El nuevo hallazgo de un gliptodonte en Puebla revela datos del Pleistoceno tardío

Algunos de estos animales alcanzaban el tamaño de un mamut al erguirse

El hallazgo de fósiles en San Sebastián Villanueva revela la presencia de megafauna del Pleistoceno tardío en Puebla. FOTO: INAH

El reciente hallazgo de restos fósiles en la comunidad de San Sebastián Villanueva, municipio de Acatzingo, en Puebla, ha revelado la presencia de especies que habitaron la región durante el Pleistoceno tardío.

Según confirmó el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), los fósiles corresponden a un gliptodonte, un cánido, un caballo y un perezoso terrestre.

Estos ejemplares, actualmente bajo resguardo de la Sección de Paleontología del Centro INAH Puebla, serán objeto de estudio a partir de 2026, con el objetivo de profundizar en el conocimiento de la megafauna que habitó el territorio.

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El rescate de los fósiles, realizado entre el 21 y el 24 de octubre de 2025, respondió a una denuncia de los habitantes de San Sebastián Villanueva y contó con el apoyo de la presidencia auxiliar local, la Dirección de Cultura del Ayuntamiento de Acatzingo y la comunidad, que participó activamente en las excavaciones.

La población ha manifestado su interés en que los restos regresen a la localidad, siguiendo el modelo de Santiago Tenango, donde se estableció un museo de sitio para proteger y exhibir hallazgos paleontológicos.

En ese caso, la asociación civil Tenango Cultura y Tradición colaboró con el INAH para resguardar un gliptodonte cuyo caparazón se conserva en un ochenta y cinco a noventa por ciento, junto con la pelvis, la mandíbula y parte de las vértebras caudales.

Iván Alarcón Durán, responsable de la Sección de Paleontología del Centro INAH Puebla y encargado del rescate, explicó que los fósiles extraídos de la carretera de terracería “Paso La Mora” pasarán por un proceso de limpieza y estabilización.

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Este procedimiento es fundamental para su adecuada conservación y análisis, ya que, en palabras del especialista, “mientras están inmersos en el sedimento, los restos permanecen estables en el tiempo, pero una vez que se descubren comienza un proceso de deterioro rápido, por lo que se deben estabilizar para asegurar su conservación”.

El proceso de estabilización puede extenderse durante varios meses, pero garantiza que el material se preserve durante más de medio siglo.

En cuanto al gliptodonte, se recuperaron dos fragmentos del caparazón y varios osteodermos sueltos. El caparazón no se halló completo ni en posición anatómica, aunque uno de los fragmentos presenta el dibujo en roseta característico de este grupo de megafauna.

Estos animales, emparentados con los armadillos actuales, alcanzaban dimensiones notables: podían medir hasta dos metros y medio de longitud y pesar cerca de una tonelada, equiparables al tamaño de un automóvil compacto.

Alarcón Durán señaló que este ejemplar guarda relación con el encontrado en 2017 en Santiago Tenango, identificado como Glyptrotherium cylindricum, el más grande y completo hallado en Puebla hasta la fecha.

Respecto al cánido, tras la limpieza e identificación preliminar de un fragmento de maxilar derecho con dos molares, se determinó que pertenece a un Aenocyon dirus, conocido como lobo terrible, especie originaria de América que sobrevivió hasta el Pleistoceno.

El especialista destacó la relevancia de este hallazgo, ya que “los carnívoros existían en menor cantidad, lo que hace más difícil su hallazgo”.

Del caballo, solo se recuperó un molar con concreción en la parte oclusal, cuyas características y tamaño sugieren que podría corresponder a la especie Equus mexicanus. Además, se rescató un elemento óseo que parece ser la epífisis de un hueso largo de perezoso terrestre.

Algunos de estos animales alcanzaban el tamaño de un mamut al erguirse, aunque el hueso recuperado correspondería a un ejemplar de dimensiones similares a las de un oso polar.

La comunidad de San Sebastián Villanueva, inspirada por el precedente de Santiago Tenango, solicitó al INAH asesoría para establecer un proceso de conservación y eventual exhibición de los restos.

Alarcón Durán subrayó que “el proceso de estabilización de los restos no es rápido, toma varios meses de trabajo, pero permite que el material se conserve por más de medio siglo”.

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