El número de reclusos en las hacinadas y violentas cárceles de Brasil aumentó un 55,7% entre 2010 y 2019, a un total de 773.151, en establecimientos que solo tienen capacidad para alojar a menos de dos tercios de esa población, según un informe oficial publicado este viernes.
La tercera mayor población carcelaria del mundo después de la de Estados Unidos y China, tuvo un aumento de 3,8% entre fines de 2018 y junio de 2019, cuando se cerró el estudio realizado por el Departamento Penitenciario Nacional (Depen).
Un 34,72% de los detenidos (268.438) están en prisión preventiva, es decir, a la espera de juicio, un porcentaje similar al de 2010 (33,18%).
En junio pasado había 461.026 plazas carcelarias, que representan apenas un 59,6% de la población total en las prisiones. El déficit es de 312.125 plazas.
El director general del Depen, Fabiano Bordignon, aseguró que Brasil no tiene proporcionalmente más presos que otros países, pero admitió la falta de plazas pese a un aumento del 45% en la década pasada.
"No tenemos muchos presos en Brasil, [pero] la verdad es que tenemos pocas plazas (...), hay que trabajar", declaró Bordignon, quien indicó que el gobierno de Jair Bolsonaro planea crear 20.000 plazas carcelarias este año y 100.000 antes de 2023.
Más del 90% de los presos son hombres. Las mujeres representan poco más del 8%.
La mayoría de los reclusos (39,42%) está acusada de delitos relacionados con las drogas. Siguen los casos de delitos contra el patrimonio (36,74%), contra las personas (11,38%) y los crímenes contra la integridad sexual (4,3%).
La situación en las cárceles brasileñas es denunciada por organizaciones de defensa de los derechos humanos, que describen una población mayoritariamente pobre, negra y con bajo nivel escolar.
Cada año cientos de presos son asesinados, la mayor parte en enfrentamientos entre bandas rivales que luchan por el control del mercado y de las rutas internacionales del narcotráfico, según especialistas.
Brasil tiene fronteras con los tras mayores productores mundiales de cocaína (Colombia, Perú y Bolivia).
En julio de 2019, al menos 57 prisioneros fueron masacrados -16 de ellos decapitados- en la cárcel de Altamira, estado amazónico de Pará, durante un enfrentamiento del grupo local Comando Classe A (CCA), con uno de las mayores bandas criminales de Brasil, el Comando Vermelho.
En 1992, 111 presos murieron cuando las fuerzas de seguridad sofocaron un motín en la cárcel Carandiru, a las afueras de Sao Paulo, una de las peores masacres en prisiones de la historia de Brasil.
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