La cuestión sindical en el Teatro Colón: ¿hay una máquina de impedir que limita la excelencia artística?

La renuncia de Paloma Herrera a la dirección del Ballet Estable y la negativa de Julio Bocca a trabajar en el coliseo lírico, apuntan a una única cuestión de fondo que parece no tener solución

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Ensayo del Ballet Estable del Teatro Colón en 2021 (c) Máximo Parpagnoli
Ensayo del Ballet Estable del Teatro Colón en 2021 (c) Máximo Parpagnoli

La entrevista televisiva que brindó Paloma Herrera en la noche del martes reactivó el tema de los motivos de su renuncia a la dirección del Ballet Estable del Teatro Colón y, mucho más allá, generó debate sobre el rol gremial en los organismos culturales del Estado. La realidad es que ahora Paloma Herrera y antes Julio Bocca, figuras argentinas de prestigio y reconocimiento internacional, debieron irse del Colón doblegados por la imposibilidad de modernizar las estructuras y desarticular privilegios sindicales que limitaron la labor artística. La ex bailarina dijo que la compañía estable del Teatro está compuesta por integrantes que reúnen -al mismo tiempo- la condición de artistas y de empleados públicos.

Esa combinación genera, entre otras cosas, situaciones tan insólitas como que se debe mantener en el cuerpo de bailarines a todos hasta que cumplan la edad de jubilación, 65 años. Y es sólo una de las anomalías que quedaron expuestas con las declaraciones de la segunda víctima ilustre del Teatro Colón.

“Un bailarín en cualquier compañía del mundo está hasta los 40, 45 años, dependiendo de las lesiones”, ejemplificó Paloma Herrera, que conoce desde adentro y bailó en las principales salas líricas del mundo.

“No se cumple ni siquiera el reglamento”, le dijo a Infobae Cultura Maximiliano Guerra, ex bailarín formado en la prestigiosa escuela del Teatro y estrella internacional, quien también fue director del Ballet entre 2015 y 2017.

A fines del año pasado, Julio Bocca dio a entender similares razones. “La vez que me ofrecieron ir al Colón puse mis condiciones y me dijeron que no. Si yo voy a una compañía de ballet, mínimo que se trabaje ocho horas, que la clase sea obligatoria, que se pueda tener una programación a dos o tres años y se hagan entre 80 y cien funciones por temporada. Y que los contratos sean anuales, para que si una persona no está como tiene que ser se le pueda decir ‘gracias’ y que otra tenga la posibilidad”, dijo el ex director del ballet del Servicio Oficial de Difusión, Representaciones y Espectáculos (SODRE) de Uruguay. El ítem de los contratos anuales, así instrumentados por la institución uruguaya a pedido de Bocca, contrasta claramente con el modelo dominante en el Colón.

Ensayo de los bailarines Macarena Giménez y Maximiliano Iglesias (c) Máximo Parpagnoli
Ensayo de los bailarines Macarena Giménez y Maximiliano Iglesias (c) Máximo Parpagnoli

¿Los gremios son la máquina de impedir? La pregunta generó variadas respuestas y análisis a pedido de Infobae Cultura, en todos los casos de personas relacionadas a la vida interna del mayor coliseo lírico de América latina y una de las salas más prestigiosas del mundo. “Los gremios tienen poder de extorsión, y lo saben”, dijo un profundo conocedor de la dinámica interna del Teatro, un mundo en sí mismo, con sus reglas de convivencia y un clima general de egolatría -pertenecer tiene sus privilegios- que se desparrama por los pasillos del gigantesco edificio del centro porteño. “Los cuerpos estables del Estado son un problema porque el modelo de contratación de un artista no puede ser el de un empleado. El Estado no lo entiende, los iguala y genera un problema”, dijo un ex alto directivo de la institución.

“La gestión del Colón hace la plancha, no quiere alterar al poder político y por eso no hace nada”, dispara desde Madrid Darío Lopérfido, ex director general y artístico del Teatro entre 2015 y 2016, y actual Director de la Cátedra Vargas Llosa en España. “Para empezar, un director del Colón tiene que ser muy autónomo porque el Teatro Colón es autárquico por ley, pero eso hoy no sucede. La dirección actual es mediocre porque hace lo que le dice el jefe de gobierno de la Ciudad”, afirmó el también ex ministro de Cultura.

La única declaración oficial sobre esta cuestión llegó para esta nota a través de una fuente cercana a la dirección del Teatro y expresa muy formalmente la intención de no confrontar ni entrar en polémicas por el tema de la injerencia sindical. “Todos los representantes gremiales del Teatro Colón han tenido un rol destacado con nuestra gestión. Fueron solidarios inclusive en tiempos de pandemia colaborando activamente en organizar y movilizar al personal en calidad de voluntarios para el centro vacunatorio aquí instalado”.

