El camino de una insensata decadencia

El avance de la extranjerización de tierras y retroceso económico desafían la continuidad de una identidad colectiva, mientras la falta de propuestas políticas consolida un presente signado por la desesperanza y el deterioro institucional y social

La venta de tierras a inversores extranjeros amenaza la soberanía nacional

Hace un tiempo fui convocado por algunos de los dirigentes de la Sociedad Rural interesados en conocer mi visión de la realidad nacional. Recuerdo haber insistido en el siguiente concepto: “Si ustedes no impiden la venta de campos a inversores extranjeros, sus descendientes terminarán siendo empleados de otro país”. Evocar nuestra confrontación con Malvinas, a sus caídos y sus héroes, para terminar aceptando que todas nuestras extensiones son pasibles de ser loteadas y perdidas plantea con patetismo el final de la idea de patria destruida por la alternativa de los negocios personales por sobre la conciencia colectiva.

Ya habíamos vivido la experiencia de "Lago Escondido“: un extranjero se había apropiado de una parte de nuestra tierra, de nuestro país. Además, su nefasto logro fue celebrado desde entonces y también más recientemente por oscuros y conspicuos personajes del mundo de la Justicia, de la política y del periodismo que lo visitaron en forma clandestina, considerando a su dueño, Joe Lewis, un auténtico triunfador. Jamás se esclareció ese viaje a Lago Escondido, que trascendió ampliamente, y aun así, logró ser ocultado y manipulado en favor de los viajeros.

El empobrecimiento de nuestra sociedad unido al endeudamiento marca el camino de una insensata y dañina decadencia. No existe en el mundo un país donde nuestros productos puedan ingresar sin impuestos y limitaciones. Resulta, entonces, irracional que el gobierno de Milei conciba que la destrucción de nuestro incipiente desarrollo industrial sea un camino para encontrarnos con otro rubro alternativo, tan vigente en su ideología y su fanatismo, como ausente en la experiencia de otras sociedades. Lo que se destruye se desarrolla en lo cotidiano frente a los ojos impávidos de los ciudadanos afectados por una situación ignominiosa. Lo que con descarado cinismo se plantea como futuro no tiene ni siquiera esbozos de propuesta política. Cómo olvidar aquella frase de Georges Clémenceau: “La guerra es demasiado importante para dejarla en manos de los militares”. A partir de la cual, nos es dado inferir que el destino de una sociedad es demasiado valioso para dejarlo en manos de los economistas.

Read more!

Pudimos advertir la pasión con la que algunos ciudadanos observaban el paso de los aviones F-16 recientemente adquiridos a Dinamarca, y por mi edad no pude dejar de recordar que en mi niñez salimos orgullosos a la calle a ver pasar a nuestros “Pulqui I y II”, de fabricación nacional. La ineludible comparación entre estos descartes europeos y aquella construcción propia tan digna de ser exaltada apareció espontáneamente. En ese sentido, vale la pena seguir insistiendo con la idea de que el golpe del 55 vino para discutir la conducción de nuestra vocación de patria, pero hasta el 76, los distintos gobiernos militares y civiles no intentaron debatir nuestro proyecto histórico. Lo recuerdo solo para marcar que el patriotismo como destino tuvo más vigencia que el peronismo, algunos de sus enemigos y ciertos traidores que hablan en su nombre intentan limitar el recorrido de nuestra historia repitiendo la cantilena de los 70 años de degradación.

Nací en una sociedad donde mis padres, de origen obrero e inmigrante, podían sentirse de clase media, y enviar a sus tres hijos a la universidad, y repito incansablemente que ese proyecto estuvo vigente hasta el Gobierno asesino del 76. El Juicio a las Juntas -cuyos 40 años conmemoramos en estos días- fue exitoso en cuanto al castigo a los genocidas, pero fracasó al no lograr revertir la atrocidad del proyecto inicial. Con la inmensa deuda que las Juntas militares le dejaron a Alfonsín, no fue sencillo llevar a cabo el proceso económico en democracia.

El gobierno de Milei se asienta en la impotencia de la oposición por gestar una alternativa digna, al tiempo que solo genera la pobreza y miseria suficientes como para dejar en claro que lo de ellos es un asalto pasajero y que no deberían imaginar posibilidad alguna de conservar el poder en el futuro. Todos sabemos que el empobrecido no vota a su empobrecedor, y que endeudar, tiene un límite que ni siquiera la obsecuencia al imperio puede eternizar, a pesar de la jactancia con la que Trump se adjudica el triunfo de Milei en las últimas elecciones. Más allá de las encuestas coyunturales y de los aciertos y errores de los gobiernos precedentes, que dejan sobrado espacio para la autocrítica opositora, más allá de estas limitaciones, los que destruyen y saquean son en la historia personajes insignificantes y sin porvenir político, cuya patria se limita al egoísmo y al dinero que acumulan y logran fugar a pura timba. Entre tanto, envalentonados, se aprontan con cuanto socio macrista y radical los acompañe- y serán muchos- a aprobar con urgencia inusitadamente irreflexiva nuevas leyes laborales y de educación.

Sobre las primeras, volveremos en una próxima entrega. La educativa incluirá, entre otras innovaciones surgidas de la impericia y la mala fe, según parece, el “homeschooling”, una vulgar copia estadounidense que nada tiene que ver con la idiosincrasia de nuestra sociedad acostumbrada, desde la aprobación de la Ley 1.420, a enviar obligatoria y gratuitamente a los niños a una escuela pública y laica. La escuela privada -sea confesional o no- subvencionada ha sido desde el gobierno de Frondizi una elección de cada familia, pero la otra seguía presente para quien la necesitara u optara por ella. De ahora en más, se verá, pues todo se hace en nombre de la ausencia o la destrucción del Estado, como corresponde a esta curiosa y perjudicial visión del mundo libertario de los Benegas Lynch y compañía.

El resto es coyuntura, dolor país, como expresaba la brillante escritora y psicoanalista Silvia Bleichmar, que nos dejó hace unos años. La dureza de la pérdida solo encontrará consuelo en los tiempos de la reconstrucción.

Read more!