¿Qué aprendimos a un año del primer día de cuarentena? Las enseñanzas de Chauncey Gardiner y la gran asignatura pendiente

Durante los últimos 12 meses los desaciertos en materia sanitaria fueron más que los aciertos. Además, la grieta recobro una fuerza inusitada y volvió cooptar el día a día de una nación pobre y sin rumbo

Un hombre revisa su celular frente a locales comerciales cerrados durante los primeros de la cuarentena

Pareciera que fue ayer el “quédate en casa”. Sin dudas fue un año de aprendizaje. Un año perdido para una gran mayoría. Un año que no queremos que se repita nunca más. Un año donde desinfectamos casi todo, menos la política. Fue un año donde aprendimos a convivir tanto con el virus, como con las idas y vueltas de nuestra clase dirigente que intentaba (e intenta) encontrar un rumbo que nos lleve hacia alguna parte mientras navegamos en el océano de la incertidumbre cotidiana y el desbarranco institucional. Pasamos a una economía de “bajo contacto”, donde la virtualidad es la nueva regla y los pequeños comerciantes y Pymes aprendieron de memoria la letra de la canción “Resistiré”.

Todavía resuenan en mi memoria las palabras del primer mandatario en el anuncio que no hizo por cadena oficial, sino en la primera de muchas conferencias de prensa. Con gesto adusto e inflexible: “No estamos dando licencia para que vayan a pasear, es para que nos cuidemos, a nosotros y a nuestros hijos. Quédense en sus casas”. “Necesitamos que no haya imbéciles que siguen circulando cuando llegaron de viaje”. “Voy a usar el aparato del Estado en favor de la gente. Sépanlo, no voy a tolerar a los pícaros. Lo que pasó con el alcohol en gel y los barbijos son ejemplos”.

Ya pasaron 367 días de aquel primer anuncio, al que siguieron muchos más. En un primer momento pareció que la cordura, el diálogo entre oficialistas y opositores era fluido, las primeras conferencias de prensa paralizaban la nación como si estuviéramos a punto de ver el partido entre Argentina vs. Inglaterra el 22 de junio de 1986. Luego fuimos volviendo a la normalidad nacional y popular donde el “rompan todo” y el “sálvese quien pueda” son lamentablemente una constante. Las conferencias de prensa dieron paso a los anuncios despersonalizados al mismo tiempo que el pico máximo de la imagen pública del Presidente se desinflaba, hasta llegar a los niveles actuales.

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El 20 de marzo de 2021 se cumplió un año desde el primer día de cuarentena. Algo inédito en nuestras vidas. Los desaciertos fueron más que los aciertos. La cantidad de contagiados y fallecidos lo evidencian. Faltaron testeos, a la par que la economía nacional se desplomó. Sí funcionó el sistema sanitario, aún no sufrimos, por suerte, el amontonamiento de cadáveres en las puertas de los hospitales.

Con el correr de los días y la prolongación de la cuarentena “XXXL” que supimos tener, la grieta recobro una fuerza inusitada y volvió cooptar el día a día de una nación pobre, sin rumbo y con escasas posibilidades de encontrar algo de cordura entre tanta insensatez. La serie que vemos pochoclo en mano: “Ataque al poder judicial”, nos sigue entregando nuevos capítulos semana a semana.

La realidad nos vuelve a demostrar que los bolsos con dinero espurio no se acabaron, que la imagen de José López, ex Secretario de Obras Públicas durante la presidencia de la actual vicepresidenta, se repiten, pero mutando en formatos diferentes: los hechos que salieron a la luz en torno a la aparición de dinero en efectivo en el ámbito de la TV Pública por un total de $11.400.000 evidencia que algo está pasando. Que lo que era no dejó de ser, y sigue conformando un modelo de conducta que resulta tan repudiable como vergonzoso.

Una nación pobre debe ser gobernada con el ejemplo, con austeridad y mediante la búsqueda permanente de consenso y diálogo. No es útil para dar el ejemplo subir al avión de Messi. Tampoco lo es construir, e inaugurar el estadio más caro de la Argentina en plena pandemia, en una provincia, Santiago del Estero, donde el 45,4% de las personas vive por debajo de la línea de pobreza.

No es sensato. No se genera “igualdad” como pretendieron justificar las autoridades de la provincia, sino todo lo contrario, se incrementa la desigualdad, porque los compatriotas que integran esa masa silente del 45,4% de carenciados, no tienen una vida mejor, por el solo hecho de que su provincia tenga ahora un colosal estadio. Eso es pura torpeza, negligencia y falta de sentido común.

Cadena nacional de Alberto Fernández

También nos queda como enseñanza que el Estado Nacional no es el más apto para negociar la provisión de vacunas. El 10 de diciembre de 2020 el jefe de Estado anunció: “Vamos a poder contar con las dosis suficientes para vacunar entre enero y febrero a 10 millones de argentinos y argentinas”. No se cumplieron esta y otras predicciones del Sr. Presidente de la Nación.

Luego vino el “relato” del “relator del relato” “relatando” de manera épica el despegue del vuelo de Aerolínea Argentinas que despegaba en búsqueda de las primeras dosis de la vacuna rusa. El “buen viaje comandante” sigue resonando en nuestra memoria colectiva.

