El escritor chino que fue preso, vive en un psiquiátrico, está prohibido y elige hablar: “Los chinos dan mucha pena, ni siquiera sienten que se los comen”

En su novela “Amo a mi mamá”, Chen Xiwo hace una sátira de la sociedad del gigante asiático a través de una relación incestuosa entre un chico discapacitado y su madre. No se la puede leer en su país. Traducido al español y otros idiomas, en esta charla desde Fuzhou dice que la situación es “desesperante”.

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Chen Xiwo y  su libro "Amo a mi mamá", traducido al español.
Chen Xiwo y su libro "Amo a mi mamá", traducido al español.

¿Cuál es la relación entre la literatura y la oscuridad? Esa fue una de las preguntas que resonó en todo el encuentro con el escritor chino Chen Xiwo, 陈希我 (China, Fuzhou, 1953). El encuentro es virtual pero se hace desde China misma. El entrevistado está en Fuzhou, un estado costero. Los entrevistadores estamos en Nanjing, unas de las antiguas capitales chinas. Para la nota, él ha pedido permiso para salir del psiquiátrico donde vive para atender una depresión.

Xiwo escribe acerca de un mundo oscuro, de caníbales modernos, enfermos, suicidios, personajes incestuosos. Siguiendo la tradición del venerado escritor chino Lu Xun, ve en la literatura un modo de mostrar una realidad más compleja, que desafía encasillamientos morales y que se preocupa por la transformación social, la cual pide primero ver las tinieblas presentes.

También hablamos de su rol como profesor de literatura, de sus años en Japón adonde fue en 1989, escapando de las persecuciones que le siguieron a la masacre de Tiananmen, y en donde estudió Literatura Comparada.

Chen Xiwo en su casa, durante la entrevista. (Cortesía Editorial Mil Gotas)
Chen Xiwo en su casa, durante la entrevista. (Cortesía Editorial Mil Gotas)

Hablamos de los “双规”, Shuanggui, centros de detención donde fue interrogado repetidas veces: en los Shuanggui todo es blando. Paredes, mesa, sillas. Para que el acusado no intente suicidarse contra los materiales del lugar. Ahí le mostraron todos sus escritos y lo hicieron firmar con su dedo todas las páginas de sus libros, prohibidos en China.

-Amo a mi mamá, una de tus obras, en estos días está teniendo su segunda edición en Argentina, luego de también haber sido traducida al inglés, francés, y japonés. Fue escrita hace unos veinte años, ¿Qué efectos similares o diferentes ves en la novela veinte años después?

-Es la historia de un niño discapacitado y su relación incestuosa con su madre, una sátira de la sociedad china que lamentablemente sigue demasiado vigente desde que fue escrita hace unos veinte años. Al estar censurada en China, me pone muy contento que este siendo editada por segunda vez en Argentina. Esta obra no se ve mucho en China, no se lee porque fue prohibida nada más al publicarse. Algunos leyeron la versión digital, pero esta tampoco se puede divulgar mucho. Entonces no recibo muchos comentarios de lectores chinos. De todos modos la mayoría de la gente que la lee aca se concentra en la parte del incesto. Pero no es esto lo central del texto. Yo le pongo el ojo a la enfermedad de la sociedad, en contraposición a la sociedad hipócrita que señala a los diferentes y los pinta como los culpables.

Si pensamos en la China de hoy hubo algunos cambios, por ejemplo antes la gente tenía miedo de casarse con alguien divorciado, y hoy ya no tanto. Pero la naturaleza más profunda sigue siendo la misma, el amor sigue siendo una transacción.

“Los escritores chinos contemporáneos son básicamente personas que no se atreven a hablar. Por eso creo que no merecen escribir.”

-En uno de tus artículos mencionas un coraje reflejado en el personaje del hijo en Amo a mi mamá. Es un tipo de coraje muy particular; sabe que está mal lo que está haciendo, pero tiene el coraje de admitir su deseo. ¿Creés que los escritores deben tener un coraje similar?

