Hernán Díaz: “La única diferencia entre el dinero del Monopoly y el de nuestras billeteras es la manera en que les creemos”

El escritor argentino vive desde hace un cuarto de siglo en Nueva York. En 2022 ganó el prestigioso Premio Pulitzer por su novela “Fortuna”, en la que analiza la acumulación del capital y la soledad de los magnates.

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Hernán Díaz fue nominado al Pulitzer con su novela "A lo lejos", y luego lo ganó con su siguiente obra.
Hernán Díaz fue nominado al Pulitzer con su novela "A lo lejos", y luego lo ganó con su siguiente obra.

“Es uno de los autores más interesantes de la narrativa norteamericana, y tiene acento porteño”. Con esas palabras, los responsables de la editorial Anagrama iniciaron la rueda de prensa que Hernán Díaz mantuvo este jueves con los medios de comunicación de Latinoamérica. Díaz nació en Buenos Aires en 1973, pero lleva más de veinticinco años viviendo en Estados Unidos.

Es autor de dos novelas trascendentales: A lo lejos (2017), con la que fue finalista del Premio Pulitzer, y Fortuna (2022), con la que lo ganó. Esta novela, además, tuvo un eco fenomenal entre la crítica —”Una novela estimulante e inteligente”, dijeron en The New York Times— y entre los lectores. Fue elogiada hasta por Barack Obama. Y Kate Winslet está en proceso de adaptarla en una serie para HBO en 2024.

Fortuna es una novela polifónica que aborda un tema poco visitado en la narrativa norteamericana y, podría decirse, mundial: el proceso de acumulación de capital en la primera parte del siglo XX. Si bien hay muchos escritores que tematizan el dinero —de Fogwill a Martin Amis, de Alan Pauls a Breat Easton Ellis—, es posible, sin embargo, que no haya antecedentes de una novela que ficcionalice una zona tan compleja y problemática como es la creación de riqueza, un proceso que muchas veces queda vinculado a prácticas violentas, espurias, ilícitas.

“Es una novela sobre la disonancia entre tener el acceso a todos los bienes posibles y vivir la soledad más radical”, decía Díaz antes de recibir las preguntas. La soledad, entonces, parece algo sobre lo que siempre vuelve.

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Identidad e identificación

La oralidad rioplatense convive armoniosamente con una literatura escrita en inglés. La novela fue escrita en ese idioma y llega a los lectores latinoamericanos traducida por Javier Calvo. “Escribo en inglés porque me hace feliz”, explicaba Díaz, “y porque es una lengua que me permite hacer sintácticamente lo que quiero”. Pero para hablar, decía, prefiere ese acento “tan tenaz y aguerridamente porteño”.

Apenas catorce años vivió Díaz en la Argentina, un lapso breve que, sin embargo, ocupa los años de formación. La vida argentina fue la de la adolescencia y la primera juventud. La familia había emigrado a Suecia durante la dictadura militar y sólo volvieron al país cuando regresó la democracia. Díaz estudió en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y llegó a dar clases en la cátedra de Jorge Panesi. Una beca le dio la oportunidad de seguir sus estudios en Londres y más tarde en la Universidad de Nueva York, donde obtuvo su doctorado.

“El tema y el concepto de identidad no da en el clavo”, dijo en cuanto al lenguaje y su vida trashumante. “Todos nosotros somos la suma de las historias que nos contamos sobre nosotros mismos y las que también cuentan otros. ‘Identidad’ es un término estático que no me concierne ni me parece productivo”.

El dinero, esa ficción

“Cuál es el lugar de la ficción en nuestras vidas”, se preguntó el escritor, y se respondió: “Creo que está relegada a ser un accesorio discursivo”. La novela es deudora de la literatura del siglo XIX —Díaz hizo un pequeño canon privado que incluyó a Melville, Edith Wharton, George Eliot, Dickens, las hermanas Brontë— y hay una acción consciente de llevar la ficción al primer plano. Casi como una provocación hacia los lectores.

“Yo creo que la ficción puede dejar una huella en la realidad”, dijo. Y avanzó con una hipótesis interesante: el dinero y la ficción tienen una estructura similar; el funcionamiento de ambos está basado en la confianza, en la creencia. “La única diferencia entre el dinero del Monopoly y el de nuestras billeteras es la manera en que les creemos. La ficción que impacta en nuestra vida”.

Fortuna está dividida en cuatro partes; cada una con un estilo y un género distinto. El protagonista de la primera parte se llama Benjamin Rask y, aunque había alcanzado una riqueza estratosférica, vivía con austeridad porque el lujo era un vulgar engorro. Para el público argentino, esa frase tiene un eco doble: por un lado, rebota en la canción “Un poco de amor francés”, de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota —en el verso “El lujo es vulgaridad, dijo y me conquistó”—; y por otro, en la respuesta irritada de Borges a Mario Vargas Llosa en una famosa entrevista de los años 70: “El lujo me parece una vulgaridad”.

La actriz Kate Winslet será protagonista en la adaptación de "Fortuna" a la pantalla. (Vianney Le Caer/Invision/AP)
La actriz Kate Winslet será protagonista en la adaptación de "Fortuna" a la pantalla. (Vianney Le Caer/Invision/AP)

Consultado por Infobae Leamos, Díaz se sorprendió por las coincidencias. “No conozco el corpus de los Redonditos”, dijo. Pero, retomando a Borges, hizo un paralelismo entre las familias de alcurnia que, tanto en la Argentina como en los Estados Unidos, comparten una mirada reprobatoria de la ostentación. Para ellos, el lujo es “algo obsceno, propio de nuevos ricos, que merece ser objeto de escarnio y burla”.

El dinero es masculino

La historia del dinero es la historia de la masculinidad. La Bolsa de Nueva York, de hecho, recién permitió el ingreso de una mujer a mediados de los años 70. Díaz trabajó con la novela este tema: las mujeres de los magnates “quedan relegadas al lugar de la esposa obediente. Pierden la voz, el poder de decisión y también la vida.

Hay un hecho notable que permite estimar la situación de las mujeres en aquel tiempo. Díaz investigó muchísimo para narrar con precisión el tiempo de la novela. “El mundo de las finanzas es como el de la tecnología y cambia muy rápidamente”, explicó. Leyó artículos periodísticos, tratados financieros, tratados monetarios, periódicos, revistas, una infinidad de documentos, entrevistas, biografías de los grandes prohombres estadounidenses, y los diarios de las esposas. “Yo fui el primero que los leyó en un siglo”, dijo, “y eso habla muy elocuentemente del silencio”.

La rueda de prensa terminó con el anuncio de un próximo libro y la visita al Festival Hay en septiembre. Díaz tiene por delante un largo periplo de presentaciones impulsadas por el Pulitzer. “Todo cambió de un modo drástico”, dijo como pidiendo disculpas. Como si no quisiera armar un alboroto que sus personajes seguramente le censurarían.

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