La Justicia les está fallando a los argentinos

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Muchos creímos que en 2019 empezarían a ser elevados a juicio oral al menos parte de los muchos procesamientos por la inmensa red de corrupción que se viene descubriendo en las causas donde están procesados algunos jerarcas del kirchnerismo y del jet-set empresario. Pero, de repente, la Justicia parece haber entrado en stand-by.

Quizás se deba a la prudencia —miedo— de algunos, potenciado por el caso D'Alessio, que, más allá de lo cierto que pueda haber en él, algunos pueden interpretar como un mensaje de no meterse con los poderosos. Quizás estén circulando húmedos pero tentadores billetes de 500 euros o quizás se trate de la sistemática ineficiencia judicial.

Probablemente todas esas causas confluyan, según cada caso, a esta situación lamentable: sigue sin pasar nada, salvo algunos plazos de prescripción.

Pareciera que hay solo una investigación en marcha, la de espías desopilantes y espionajes desmadrados, que tramita en la inconcebible jurisdicción de Dolores. Por otra parte, las crecientes redes sociales con sus noticias falsas y verdaderas retroalimentan a los medios ansiosos de contenidos pero sin recursos económicos, humanos ni temporales para investigaciones profundas.

Hoy en la Argentina las leyes son meras sugerencias, como dijeron Carlos Nino y Carlos Fayt, anomia agravada por la suma de otros factores. Es probable que existan inmensos tesoros ilícitos que pueden destinarse a comprar a algunos de los protagonistas de estos procesos judiciales para trabar el avance de las causas, incluso convirtiendo con mentiras a jueces y fiscales en acusados.

La sucesión de escándalos inconcebibles que exhibe el mal funcionamiento del Poder Judicial lo deslegitima, porque ha desplazado a la farándula como patética distracción de una sociedad agobiada por 70 años de decadencia. Antes, la enorme mayoría de las causas no trascendía afuera de Tribunales, ni con sus méritos ni con sus miserias, pero ahora las investigaciones y los juzgamientos corren por dos andariveles: el judicial y el mediático.

Humanos al fin, ni siquiera los buenos jueces —son la mayoría— están exentos de verse influenciados por el entorno y el resultado es que en definitiva las redes y los medios prejuzgan y condenan con inevitable ligereza.

Para peor, siendo un año electoral, ese entorno de escándalos y frustraciones es usado por algunos políticos para poner o sacar temas de la agenda del día, con operaciones de prensa tan imposibles de probar como de negar.

En síntesis, el caso D'Alessio, los escándalos judiciales, y las operaciones de prensa no son casualidades ni algo accidental: lograron que casi haya desaparecido de las noticias la megacausa de los cuadernos, pese a que en ella se investiga el caso de corrupción más grande de nuestra historia y probablemente de la historia del mundo.

Obviamente que la investigación en manos del doctor Claudio Bonadío sigue su curso y algunos centímetros de noticias semanales nos avisan de tal o cual avance, pero es innegable que ese inmenso elefante blanco ha quedado ocultado por una manada de elefantes que, con su polvareda, hicieron que la volátil memoria colectiva se olvide de la corrupción deducida de los cuadernos y confesada por sus mismos perpetradores.

Sin duda el juez Bonadío avanzará, pero el riesgo es que otros jueces dejen de sentirse urgidos por una sociedad que les pedía rigor, y ahora se ha dispersado con otros temas. No sería la primera vez que ocurre.

Ojalá que no terminemos siendo regidos por las encuestas en vez de por las leyes. Si seguimos siendo el reino de la impunidad, no tendremos futuro. La ineficiencia en la lucha contra la corrupción es una barrera para volver al mundo desarrollado.

El autor es abogado, ex consejero de la Magistratura.