
Se nota a simple vista que Eugenia Zicavo y Maximiliano Tomas se conocen hace rato. Llegan por distinta ruta al encuentro y, cuando se ven, se saludan con media efusividad. Si durante los últimos meses su contacto fue prácticamente cotidiano, ¿para qué más que un abrazo? Jornadas extensas de grabación se sumaron a su amistad, lo cual volvió más sólido ese vínculo, más cómplice. Se percibe de forma instantánea cuando la cámara comienza a grabar esta entrevista en el estudio anaranjado de Infobae TV. El motivo es una novedad en el mundo de la literatura, pero también en el de la televisión. Bibliómanos se estrena esta tarde en la pantalla de la TV Pública: un programa dinámico y muy raro, en el buen sentido. Basados en un tópico, Eugenia Zicavo y Maximiliano Tomas llevan cinco libros cada uno. En el primer programa, la temática es la guerra. Entonces compiten. Se trata de una contienda donde hay vetos, hay descartes, elecciones cruzadas y duelos de lectura. Mientras tanto, entrevistan a diferentes autores e intelectuales sobre ese tópico. Con una estética meticulosa y atrevida —la productora a cargo es Mulata Films—, el producto se completa y se erige como algo mucho más que interesante.
"No es un programa sobre literatura sino un programa sobre libros, y el universo de los libros excede el campo específico de la literatura", comienza diciendo Tomas —autor de ¿Qué leer? Una guía de lecturas para los amantes de los libros y centenares de notas en distintos medios—, mientras Zicavo —que hizo, además de doctorarse en Ciencias Sociales, Esta noche libros por C5N y hoy lleva cuatro años conduciendo Libroteca en el Canal de la Ciudad— destaca que "este formato tiene que ver mucho con lo lúdico. No sólo con hacer entrevistas a escritores, editores y libreros, sino recuperar algo de ese placer que sentimos nosotros los lectores". Detrás de sus anteojos, los ojos de estos dos periodistas culturales se mueven con despreocupación. No hay nervios, simplemente hablan de lo que más saben: literatura.
"¿Por qué hacerlo? Porque no existe nada parecido hoy en la televisión abierta. La enorme tentación es poder hablar sobre libros en la Televisión Pública, una pantalla que llega a todas las provincias y hasta el último rincón de la Argentina. Además, hacer un programa que no tenga nada que ver con dos personas hablando en un escritorio, un helecho colgando o gente disfrazándose para hablar de libros en televisión", confiesa Tomas, y aparece una pregunta insoslayable: ¿qué sucede cuando la literatura utiliza otro dispositivo para pronunciarse y ser hablada? ¿Qué pierde y qué gana una disciplina que hoy parece esconderse de los medios de comunicación de masas como lo es la televisión? "No creo que sea difícil quitarle la solemnidad a la literatura —comenta Zicavo— porque para mí la literatura no es solemne. Mi experiencia como lectora es que yo voy ahí para conversar con gente más inteligente que yo, para conocer mundos que no conozco, para evadirme de la mejor manera de las cosas más horribles de este mundo. Es como prendo la tele y veo una serie, como voy al cine o pongo un buen disco. La literatura es un consumo cultural más". Desde otro ángulo, Tomas completa: "Le tengo menos miedo a la solemnidad que a la banalidad. Le tengo mucho más miedo a hacer un programa donde no haya ideas, donde no haya una reflexión profunda".
Como todas las artes, la literatura necesita un tratamiento específico. Roland Barthes sugería que el crítico literario debe leer con sensibilidad, debe dejarse conmover para que la lectura sea una apertura al mundo de lo narrado. Sin embargo, esa sensibilidad —continuaba Barthes— debe ser activa, más nunca abandonar la actitud crítica. Sensibilidad crítica, decía. ¿Es posible que la crítica literaria de hoy, en tiempos de fugacidad, liquidez y superficialidad, continúe inquebrantable con esa actitud sensible y crítica? Zicavo y Tomas están convencidos de que sí. Militan por eso. Y si bien recomiendan libros y aborrecen otros, saben que en el fondo lo importante está en la argumentación, en el por qué.
"Me siento recomendadora, me siento facilitadora de libros y no por eso dejo de ser crítica", dice Zicavo para zancar el dilema de entrada, mientras que su compañero confiesa, no sin cierta ironía: "Cuando alguien se me acercaba a pedirme que le recomendara un libro lo sentía como una suerte de humillación. Nunca me sentí cómoda con esa figura". Se podrá resumir la tarea en me gusta o no me gusta tal libro, pero el ejercicio mental es necesario. Ambos están de acuerdo, y para eso es necesario leer buen material. ¿Y cómo llega ese material si no es por azar o por la hipertextualidad de libros anteriores? De la mano de las recomendaciones.
