Feministas españolas piden que cese la hormonación de menores que se autodeterminan trans

¿Síntoma de que vuelve el sentido común? ¿De qué por fin el tsunami femenino de los últimos años está reaccionando ante la infiltración de la doctrina de género que niega el binarismo sexual y el sexo biológico?

Guardar

Nuevo

Las representantes de las organizaciones feministas que entregaron una petición al Ministerio de Sanidad de España
Las representantes de las organizaciones feministas que entregaron una petición al Ministerio de Sanidad de España

¿Se está resquebrajando por fin este discurso de género -queer- con el que nos bombardean constantemente y que la mayoría no cuestiona, por ignorancia o conformismo?

Se ha instalado la idea de que la mayor liberación para una persona es desembarazarse de su sexo de nacimiento -que por eso es calificado intencionadamente de “asignado” como si fuese artificial o arbitrario-, y de que el binarismo sexual -la humanidad está compuesta de hombres y mujeres- no es una realidad tangible sino un corsé impuesto para oprimirnos.

Se postula la arbitrariedad del binarismo sexual en nombre de un absurdo: el de que se puede modelar el cuerpo a voluntad, desafiando las leyes de la biología.

En España, un grupo de organizaciones feministas entregó al Ministerio de Sanidad una carta dirigida a su titular, José Manuel Miñones, en la que se pronuncian contra “la medicina que hormona a menores que se autodeterminan trans”.

Lo positivo de esta iniciativa es que sean las propias mujeres, y más aun las feministas, las que tomen la iniciativa de frenar esta locura de permitir que niños y adolescentes se mediquen para no desarrollarse, para adquirir caracteres sexuales contrarios a su naturaleza o incluso se autolesionen -sometiéndose a cirugías- por la idea poco fundada de que la transición de género es un juego de niños.

El feminismo ha sido en estos años el caballo de Troya de doctrinas contrarias al sentido común y a la dignidad humana.

En España, Podemos -el partido de ultraizquierda que integra la coalición de gobierno- trajo consigo el queer feminismo. Pero atención, en la Argentina la cosa no es muy distinta.

“El Ministerio de la Mujer tiene una política abiertamente queer”, dijo -en nota en Infobae a fines de 2020- Rosana López Rodríguez, de la agrupación Trece Rosas, que integra una Alianza contra el Borrado de las Mujeres.

La carta de las feministas españolas cuestiona los tratamientos bloqueadores de la pubertad. El texto entregado al ministro de Sanidad advertía que esas terapias, sostenidas a lo largo de los años a “niños y niñas en la fase puberal Tanner 2″ (la etapa en la cual aumentan de tamaño los testículos en el varón y las mamas en la mujer) supondrá “en la gran mayoría de los casos su esterilidad”.

infobae

La carta llevaba la firma de la Alianza contra el Borrado de las Mujeres, Confluencia Movimiento Feminista, Feministas al Congreso, Feministas de Cataluña, Fórum de Política Feminista y de AMANDA, que es la agrupación de Madres de Adolescentes y Niñas con Disforia Acelerada. En Argentina existe ya una asociación similar, MANADA (Madres de Niñas y Adolescentes con Disforia Acelerada) porque también entre nosotros existe una epidemia transgénero entre adolescentes.

Las firmantes señalan que en España “se está prescribiendo hormonación cruzada a menores de edad, lo que puede suponer, aparte de problemas graves de salud general, anorgasmia u orgasmos dolorosos en las chicas y problemas de impotencia en los chicos”, entre otros efectos secundarios. Denuncian que “se están extirpando órganos sanos, también a menores de edad”.

La carta también señala que en varios países de Europa, que fueron pioneros en los llamados tratamiento de afirmación de género a menores, hoy “se está dando marcha atrás”.

