Paula Maffia, cantante y emblema de lesbianas: “Si la locura es una pérdida del ser, esto es la pulverización del ser”

Ante su reciente comaternidad, la compositora argentina cuenta cómo fue el proceso de gestar in vitro, el sacudón de criar y su retorno a la música

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La maternidad o la crianza directa de una infancia está mucho más allá de ciertas particularidades. Rompe todo un montón, incluso identidades.

Paula Maffia es música desde hace dos décadas y madre desde hace dos meses. El 10 de junio parió a Marino, su primer hijo, una criatura nueva para este mundo que se encargará de humanizarlo muy a su pesar. “No es darle forma a un ser humano, es, lamentablemente, deformar una animalidad”, dirá la compositora, cantante y guitarrista argentina, fundadora de Las Taradas y La Cosa Mostra, en esta conversación.

La Ley Nacional de Fertilización Asistida, sancionada en 2013, pone sobre la mesa la garantía de acceso a distintos tratamientos para lograr el embarazo sin excluir orientación sexual o estado civil. Pero, ¿cómo funciona paso a paso? En su primera entrevista después del aire que le dio a su carrera para maternar, habló con Infobae acerca de gestar in vitro, el sacudón de criar y su retorno a la música.

–¿Qué significa maternar siendo lesbiana?

Hice todo en mi vida sin un pene. La maternidad era una instancia más. Digo, soy amiga del pene, pero no me parece que sea en absoluto necesario para nada. Una buena manera de andar por el mundo: sin necesidades ni urgencias. La maternidad o la crianza directa de una infancia está mucho más allá de ciertas particularidades. Rompe todo un montón, incluso identidades. La maternidad, en este caso –no quiero circunscribirlo a la maternidad, me parece que la experiencia de criar es mucho más amplia–, dinamita tanto la personalidad que mi ser lesbiana pasa a segunda o a tercera instancia.

–Es difícil no pensar en la idea de privilegio, ¿qué supone ese acceso a la maternidad? ¿cuáles son las condiciones para gestar hoy?

–Dentro de mi rango de elecciones y de identidades siento que soy una persona sumamente privilegiada. Particularmente mi elección sexual y mi etiqueta política, en este caso, no me generaron más dificultades que a otras personas. Por supuesto que hay que defender permanentemente lo que una hace, dando explicaciones y legitimándose. Pero yo tengo acceso a información, a una obra social, a consejo, a una infraestructura, a tomarme el tiempo que necesito para criar. Tengo mucho acceso a privilegios. Y, en este momento que estoy muy poco socializada, estoy en la trinchera. La verdad es que todavía no tuve que salir a blandir ningún tipo de espada. Ya vendrán esos tiempos.

–¿Cómo te ubicó la maternidad?

–Es urgente que este cachorrito sea alimentado y tenga acceso a la felicidad, al juego y a la maravilla. Y, a su vez, yo estoy en trance. Digo, si parte de la cotidianidad de cualquier persona es escrolear en Twitter y ofenderse por opiniones de terceros, en este momento ese ejercicio está último en mi lista de prioridades. Estoy en la oposición total. Estoy poniendo un palito en la mitad del desierto, donde pondré luego otro palito, luego una tela, armando un refugio de a poco.

No iba a dejar de tener acceso a una infancia porque no fuera algo que sencillamente no pudiera hacer cogiendo. Igual se cogió (risas), solo que el proceso fue en diferido.

–¿Por qué maternar?

–Primero, porque siempre tuve el deseo de estar en contacto con una infancia. En mi familia cercana no las hay. Entonces, como todo lo que quiero, si no lo tengo cerca lo obtengo, lo busco. No iba a dejar de tener acceso a una infancia porque no fuera algo que sencillamente no pudiera hacer cogiendo. Igual se cogió (risas), solo que el proceso fue en diferido. Era un deseo muy grande. Personalmente llegué a una cumbre en mi vida. Sé que mi experiencia alcanzada la puedo proyectar a mis treinta, a mis cuarenta, a mis cincuenta, pero, ¿qué más? Puedo seguir viajando, aprendiendo cosas, pero sentía que me quedaba un agujero muy grande por ser intervenida. Es casi un ejercicio de meditación romper con un adultocentrismo, con una mirada del mundo. Es una experiencia de encuentro muy grande.

–Como un hackeo… ¿En qué tuvieron que ver la pandemia y estar o no en pareja con la decisión?

–La decisión de maternar era unilateral y anterior a la pareja y a la pandemia. Pero, bueno, la pandemia y una pareja por supuesto aceitaron todo muchísimo. Fue un facilitador muy grande. Pienso en la titánica tarea de hacer esto sola y, ahora, sabiendo, no me lo puedo imaginar. Sé que se hace, no me cabe duda, pero no sé si lo estaría disfrutando como lo disfruto, porque, dios, es un amor tan grande que necesitás un testigo para dimensionar. La madre de todas las locuras la maternidad.

–¿Por qué?