"Yo el que más recomendé El cuarteto de Alejandría de Lawrence Durrell —que es una tetraología compuesta por Justine, Balthazar, Mountolive y Clea—, una novela enorme que no me canso de leer", dice ella y agrega que la mejor recomendación que le hicieron fue de El segundo sexo de Simone de Beauvoir, que le llegó a los 20 años: "Me hizo pensar distinto mi posición de mujer en una sociedad capitalista y patriarcal. Y además me hizo repensar las posibilidades de las mujeres por fuera de la maternidad como imperativo femenino por excelencia". "El que más regalé, que es casi lo mismo, fue Plop de Rafael Pinedo; también Los pichiciegos de Fogwill y Una dama perdida de Willa Cather", confiesa Tomas, y en cuanto a las recomendaciones que lo marcaron, contó sobre la biblioteca de sus padres que tenía en su casa, y el taller de Abelardo Castillo al que asistió.

Lo que sigue ahora podría ser resumido así: ¿quiénes recomiendan a los recomendadores? Uno puede ser autodidacta e intuitivo pero jamás estar encerrado en una burbuja. Zicavo mencionó a Flavia Pitella y Miri Molero, y a Sergio Olguín, Ricardo Coler, Gonzalo Heredia y Leonardo Oyola: "grandes lectores que son grandes amigos". "Uno se apoya en grandes maestros teóricos", comenta su compañero y erigió una larga lista, entre vivos y muertos que ella enseguida avaló: Raymond Williams, Roland Barthes, Walter Benjamin, Jean-Paul Sartre, Susan Sontag, Beatriz Sarlo, Damián Tabarovsky, Daniel Guebel, Ignacio Echeverría, Fabián Casas, Elvio Gandolfo, Daniel Link y Rodolfo Fogwill y Ricardo Piglia.
Grandes críticos literarios, sin dudas. Entonces, y volviendo al oficio, ¿hasta qué punto es válido el ejercicio destructivo o halagador de un texto? "La crítica es crítica —dice Tomas—; parece una tautología, pero quizás no lo sea tanto. Definitivamente sí, hay que escribir en contra de los libros malos. Hay una oferta excesiva e ilimitada de libros que se publican todas las semanas y todos los meses. Los libros son cada vez más caros. La gente tiene cada vez menos tiempo para leer. Todas esas variables juntas hace que, cuando alguien entra a una librería, no sepa realmente qué leer, qué comprar. La verdad que no hay tiempo ni dinero que te pague el haberte equivocado con un libro". En la misma línea, la co-conductora de Bibliómanos, agrega: "Hay que escribir en contra de los libros que uno terminó de leer a pesar de lo malo que eran para que nadie más atraviese esa experiencia, porque hay demasiados libros buenos para perder el tiempo con esos otros.
A la hora de hablar de la literatura nacional, Zicavo asegura que "al panorama argentino es muy rico" y por su boca pasan muchos nombres, como Gabriela Cabezón Cámara, Fernanda García Lao, Juan Mattio, Inés Garland y Juan José Becerra. Tomas completa con Pedro Mairal, Federico Falco, Samanta Schweblin, Mariana Enriquez y Fabián Casas, y reflexiona: "Tiendo a pensar que es una literatura interesante, no siempre. ¿En comparación con qué? Con la que se escribe en otros países de lengua hispana, tal vez sí. La literatura argentina de hoy está dentro de las más… y suena quizás a un chiste, pero de las más literarias. Lo que veo es que hay libros de ficción muy pocos literarios que se nutren mucho más del cine, de las series, del teatro, de la televisión, y eso se nota mucho. Uno puede escribir un libro bueno, dos libros más o menos, pero construir una obra es otra cosa. Y puedo pensar en varios escritores argentinos contemporáneos que lo están haciendo".
Por último, y luego de larga charla, una pregunta final: ¿qué función tiene la literatura en una sociedad como la nuestra? "Creo que quienes han perdido preeminencia y una función social notable, o al menos gravitante, dentro de la sociedad actual han sido los escritores", dijo Maximiliano Tomas, y completó: "La literatura hace bien en no tener función. No debe tenerla, más bien debe sustraerse a cualquier tipo de función o utilidad, dejando librado a que cada quien haga uso de los libros y de la literatura como prefiera". A su lado, Eugenia Zicavo asiente con una gran sonrisa y prefiere no agregar nada. ¿Para qué? Todo en esta entrevista es un apéndice de lo que ya hicieron, dijeron y pensaron en la primera temporada de Bibliómanos, que empieza esta tarde. Ahí está todo. Todo lo que hay que ver está ahí.
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