Citan el ejemplo de Suecia, Finlandia, Noruega, Reino Unido y Dinamarca que “han reconocido que el uso de bloqueadores de la pubertad para tratar la disforia es experimental” y que los estudios que supuestamente avalan este uso “son incompletos e insuficientes”. Estos países, dicen, “han limitado ese uso a entornos de investigación y priorizan ya el acompañamiento y la ayuda psicológica como el mejor abordaje para aliviar los malestares de género de menores”.

También critican la laxitud de la Ley Trans, equivalente a nuestra Ley de Identidad de Género, tan permisiva como la de los españoles. La carta dirigida al ministro español señala que la Ley Trans y las leyes autonómicas “permiten que todas las intervenciones quirúrgicas y farmacológicas se realicen sin que esas personas que no asumen su sexo biológico tengan que consultar previamente con ningún especialista en salud mental”. Y que los protocolos sanitarios “refuerzan la inmediata prescripción de los tratamientos mencionados, partiendo de un ‘autodiagnóstico’, algo que, comprensiblemente, no sucede con ningún otro tipo de pacientes”. Es decir, basta la palabra de la persona para que se le aplique el tratamiento.

“Como ha sucedido en todos los países en los que se ha impuesto la terapia afirmativa, también en España estamos viviendo un aumento exponencial de casos”, dice también la carta. En Argentina sucede lo mismo que describen las españolas: si en un pasado reciente la mayoría de las personas que apelaban a los tratamientos hormonales y quirúrgicos eran varones adultos, “hoy son sobre todo chicas adolescentes -en 7 de cada 10 casos- las que quieren cambiar su cuerpo”. Esa tendencia ha sido llamada Disforia de Género de Inicio Rápido.

infobae

Si el feminismo de hoy fuese realmente un movimiento en defensa del interés de la mujer y, por ende, del de los niños y de la familia, y no una corriente ideologizada, no se habría dejado copar por el antinatalismo y el transgenerismo como sucede hoy.

Las organizaciones firmantes de la carta califican esta situación de “escándalo sanitario” y piden a los funcionarios de salud “que tomen medidas urgentes para frenar estos experimentos sobre menores y adolescentes, como ya han hecho otros países”.

Es lo mismo que deberían hacer las autoridades argentina y es un tema que debería interesar a los candidatos en campaña. Hay que reformar la Ley de Identidad de Género.

Como advierten las feministas que reclaman el fin del uso de bloqueadores de pubertad, entre los daños que pueden causar estas terapias afirmativas, además de la esterilidad, están la pérdida de densidad mineral ósea, el riesgo de infarto de miocardio, el deterioro de la función tiroidea y hasta cataratas. Algunos llegan a equiparar estos tratamientos a la castración química.

Las organizaciones feministas unidas en este reclamo sostienen que el 85% de los menores que expresan algún malestar respecto a su género desisten espontáneamente tras superar la pubertad, pero si han iniciado estos tratamientos y los han continuado por varios años, no hay marcha atrás posible.

Antes de la reforma de la Ley Trans en España, se exigían dos años de evaluación médica para cambiar de sexo. Pero los protocolos españoles actuales promueven la inmediata prescripción de estos tratamientos, a partir únicamente del autodiagnóstico del paciente. Algo similar sucede aquí, con muchos terapeutas que, sin más, derivan a sus pacientes hacia la hormonización, incluso si se trata en menores. De adolescentes que, con frecuencia, padecen algún otro tipo de trastorno mental.

La asociación Contra el Borrado de las Mujeres ha colgado en su página un documento de apoyo a este reclamo con toda la información en la que se han basado para hacer esta solicitud.