Maximiliano Guerra: "No se puede avanzar artísticamente"
Maximiliano Guerra: "No se puede avanzar artísticamente"

Sobre la cuestión sindical hay opiniones más directas, por cierto. “Argentina tiene un problema con los sindicatos. En todos lados donde vamos, nos encontramos con eso… Pero el problema del Teatro Colón no es sindical. En determinadas situaciones no se puede avanzar artísticamente. Podés llamar al mejor director que te puedas imaginar y se le va a complicar dirigir la orquesta. Puede estar dirigiendo a unos músicos y luego entre ellos cambian de horario porque tienen otros trabajitos afuera. Todo eso está avalado por los gremios”, afirma Maximiliano Guerra.

En cambio Federico Fernández, primer bailarín del Ballet Estable del Teatro, resta importancia a la cuestión sindical y detalló: “De los 90 y pico bailarines que somos de la planta permanente, hay 4 personas que están sindicalizadas. Nosotros trabajamos, que quede claro, de 11 a 17 hs como es histórico. Y los días de función, trabajamos de las 11 a las 13 y de 17 a 23 hs. No quiero contestarle a nadie, quiero brindar datos objetivos y concretos. Somos 93 bailarines de planta permanente, 4 están de licencia sin goce de sueldo y hay 25 en condiciones de jubilarse si sale la ley”.

Y agregó: “Lamentamos que en estos cinco últimos años no se haya solucionado este tema que viene de varias décadas. Nadie quiere quedarse enquistado en el ballet, solamente que la gente no se puede retirar porque no hay una jubilación acorde. Si nos retiramos a los 40 años nos vamos con el 40% del sueldo, entonces se estira la jubilación hasta los 60 y 65 años, pero no por decisión del ballet”.

El bailarín puntualiza en la cuestión central de esta polémica que la renunciante Herrera remarcó en la entrevista televisiva: la edad de jubilación de los bailarines, su condición de empleados estatales y la incompatibilidad con la vida útil -física sobre todo- de un artista de este calibre. “En 1994 se suspendió el régimen jubilatorio específico que tenían los bailarines del Colón, que se conocía como ley 2040 porque les permitía jubilarse a los 40 años y con 20 años de ejercicio de la profesión. Ahí pasaron a un régimen previsional general y desde ese momento, ese nunca se solucionó. El tema que planteó Paloma necesita de la atención política del Congreso Nacional para dictar una ley que otorgue un sistema especial”, advierte el abogado y gestor cultura José Miguel Onaindia.

Darío Lopérfido: "La dirección actual es mediocre porque hace lo que le dice el jefe de gobierno de la Ciudad" (Foto: Noelia Pirsic)
Darío Lopérfido: "La dirección actual es mediocre porque hace lo que le dice el jefe de gobierno de la Ciudad" (Foto: Noelia Pirsic)

Allí apunta también Lopérfido: “Para aplicarse tendría que haber un convenio con Anses. Es muy simple: que los bailarines aporten a la Anses hasta los 40 o 45 años, y que al mismo tiempo la Ciudad haga un aporte en una caja local. Y que así se puedan jubilar a esa edad, y cobren de esos dos aportes. Si eso sucediera,el bailarín se iría con una buena jubilación y la Ciudad se ahorraría pagarle el sueldo completo hasta los 65 años”. Para Maximiliano Guerra, el problema comenzó “cuando desapareció la caja municipal, que básicamente se la afanaron, y que recibía los aportes para que el bailarín se pueda retirar a los 40, 45 años”.

Según Lopérfido, la solución que él proponía no sucedió por la incompatibilidad política entre los gobiernos de la Ciudad y la Nación. Frente a eso, argumenta, encontró una solución “concreta”. “Planteamos un retiro voluntario y conseguimos que 25 bailarines se retiren, contentos además. No fue conflictivo. Entonces hicimos un llamado a concurso para incorporar bailarines jóvenes. La solución fue esa, hubo 25 lugares libres para renovar”, afirma.

El tema de la jubilación no es solo relevante para los trabajadores, bailarines en este caso, sino que también repercute en la cuestión artística (la madre del borrego). Para el ballet se concursa una vez que hay vacantes y cuando se gana ese concurso, se pasa a planta permanente. Hasta la jubilación. Es decir: un bailarín que pasa de los 40, 45 años y -como si fuera un deportista de élite- ya no puede desempeñarse con la excelencia requerida. Ocupa ese lugar y evita que aparezca una figura joven. Los que son buenos de verdad, frente a esta situación -como en los deportes de élite, una vez más- eligen irse fuera del país. “Esta estructura te expulsa”, concluye un conocedor de este medio ambiente. Una vez más se cumple la frase del poeta: nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio.

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