-Sí, es así. El personaje del niño discapacitado tiene que romper el silencio. Silencio que condena a la sociedad china. En la sociedad china, y en todo el mundo, se cometen pecados, todo el mundo hace cosas malas. Todos se entienden entre sí sus pecados pero los mantienen en silencio entre ellos, incluso no se admiten a sí mismos lo que hacen ni lo que quieren hacer. El personaje del niño en la novela rompe esto y saca esta maldad de esa prisión interior. Rompe esta inercia, este pacto social de silencio. El escritor también tiene que derribar ese silencio ante el pecado.

-¿Qué áreas creativas estuviste explorando últimamente? Tanto en la escritura como en la lectura.

-Bueno, creo que mi punto de vista cambió. Es más complicado o más confuso. El cambio no es que tengo otros ideales sino que ya no tengo ideales. Este hizo que mi escritura se volviera más complicada e incluso muy confusa.

Esto viene dado por la realidad en la que vivo: hace 20 años, el pueblo chino no pensaba que China sería así ahora. En aquella época, pensábamos que haríamos lo que quisiéramos y que China progresaría. Ahora nos encontramos con que China no progresa socialmente. Al contrario, ha retrocedido. Yo pasé por la Revolución Cultural. Yo tenía entre veinte y treinta años cuando terminó la Revolución Cultural. En esa época, la gente pensaba que algo así no volvería a suceder. Nunca volvería a ocurrir. Teníamos el objetivo muy firme de reformar China y también muy en claro cómo la nueva China debía ser. Pero, ahora volvemos a una situación similar a la de ese momento, así que es algo muy desesperante. Este mundo no va a mejorar y puede que acabemos muriendo en vida. Me desespero, estoy desesperanzado. Pero después de desesperarme sigo hablando, después de mi desesperanza surgen mis palabras. Soy intransigente. Aunque desesperanzado, escribo. No como otros que escriben sometidos al poder, que se doblan ante lo que no les permiten decir. La literatura obliga.

“No se pudo salvar a los niños”

-Acerca de tu proceso de escritura, ¿Empezas a escribir a partir de la desesperación, de algo que te haya conmovido, algo en particular que te ocurrió?

-Por supuesto que hay veces en que algo concreto me conmueve, pero no son los casos particulares los que me impulsan a escribir, sino un sentimiento que resulta más abstracto. A veces me pregunto y me preguntan; ¿soy yo el que peor lo está pasando? No parece. Incluso me va mejor que a mucha gente. Entonces, ¿qué es lo que me desespera tanto? Creo que preguntarse eso es lo más básico para un escritor. No es algo concreto que me pasa a mi lo que me hace escribir. ¿El hecho de que esté mejor que otros significa que puedo dejar de escribir? En cualquier caso siento que hay un gran problema en mi vida, por eso tengo que escribir. Mi escritura no tiene mucho que ver con mi situación concreta. Como Lu Xun, a él le iba bien, pero seguía desesperado y sentía la oscuridad de su vida. Es justamente lograr sentir la oscuridad de la vida lo que motiva mi escritura.

-En tus artículos y literatura hablas mucho sobre la desesperanza y la desesperación. Lu Xun también estaba muy preocupado por eso. Lu Xun habla de “salvar a los niños”. Por un lado parece tener esperanza en las nuevas generaciones, pero al mismo tiempo está desesperanzado por ellos, y a menudo dice que ellos también son caníbales.

-Lu Xun era un escritor que pensaba. En general tenía desesperación. Pero no entró en la desesperación voluntariamente. Al final, siempre se termina en la desesperación. Pero la clave está en el proceso. No podes desesperarte en el proceso, tenes que resistir. Siento que comparto mucho el mundo espiritual de Lu Xun, él habló acerca de “Salvar a los niños”, pero sabía que era imposible. Ahora, más de cien años después, no se pudo salvarlos. En la colección de novelas “Gritos”, se ve que Lu Xun estaba muy desesperado por salvarlos, pero también sabía que era imposible.

“En China, si eluden la política, directamente no son escritores”

-Tocaste un tema que nos interesa. Pasaron cien años desde Lu Xun escribió Diario de un loco, en donde se representa a la sociedad como caníbal. Después de estos cien años, ¿te parece que ese texto sigue vigente en lo que este describe?