–Si la locura es una pérdida del ser, esto es la pulverización del ser. Es la postergación total.

–¿Sos paciente?

–Soy paciente pero con mucha facilidad puedo no serlo. Creo que el juego posterga bastante el estallido. Y, después, es entender que invocaste un demonio del amor, lo invocaste, no sé, en una lengua tan antigua como la vida, y acá está. Y, posiblemente, el individuo más traumado sea él, que lo sacaste de un lugar increíble, calentito, único, total, y está acá, ejercitando la división. Eso da mucha paciencia.

Soy lesbiana. Es lo primero que explico. El mundo es un lugar violento y parto de esa base. Pero también parto de la base de que mi tiempo vale oro. No puedo ir andando en puntitas de pie.

–¿Cómo accediste a nivel práctico a esa maternidad?

–Esta es la parte más interesante de lo que yo pueda decir. Porque esto sí es más allá de mi experiencia, que lo haya tenido sola o acompañada o el acontecimiento de que yo sea lesbiana o bisexual o heterosexual, es el acontecimiento de decidir tener un hijo por inseminación o in vitro –es decir, con ayuda médica–. Hay que estar permanentemente lidiando con formularios donde tenés que dar cuenta de tu realidad económica, física, emocional, vincular.

–¿Ese formulario fue para ambas?

–Sí, hay muchísimas cosas que la experiencia médica no tiene ningún tipo de interés en separar, por ejemplo, si vos sos lesbiana o no. Al menos, en cada insitución médica se presupuso siempre que yo era heterosexual y estaba en pareja. Por ejemplo: hay un estudio médico que es fundamental y se llama “histerosalpingografía”. Consiste en que te inyecten un líquido en las trompas de falopio para corroborar que estén destapadas porque las obras sociales no pueden arriesgarse a dar luz verde a un tratamiento que pudiera ser inefectivo, o peor, riesgoso. Ese examen es doloroso, se hace en escasísimos lugares y se realiza en una ventana muy estrecha del ciclo menstrual. Con lo cual, te dicen: “Tenés que venir entre tal y tal día de tu ciclo menstrual y sin tener relaciones”. El entre texto de eso es: “Tenés que venir entre tal y tal día de tu calendario menstrual ya que nos garantiza que no estás embarazada”. Mi médica, por supuesto al tanto de mi orientación sexual, me dice: “Yo te voy a hacer una nota diciendo que no hace falta que vos te tomes este tipo de consideraciones porque sabés que no estás embarazada”. Increíblemente, aún con aval de mi médica, responsable de mi salud y tratamiento, no hubo caso que los laboratorios quisieran hacer la excepción en las fechas. Por otro lado, cuando piden ir “sin relaciones sexuales” no saben explicarte qué entienden por las mismas. Indagando mucho, parece ser que las “relaciones sexuales” a las que se referían eran exclusivamente ser penetrada vaginalmente por un miembro masculino, pero preventivamente te dicen que no podés tener ningún intercambio sexual. Hay algo de mucha infantilización en desacreditar un cuadro avalado por una médica y no confiar en el desempeño de la amplitud de formas de comunicación sexual que una pareja elija, no solo en mi caso como lesbiana, sino que habla de cómo las instituciones suelen leer en general a la “mujer”.

–¿Vos siempre hablando abiertamente de tu sexualidad?

–Por supuesto. Soy lesbiana. Es lo primero que explico. El mundo es un lugar violento y parto de esa base. Pero también parto de la base de que mi tiempo vale oro. No puedo ir andando en puntitas de pie. No hubo caso. Tuve que seguir el guión que le imponen a la chica heterosexual. Después, viene la etapa posterior a los estudios –la de los laboratorios de fertilidad y bancos de semen–. Como la realidad es que no existe fenómeno más contingente y amparador que el capitalismo, como lesbiana –o también sería el caso si fuera madre soltera o fuera una pareja heterosexual que no puede concebir– soy elite, porque soy el tipo de cliente de estas instituciones. Al ser su target, automáticamente, alfombra roja. Esta es la primera vez en el tratamiento –bah, en la vida– que una institución te trata con respeto y dispuesta a correrte a un lado de toda narrativa dominante y contemplarte por tu experiencia individual. Puedo asegurarte que un trato de estas características es mucho más tranquilizador y feliz que el previamente descripto.

–¿Todo esto haciendo el tratamiento con una obra social?

–Sí, con la mutual de SADAIC.

–¿Y pudiste ir tomando decisiones en el proceso?

–Hay oferta para cualquier tipo de demanda. Yo fui con gente de mi palo. Y del palo no es solamente gente que se identifique como yo, sino también que tenga una visión del mundo económico como la mía.

–¿El método que elegiste también lo tenías claro desde el principio?

–Ahí la calidad ya tiene que ver con lo que puede el cuerpo. Cuando decidí que iba a querer maternar siendo yo la madre gestante –que es una decisión que tomé sola–, me dije “tomate la licencia que quieras” y ahorré como una maníaca todo lo que pude, porque como autónoma soy mi propia jefa, pero también mi propia (y única) empleada.