Hay preguntas elementales que se haría cualquiera con los pies sobre la tierra, como que si antes de los 18 años no se puede manejar un auto o, más aun, se reciben penas menores que las de un adulto y se es totalmente inimputable hasta los 16, ¿cómo es posible que a esa edad puedan autodeterminarse en un aspecto tan delicado y trascendente y recibir tratamiento hormonal para cambiar su sexo biológico?

infobae

Un grupo de médicas de Uruguay -otro país pionero en tratar así de livianamente estos temas-, Cristina Belzarena, Rosa Lang, Graciela Beriao y Patricia Bozzo, escribió: “El tratamiento es irreversible si tenemos en cuenta que, en la adolescencia, para lograr el normal desarrollo se necesita de la acción de varias hormonas en un proceso complejo y delicado. Si con el tratamiento médico bloqueamos el desarrollo sexual, impedimos que estas hormonas actúen y, por lo tanto, se obstaculiza la realineación espontánea que se da en la mayoría de los casos” (citado por Nancy Giampaolo en Los Andes, el 29/11/2018).

En Argentina se hormoniza a niños sin el menor debate; eso es lo grave. Se pretende normalizar algo que es contra natura. Los bloqueadores de pubertad hacen que el niño o niña no se desarrolle según su sexo biológico. Que se tome esto como algo natural o inocuo es realmente irracional.

Por otra parte, la adolescencia es una edad en la cual la sexualidad no está por completo afirmada. Si diagnosticar disforia de género en esta etapa es imprudente -por decirlo muy suavemente-, aceptar el autodiagnóstico de un menor es algo incalificable.

“En los últimos años, en algunos países del mundo, se han ido aprobando leyes que permiten que cualquier varón pueda ‘autodeterminarse’ mujer con su palabra como único trámite necesario, decía Rosana López Rodríguez, licenciada en Letras, docente de nivel medio y en la UBA, y militante feminista (en el artículo citado). “Esto pone en peligro los derechos de las mujeres y las niñas basados en su sexo. Nosotras, como feministas, no podemos permitir que el género se introduzca en las leyes como una ‘identidad’ y se proteja por encima de la categoría sexo”, agregaba.

Su agrupación denunciaba el impacto que esto tiene en el deporte, la educación, la infancia, la legislación, etcétera. “Se pretende que la sola expresión del deseo de ser mujer puede convertir a un hombre en mujer”, denunciaba la Alianza.

En rebelión contra la “invisibilización de las mujeres” mediante expresiones como “personas gestantes” o “personas menstruantes”, se había formado en España esta Alianza Contra el Borrado de las Mujeres, entre varias organizaciones feministas. Para ellas, decía López Rodríguez, “la voluntad, o el espíritu de estas leyes de identidad de género autodeclarada, es la del borrado del sexo porque dicen que el sexo es una construcción social también, que cada una puede elegir”. Ella denunciaba el copamiento del feminismo local por esta doctrina queer, en un país donde hasta el Presidente habla de “personas gestantes”, y de hecho el nombre dado al Ministerio de la Mujer en Argentina, con el agregado de “género y diversidades”, ya es una forma de borrado.

Ayelén Mazzina, ministra de la Mujer
Ayelén Mazzina, ministra de la Mujer

“El Ministerio (de la Mujer) tiene una política abiertamente queer”, decía López Rodríguez. “Que se presione para que estos colectivos ingresen al feminismo y no sólo que ingresen sino que impongan su política, nos genera a las mujeres un problema”, precisaba. Y mencionaba el origen de esto, que llaman transwashing: “Es como un revisionismo, una relectura de la historia según la cual ellos [los trans] son la madre de todas las luchas y de las más revolucionarias, particularmente la transexualidad; ellos van a dar vuelta la sociedad”.

En la web de la Alianza, se lee: “Con la pretensión de que no es el sexo sino el género sentido lo que da derecho a usar esos espacios, el generismo queer reivindica ocupar baños, vestuarios, habitaciones hospitalarias, refugios y cárceles de mujeres. Esa exigencia no procede de las mujeres que dicen que se sienten hombres, sino de los hombres que se autodeterminan como mujeres, lo cual es muy significativo de ante qué estamos.”