-Si. El tipo de situación de Diario de un loco no cambió. La sociedad sigue siendo caníbal. Pero la forma de comer a la gente cambió. En la época de Lu Xun estuvo el Movimiento de la Nueva Cultura y el Movimiento del Cuatro de Mayo, en ese ambiente Lu Xun se manifestó en contra de la tradición y dijo que esta era caníbal. En esos tiempos había un poco de esperanza. Era posible imaginarse un futuro mejor. Pero ahora seguimos siendo caníbales. Antes había avance, ahora parecemos estar retrocediendo. La diferencia es que ahora nos entregamos voluntariamente para ser comidos. Esto es muy enfermizo. Te pongo un ejemplo, cuando yo tenía veinte años todos decíamos que la Revolución Cultural era mala. Todo el mundo parecía tener eso muy claro. Ahora mucha gente extraña la Revolución Cultural. Los chinos dan mucha pena. Ni siquiera sienten que se los comen.

-¿Cuáles fueron tus lecturas más tempranas que te influenciaron?

-En realidad, cuando era niño en los primeros años del comunismo no había muchos libros para leer, y menos durante la Revolución Cultural. Entonces casi lo único que leía eran los libros de Mao Zedong. Pero también leía a Lu Xun, me gustaba la oscuridad de sus libros. También había algunas novelas comunistas, de héroes de guerra, mártires, ese tipo de contenido también me atraía mucho de niño, por ese tipo de brutalidad. Siempre me interesaron las cosas que rodean al tema de la muerte.

"Amo a mi mamá", el libro prohibido de Chen Xiwo. (Cortesía Editorial Mil Gotas)
"Amo a mi mamá", el libro prohibido de Chen Xiwo. (Cortesía Editorial Mil Gotas)

- ¿Qué escritor chino podes recomendar?

-No lo sé, no estoy seguro. Básicamente ninguno. Los escritores chinos contemporáneos son básicamente personas que no se atreven a hablar. Por eso creo que no merecen escribir. ¡La gente que escribe no se atreve a hablar! Por supuesto, yo me compadezco de ellos. Pero en todo caso mejor que directamente no sean escritores. En nuestro país, la libertad de expresión no es un tema de si hay poca o mucha, sino que simplemente no hay. En otros países un escritor que no toca la política puede llegar a ser un buen escritor, y si se interesa en esta quizá puede llegar a ser aún mejor. En China, si la eluden, directamente no son escritores. Hoy en día la literatura china se caracteriza por un deseo de los escritores de ser leídos por todo el mundo. Por eso escriben “cuentos chinos” que satisfacen la búsqueda de exotismo del lector extranjero, pero que no tiene ningún valor literario, ni artístico, ni religioso, en fin, no tienen ninguna búsqueda elevada.

-¿Cómo ves la industria editorial en China?

-Hoy en día, es muy difícil que te publiquen en China. Es muy difícil porque, como sabes, en China las editoriales y las revistas están todas dirigidas por el Partido Comunista, así que hay muchas cosas que no se atreven a publicar. Los últimos años fueron especialmente malos, porque la libertad de expresión disminuyó mucho. Ahora, detienen a los autores, pero también a los editores. Así que los editores están muy asustados, tienen miedo de que los echen del trabajo y de que los metan en la cárcel. Así que puedo entenderlos.

Esta situación no solo se vive en las editoriales sino en otros ámbitos, como en las escuelas. Hace dos años yo fui denunciado por mis propios alumnos en la universidad. Por las denuncias y mis escritos terminé detenido. ¿Escuchaste hablar de los Shuanggui (双规)? En un principio era donde interrogaban a funcionarios corruptos. Pero ahora lo utilizan para detener a todo tipo de personas. Las paredes son blandas como sofás. Las mesas también. No hay ventanas, sólo una pequeña habitación. Tienen miedo de que nos suicidemos. Siendo blando, no podemos suicidarnos. No podemos morir. En ese lugar me inculparon con mis escritos y me hicieron firmar y sellar con mis huellas todas las páginas que alguna vez escribí.

Me obligaban a responder si yo las había escrito. Claro que yo las escribí.

* Violeta Kerszberg es Licenciada en Filosofia en la UBA y escritora. Pedro Gregorio Pasquet: Licenciado en Literatura en Shanghai JiaoTong University y traductor de idioma chino.

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