Estados Unidos, entre la grieta interna y la disputa con China

El presidente Joe Biden dio un fuerte giro “progresista” y recalienta la economía para generar empleo. Al mismo tiempo, endurece la línea con el gigante asiático

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El presidente de Estados Unidos, Joe Biden. EFE/EPA/Doug Mills / Archivo

El presidente Biden inició su gestión impulsado por el ala izquierda demócrata (Harris, Ocasio-Cortez, Warren), pero actualmente estaría diferenciándose y adaptándose a la realidad geopolítica, que le marcan la necesidad de continuar -sin los aspectos histriónicos de Trump- la ofensiva contra China, un envalentonado desafiante. Biden sabe que toda división interna en una gran potencia es una debilidad estratégica, que no puede permitirse. Debe entonces lograr cierta unidad nacional, agrietada en las últimas décadas por factores culturales y socioeconómicos (“entrega” de empleo a los chinos), y simultáneamente, enfrentar a China para mantener el liderazgo global. Difiere con Trump en los temas ambientales y en lo cultural, pero debe tratar de mantener la línea dura en las negociaciones con China.

Para mitigar la pérdida de cierto impulso tecnológico, Biden ha prometido financiar fuertemente la creación de nuevas tecnologías, en aras de lograr un aumento de la productividad general. Los chinos explican que el “atraso” americano es responsabilidad de ellos mismos y no de China, lo cual es discutible. Si bien el gobierno de Obama se manejó excesivamente con criterios ideológicos y con los intereses del sector financiero y muy poco con una visión estratégica de la nación y de las necesidades de sus habitantes, también es cierto que China ha apelado a prácticas no demasiado respetuosas para obtener tecnologías de avanzada. Debemos recordar que la I+D china está conducida por sus Fuerzas Armadas. En su libro Guerra Irrestricta, el Gral. Qiao Liang plantea que los conflictos globales se dirimen en todos los planos: tecnológico, cultural, económico, ambiental, financiero, el espacio mediático, informático, psicológico, el espacio exterior, es decir, sin límite alguno.

Estados Unidos mantiene un enorme potencial tecnológico y militar, aunque haya perdido impulso en su liderazgo global. Los demócratas apelan usualmente a argumentos ideológicos (democracia vs. autoritarismos) para esconder la búsqueda de mayor poder para EEUU. Con eso atacan a China, Rusia, Irán, Turquía (con reconocimiento inédito del genocidio armenio) y a otros países intermedios. Eso agrada a la democrática Europa, que también necesita estar más activa contra China, por disputas de carácter económico y de empleo interno. Sin darle tanta importancia a aquellos argumentos ideológicos, los países asiáticos, más pragmáticos, ven con buenos ojos que EEUU imponga su presencia militar en la zona del Indico-Pacífico para frenar a China; recordemos que la primera visita externa que recibió Biden, después de asumir, ha sido la del primer ministro japonés, Yoshihide Suga y que la primera gira oficial de los secretarios de Estado (Antony Blinken) y Defensa (Gral. retirado Lloyd Austin) fue a Japón, Corea del Sur e India, aliados clave para amortiguar la voracidad china. Otro punto de conflicto con China hay que situarlo en la competencia espacial (saturación de los espacios con minisatélites transmisores de Internet, entre otros problemas), que, junto con lo tecnológico (5G/Huawei), son las claves para dirimir las supremacías relativas.

Sorprendió inicialmente Biden tratando de “asesino” a Putin, aparentemente una declaración para consumo interno. Actualmente está intentando acercarse a Putin (levantó las sanciones contra el gasoducto ruso Nordstream 2, con terminal en Alemania) con el que se reunirá el 16 de junio en Ginebra, para tratar “temas bilaterales”, enmascarando la maniobra estratégica de rodear a China, para condicionar su accionar en Asia, que tanto inquieta a sus vecinos. Son temas de incumbencia rusa; en Asia Central (ex URSS) por la expansión de la Ruta de la Seda china, y por su larga frontera en común (el estratégico puerto ruso de Vladivostok está a 150 Km de la frontera china y a 300 Km de la frontera de Corea del Norte). Es probable que haya más cooperación mutua entre EEUU y Rusia que competencia; particularmente con los temas nucleares de Irán y Corea del Norte.

La pandemia se ha convertido en un tema de confrontación con China; Biden ha puesto en duda el origen “natural” (zoonosis) del virus y ahora todos miran al Laboratorio Virológico de Wuhan. La hipótesis inicial (el virus chino), desmentida inicialmente, cobró nuevamente vida por medio de Anthony Fauci, principal asesor médico del gobierno de EEUU, quien sugirió la posibilidad de un origen “no natural” en la misma ciudad de Wuhan. El éxito vacunatorio de EEUU debe atribuirse, primero, a la operación “Warp Speed”, iniciada por Trump (pese a que éste no tomaba inicialmente en serio al virus) y basada en la Ley de Defensa de la Producción (1950), invirtiendo 2.000 M en los laboratorios Pfizer y Moderna para desarrollar y fabricar las vacunas (del tipo ARN) y en segundo lugar, al exitoso programa de vacunación (período Biden), que combinó masivamente vacunatorios privados y estatales en todo el país.