“El problema de la palabra como único requisito para la autodeterminación del género es que no se requiere ninguna clase de verificación social -explicaba-. Cualquier tipo que quiera entrar a un baño, a un vestuario o a dormitorios femeninos dice ‘soy no binaria’ y entra y bien puede ser un perfecto perverso. Pero la Ley de Identidad de Género dice que ni siquiera hace falta una inscripción registral para la autodeterminación”.

En el mismo sentido, las autoridades sanitarias británicas quieren vetar el ingreso de mujeres trans en las áreas exclusivas para mujeres de los hospitales. Además, impulsarán una legislación para impedir el cambio de sexo registral en personas que se encuentren detenidas. Ya sea han dado casos -incluso en Argentina- de procesados que piden transicionar para eludir una condena más dura, por femicidio, por ejemplo.

También dieron marcha atrás con el uso de terminología queer en la medicina por la cual se había borrado el término “mujer”, reemplazándolo por “persona con útero” o “persona gestante”.

Rosana López Rodríguez hacía una distinción importante: “Acá se confunde transexual con transgénero. Transexual es la persona que efectivamente tiene disforia de género, que se diagnostica, a la que le han hecho estudios y cirugías, o que se ha hormonado; tiene una historia sosteniendo esa situación. Muchas transexuales que apoyan la lucha feminista pero dicen claramente ‘no somos mujeres, somos transexuales’. Pero de pronto empezamos a hablar de transgénero que alude a estereotipos sociales y cada uno elige el que quiere”.

Bandera transgénero en una manifestación (archivo REUTERS/Brendan McDermid)
Bandera transgénero en una manifestación (archivo REUTERS/Brendan McDermid)

Y aclaraba: “El problema no es que cualquiera se defina como quiera, el problema es que la sociedad convalide que esos deseos tengan carácter legal, social, que esos deseos individuales se pueden imponer al resto de la sociedad”.

Finalmente, también criticaba la extensión de este tema a los menores: “Se suele decir que en la pubertad o adolescencia es frecuente la duda. Pero hoy se dice ‘si el chico tiene dudas, procedamos’. Además hay confusión entre orientación sexual y transgenerismo: las dudas en la adolescencia, cuando las hay, están centradas en la orientación. ¿Pero qué tiene que ver eso con el transgenerismo? Nada. Y rápidamente, en el contexto ideológico en el que estamos, sucede que a los chicos y chicas adolescentes, cuando tienen este tipo de inquietudes, de búsquedas, de aprendizajes, en vez de acompañar, explicar, les dicen: ‘Seguramente te sentís mal con tus características físicas o sexuales y por lo tanto sos trans”.

Y agregaba: “Estamos hablando de chicas de 11 años promedio. ¿A esa edad les proponen una doble mastectomía? A una criatura… Porque está incómoda... ¿Qué mujer no ha estado incómoda cuando empiezan a crecer sus senos? El problema es la interpretación que se le da a esa incomodidad y cómo se avanza sobre los cuerpos de criaturas que todavía no están en condiciones de saber de dónde proviene esa sensación”.

Volviendo al Reino Unido, la ministra de Ciencia de ese país, Michelle Donelan, también aportó una cuota de sentido común al señalar que es un “absoluto disparate” pretender que los organismos públicos recopilen datos sobre el género autoidentificado en lugar de sobre el sexo biológico. “Estamos salvaguardando la investigación científica de la negación de la biología y el constante avance de la corrección política; y despolitizando la ciencia, porque la ciencia es la fuerza más extraordinaria para el bien, desde curar enfermedades hasta cultivar nuestros alimentos, y debemos mantenerla así”, sentenció.

Sería bueno escuchar algo así de nuestras autoridades en ciencias. En cambio, la titular del Conicet, Ana Franchi, se dedica a dar cursos de género (Ley Micaela). Y a hablar en inclusivo.

[Este artículo reproduce contenidos de mi newsletter “Contracorriente”. Para recibirlo por correo, suscribirse aquí]

infobae
Guardar

Nuevo