También aprendimos en un año de Pandemia que los argentinos no somos apegados al cumplimiento de la ley. Lamentablemente somos una sociedad donde es una opción cumplir las normas, no una obligación. Paso con los permisos para circular en plena “ASPO”, con el vacunagate, con las fiestas clandestinas, con las funcionarias que tienen empleadas privadas y les ofrecen cargos en el Estado, que todos pagamos, y con tantas cosas más que cansa la memoria el solo intento de recordarlas. A la par que no hemos sido lo suficientemente agradecidos de todo el personal de la salud y los trabajadores esenciales que le pusieron el cuerpo a la Pandemia.

Tengo para mí un nuevo aprendizaje: el de la grieta como negocio. Es claro que la grieta termina siendo un gran negocio del que viven muchos y muy bien. El “por la razón o por la fuerza” que nos impone el modelo agrietado de vida, nos termina alejando de un país republicano para meternos de lleno en una autocracia, en la cual la agenda de una sola persona termina siendo la agenda de todos los argentinos.

La Pandemia también nos introdujo colectivamente en “nuevos” conceptos jurídicos como el Lawfare (aclaro por las dudas que lo de “nuevo” es un eufemismo). A muy pocos ciudadanos les interesa el concepto de Lawfare. No creo que más del uno por ciento de la población esté interesada en él. Incluso se ha editado recientemente un libro sobre el tema, y todo libro que nace debe ser festejado porque contribuye a la cultura de la nación, con independencia de su contenido o ideología.

También nos trajo el año pandémico que dejamos atrás la primera Cadena Nacional del jefe de Estado. Fue el mismo día en que su antecesor en el cargo presentaba su libro (ya dijimos que todo nuevo libro debe ser festejado porque contribuye a la cultura nacional). Cadena Nacional tan inaudita como imprevista. El Primer Mandatario eligió puntualmente el mejor horario del prime time, las 21. Por casi 13 minutos estuvimos atentos al mensaje que daba el presidente, pero cuando terminó, quedó sabor a poco. No dijo nada nuevo. Nada que no supiéramos. No se realizó anuncio alguno.

¿Para que se hizo?

De inmediato recordé al personaje magistralmente interpretado por Peter Sellers en la película de Jerzy Kosinski Being There, que por nuestras tierras se conoció como Desde el Jardín, estrenada en 1979 y que merece ser vista más de una vez. Chance Gardiner, es un hombre sencillo cuya vida se reduce a cuidar un jardín, no lee ni escribe, además parece tener algún grado de insuficiencia mental, donde su interpretación de las palabras es solo literal, no comprende del doble sentido. Su forma de relacionarse con el mundo es solo por medio de la Televisión.

Por insólitas circunstancias termina en el seno del poder y hasta el presidente de EE.UU. recurre a él para pedirle consejo, lo que nadie sabe es que este jardinero solo habla y se refiere a los temas de jardinería, pero los políticos, rebuscados por naturaleza, entienden que ese lenguaje simple es una metáfora muy elaborada sobre política. Incluso piensan que puede ser un excelente candidato a presidente.

Metáforas al margen, la imagen de nuestra clase dirigente está en picada. La falta de credibilidad está haciendo añicos la confianza pública, a la vez que los relatores del relato terminan canibalizando la política, y por cierto a ellos mismos. Hay muchos Chance Gardiner dando vueltas por ahí.

El lugar donde vivía la pequeña M

El caso de la criatura “M”, cuyo nombre ya no puede ser mencionado para preservar su identidad, es un claro ejemplo de todo lo que es y no debería ser. Lamentablemente nuestra nación tiene muchas criaturas M a lo largo y lo ancho del país. Cientos de miles de niños en situación de calle. Dejemos para otro momento el dislate de la política en la conferencia de prensa donde se anuncia el feliz encuentro de la niña y la captura del chacal, porque lo que realmente importa es resaltar que más de la mitad de los argentinos están en un estado de necesidad permanente.

La grieta -pingüe negocio para algunos- y el clientelismo político solo contribuyen al aumento de las estadísticas de la pobreza. Los hechos concretos y fríos hablan por sí solos. Desde que recuperamos la democracia hasta la fecha, solo hemos incrementado la cantidad de pobres e indigentes en nuestra nación.

La aparición con vida de la niña M, nos debe llevar a la reflexionar sobre qué vida tendrá esa pequeña y tantos otros como ella. Una vida en situación de calle, sin techo, con frío o calor según el clima, con hambre, sin educación, sin vacunas, sin nada por delante más que una vida relegada a la suerte que le tocó por destino. El futuro de esos niños carenciados es la gran asignatura pendiente que tenemos como nación.

Creo que este es el aprendizaje más importante que tenemos como desafío tras un año de Pandemia, donde no fueron una sino cinco las que sufrimos a la vez: salud, economía, instituciones, seguridad y educación.

Alcanza con ver la última escena de Chance Gardiner mientras se aleja caminando como si fuera un mesías sobre las aguas de un charco, a la vez que el presidente de EE.UU. en su discurso repite una de sus frases “la vida es un estado mental”, sin saber que Chauncey Gardiner sufría de un retraso mental. Si Gardiner fuera argentino bien podría decir que entre Sinceramente y Primer Tiempo, tendríamos un Tratado completo, compuesto a cuatro manos, sobre los males de la tierra argentina y el estado mental de todas y todos.

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