Habría que seguir de cerca la influencia que puedan ejercer los intereses del “Deep State”, un poder detrás del trono, conformado, entre otros, por el complejo industrial-militar. La mayoría de ellos están relacionados al sector financiero, que siempre busca obtener mayores ganancias, más aún en tiempos en que las tasas de interés siguen muy deprimidas. Si bien los dichos de Trump siempre fueron muy agresivos, éste no siguió senderos belicistas, como sí los habían transitado los republicanos Reagan y Bush o el demócrata (Premio Nobel de la Paz) Obama, o como prometía la candidata Hillary Clinton. Biden es aún una incógnita en el delicado plano militar, recordando que empezó su gestión con un bombardeo “demostrativo” en Siria. Tener presente que el gasto de Defensa de EEUU representa un 50% del total mundial, seguido por China con casi un 20%, quedando el restante 30% repartidos entre India, Rusia, GB, Arabia Saudita, Alemania, Francia, Japón, y Corea del Sur.

El punto de disputa inmediata está en la necesidad de equilibrar la desfavorable balanza comercial estadounidense con China, para lo cual es probable que cada uno arme su propia cadena de suministros, reduciendo su mutua interdependencia. Biden tampoco levantará los impuestos a ciertas exportaciones chinas, que les impuso Trump. Esto es relevante pues se relaciona con los problemas internos (desempleo, menor nivel de vida), atribuidos (por demócratas y republicanos) a las prácticas comerciales chinas (subsidios estatales, robo de tecnología y de propiedad intelectual).

Si en lo externo se va “armando” una visión estratégica estadounidense, aún no está claro el derrotero interno, donde “Amtrak Joe”, ha desplegado un fuerte giro “progresista”, recalentando la economía para generar empleo, el que debería tener un correlato de mejora del equilibrio comercial para disminuir eventuales problemas inflacionarios. Ha apostado fuertemente en varios planes: Plan de Infraestructura (al estilo del demócrata Roosvelt y del republicano Eisenhower), ahora orientada a aumentar la banda ancha para progresar con la inteligencia artificial; ayuda económica directa a los que quedaron desempleados (1.900 M); Plan Federal Vacunación Masiva (200 M); Plan de Migraciones, legalizando indocumentados y atendiendo problemas de familias separadas; “Plan de Empleo Estadounidense” (1.800 M), propone aumentar la producción local industrial sostenible, en base al concepto de “eficiencia energética” y atendiendo el problema ambiental; aumento del salario mínimo a US$15; reinstalación del “Compre Nacional” (“Buy American”), y un “Plan para las familias”, para mitigar la pobreza infantil y la desigualdad social sistémica.

Para financiar todos estos planes Biden presentará una reforma fiscal, para que las grandes corporaciones (las tecnológicas), que suelen eludir impuestos federales en paraísos fiscales u otros países (Irlanda, Holanda), tengan que pagar más; se calcula que la elusión de impuestos de las grandes empresas llega a 175.000 M al año. También subirá el impuesto a las sociedades del 21% al 28%. El principal resquemor a la financiación de tantos planes es un incremento de la inflación, incipientemente manifestada en abril (0,8%). Para que el déficit previsto de 3,5 billones USD no sea peligroso, el crecimiento del PBI debería superar el 7%, y esto ha sucedido pocas veces en la historia de EEUU.

Por ahora, es poco probable que la confrontación lleve a un desacoplamiento total y absoluto entre las dos potencias. Una escalada del conflicto siempre dependerá de la visión que ambos tengan de las fortalezas y las debilidades de sí mismo y del otro, pero no hay duda que “siempre el diablo está en los detalles” y acá hay muchos detalles en juego: diplomáticos, industriales, económicos, tecnológicos, militares, ciberespaciales, y obviamente geopolíticos. Tampoco hay que descartar colaboraciones mutuas en la medida que EEUU vaya recuperando parte de lo perdido en su propio espacio y pueda tranquilizar su grieta interna.

Se concluye que la atención principal de los EEUU está en dos frentes, el interno, para intentar superar la grieta, y el externo, centrado principalmente en China, y algo menos, en Rusia. El resto de América no es prioritario, con la excepción de su frontera sur, por los problemas de inmigración centroamericana. Ni Cuba ni Venezuela, ni Brasil o Argentina, por otro, son temas urgentes. Eso no significa desatención, sino seguir registrando lo que en ellos vaya ocurriendo, en particular en sus relacionamientos con China y Rusia.

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