Nacía el gran goleador e ídolo de River: Ángel Amadeo Labruna

Un día como hoy pero de 1918, nacía uno de los apellidos más importantes de la institución de Núñez. Hincha fanático, máximo artillero, gran campeón como jugador y entrenador, se erigió como un símbolo. Tal era el amor por los colores, que sus restos fueron velados en el Monumental, su sitio en el mundo

Compartir
Compartir articulo
infobae

Hincha de River desde la cuna. A los 8 años su padre lo hizo socio y él se enamoró por siempre de los colores rojo y blanco. Un 28 de septiembre de 1918 nacía el gran ídolo del "Millonario": Ángel Amadeo Labruna. Debutó en Primera en 1939 por una huelga de fútbolistas y nunca más dejó de jugar. Junto a Juan Carlos Muñoz, José Manuel Moreno, Adolfo Pedernera y Félix Loustau integró la "Máquina", la delantera más recordada de nuestro fútbol. Con la camiseta de River, la cual defendió durante 20 años, ganó 9 títulos domésticos y es el segundo máximo artillero del fútbol argentino detrás de Arsenio Erico. Un verdadero 'animal' del gol.


Dejó River en 1956, pero su cabeza seguía pensando en su gran amor. "Cuando me fui de llegué a creer que se terminaba el mundo. Si hasta me quise pegar un tiro. Salí a dar vueltas y vueltas. No quería volver a casa. Después vino Talleres y seguía pensando en River", afirmaba.


Se retiró del fútbol con todos los honores y se calzó el traje de entrenador. Dirigió a Defensores de Belgrano, Platense y Rosario Central (con el que consiguió su primer título), entre otros. Pero nuevamente su camino se cruzó con el del "Millonario" y, como no podía ser de otra manera, triunfaron juntos. El conjunto de Núñez atravesaba su peor momento tras 18 años sin obtener títulos y "Angelito" rompió el maleficio. Campeón por duplicado en el 75' y 79, además de obtener las coronasen el 77' y el 80'. "Confieso que no entiendo absolutamente nada de muchas cosas. Pero en el fútbol, en lo mío, digo que no hay nadie que sepa más que yo", aseguraba ya como un DT consagrado.


      

Su pasión por los colores no era la de un simple jugador. Cada vez que podía destacaba el 'paladar negro' de River, por sobre el de su histórico rival: "Si yo dirigiera a Boca, me iría al descenso, pierdo todos los partidos. Con esa clase de jugadores yo no puedo jugar al ataque como lo hago con River porque están preparados para otra cosa. Yo quiero atacar con cinco o seis hombres, ganar los partidos 5 a 4. A Boca, en cambio, le alcanza con el 1 a 0".


Amante de los 'burros' -"Si me invitan al cine o al teatro, paso. Pero las carreras me encantan", sentenciaba- y fanático de las cábalas, falleció un 19 de septiembre de 1983, cuando el Argentinos Juniors que comandaba cumplía una gran campaña. Como no podía ser de otra manera, sus restos fueron velados en el Monumental, su casa. Su lugar en el mundo.