de 59 años. "Creemos que esto continuará y San Luis en algún momento desaparecerá". (Reporte de Alexandra Valencia y Luc Cohen Editado por Javier López de Lérida)