–¿Cómo fue esa elección del método entonces? ¿Prueba y error?

–Empecé pensando que iba a tener un bebé a solas con todo mi capital físico, moral, económico, de tiempo. Terminó siendo algo en pareja. Hay mucho de privilegio también. Quiero dejar en claro esto porque, por un lado, está mi experiencia lesbiana y, por otro lado, está mi experiencia como persona que atraviesa este mundo mercantilizado en el que vivimos. Entonces, las etiquetas se superponen. Mi interés inicial fue hacer una inseminación, no quedé en un primer intento, quedé en un segundo, perdí ese embarazo y fue muy fuerte. Una búsqueda de estas características puede volverse cuesta arriba. Empecé el tratamiento a los 37 para quedar embarazada a los 39. Es algo que toma tiempo. Cuando me recuperé dije: “vamos al todo o nada”. Y decidí hacerlo in vitro. Es más invasivo pero sabía que tenía más chances. Y, bueno, funcionó.

Se puede monetizar el morbo ajeno de una manera terrible. Pedir la carta astral del donante, chatear con él, etc. Todo por un costo adicional.

–¿El donante es anónimo?

–Podés elegir un donante amigo, si querés. Puede no haber un banco de esperma de por medio. Nosotras decidimos recurrir a un banco que tiene la opción de un donante con identidad abierta o cerrada. La apertura de esa identidad no es para nosotras sino para el bebé. Es decir, cuando Marino tenga 18 años.

–Y el donante puede elegir.

–Exacto. Y esto es una versión súper tierna de lo que puede ser una cuestión monstruosa. Amigas en los países del norte me cuentan su experiencia en relación a los bancos de esperma y cómo el procedimiento está mucho más “McDonalizado”. Vos podés customizar tu búsqueda de donante, por ejemplo, por el parecido a una estrella de Hollywood. Se puede monetizar el morbo ajeno de una manera terrible. Pedir la carta astral del donante, chatear con él, etc. Todo por un costo adicional. Digo morbo porque si el mercado te lo vende y vos vas y lo consumís, hay una transacción loquísima que se aleja del fin original: adquirir gametos para tu reproducción. Acá es más naíf… o precario. Te encontrás con una carpeta con hojas y una carta escrita en primera persona por quien dona. En ese prontuario lo más importante es la foto del donante de niño. Interviene la ternura. El intercambio está más diferido pero a su vez pareciera más genuino.

–¿Tenías algo de información previa de todo esto?

–No. Tenía amigas en Estados Unidos que lo habían hecho, donde las prácticas médicas son distintas.

–¿Cambió tu relación con la música?

–El embarazo y parir te dejan el cuerpo en un lugar muy distinto a donde empezaste. Entonces, mi ilusa ilusión durante el embarazo era calendarizar la experiencia: tomarme tanto tiempo antes de volver a tocar, volver progresivamente y de tal manera, recurrir a ayuda en tal mes, etc. Pavadas que me imaginé, porque de pronto, entrás en un tiempo completamente distinto. Quedan abolidas experiencias que tuviste toda la vida. El tiempo es redondo como una teta. Todo el mundo te dice: “no vas a descansar”. Pero, ¿qué es no descansar? Esto es una experiencia de vigilia permanente. No hay nada en ese sentido que se le parezca. En relación a volver a trabajar, estoy acá, hecha polvo. Lo que yo pensé que era volver a trabajar, no lo es. Puedo volver a aparecer en escenarios pronto, ya, pero, en el fondo, voy a tener que estar reentrenándome el cuerpo por haber estado sin tocar, sin cantar, porque me cambió el cuerpo. Entrenar la distancia y el desapego cuando llegue el momento. También reentrenando el lenguaje porque la experiencia me queda corta, la noción de ya no ser un individuo, sino un tótem para el resto de la vida también será un entrenamiento importante. Y, bueno, la paciencia que le pido a mi público y a cualquier lugar con el que decida hacer cosas es que ahora soy un más uno.

–¿Por qué estás volviendo a trabajar?

–Porque soy mi trabajo también, amo a mi público y amo cantar. Pero el embarazo en su pico de fecundidad fue lo más castrador que existe: me drenó todo. Fue increíble. Es muy agotador física y mentalmente generar otro cuerpo. Volver al trabajo es una necesidad no solo económica sino existencial. Siento miedo e inseguridad porque cualquier tipo de tarea que supone superarse a una misma y ofrendarse al público genera una sensación de carrera. Y la noción de carrera implica por definición competencia. ¿Y cómo vuelvo a insertarme en el juego de la oca si perdí un montón de turnos? El único ejercicio que tengo es el de ejercitar la humildad y reaprender, porque no retomás nada, todo ese pasado murió y con Marino nacieron el presente y el futuro.

El próximo 23 de septiembre a las 21 horas Paula Maffia se presenta en formato acústico en el Club Cultural Quetren, Olazabal 1784, Barrio Chino, CABA.

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