Curiosidades del 25 de Mayo en el relato de los protagonistas

Algunos actores centrales de la Revolución de 1810 dejaron testimonio escrito de sus vivencias. Dan color y vida a los acontecimientos que marcaron el comienzo del proceso de ruptura con España

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Acostumbrados a los análisis e interpretaciones de historiadores de distintas generaciones y tendencias, olvidamos escuchar la voz de los protagonistas a través de los testimonios que algunos de ellos han dejado.

Memoria no es historia, desde ya, pero es uno de sus componentes y permite percibir el clima de época y el modo en que vivían los acontecimientos. Claro que algunos de ellos escriben mucho después de los hechos lo que implica no sólo que su memoria puede traicionarlos sino que también puede haber una reelaboración deliberada, no sólo de los acontecimientos sino también de su interpretación.

Aquí reproducimos extractos de los recuerdos de Cornelio Saavedra y Manuel Belgrano, dos actores clave. De la lectura de sus memorias podemos deducir que había patriotas reuniéndose y elaborando planes desde mucho antes, en especial desde la prisión del rey Fernando VII, y en previsión de la caída total de España. También se entrevé un desacuerdo sobre el momento de actuar. Y cómo la noticia de la caída de de la Junta Central de Sevilla actuó como catalizador de todos los planes y tendencias.

Un dato curioso es que Manuel Belgrano, que según él mismo y la mayoría de los testigos, contribuyó activamente a forzar la realización del Cabildo abierto del 22 de mayo donde se decide la destitución del Virrey, afirma sin embargo que no sabe cómo llegó su nombre a la lista de vocales para la Primera Junta…..

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Belgrano escribe en 1814 dejando traslucir cierta amargura, porque la Revolución no ha dado todos los frutos que él esperaba.

Del relato de Saavedra se desprende la importancia que tuvo el regimiento de Patricios, germen del Ejército patrio, ya que es cuando Cisneros se notifica de que no contará con el respaldo de la fuerza armada que se resigna a convocar al Cabildo abierto que no era otra cosa que una asamblea vecinal.

Finalmente, es interesante leer la proclama que redacta el Virrey luego de la llegada del Mistletoe, la nave inglesa -cuándo no- que traía las malas noticias de España, cuya difusión Cisneros no había podido evitar. Y cómo en ella intenta evitar o dilatar la reunión del cabildo abierto porteño aduciendo la necesidad de consultar a todo el Virreinato.

MEMORIA AUTÓGRAFA DE CORNELIO SAAVEDRA   [extracto]

[Escrita en 1829]

El mismo Cisneros, el 18 de mayo del año 1810, anunció al público por su proclama, que sólo Cádiz y la isla de León se hallaban libres del yugo de Napoleón. Yo me hallaba en ese día en el pueblo de San Isidro: don Juan José Viamonte, sargento mayor que era de mi cuerpo, me escribió diciendo que era preciso regresase a la ciudad sin demora, porque había novedades de consecuencia. Así lo ejecuté. Cuando me presenté en su casa, encontré en ella una porción de oficiales y otros paisanos, cuyo saludo fue preguntándome: "¿Aún dirá usted que no es tiempo?" Le contesté: "Si ustedes no me imponen de alguna nueva ocurrencia, que yo ignore, no podré satisfacer a la pregunta". Entonces me pusieron en las manos la proclama de aquel día [la del Virrey Cisneros].

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Luego que la leí, les dije: "Señores, ahora digo que no sólo es tiempo, sino que se debe perder una sola hora".

Belgrano y yo nos ocupamos de allanar ese paso con el alcalde y Castelli con el síndico

Me propusieron fuésemos a la casa de don Nicolás Peña [por Nicolás Rodríguez Peña], en la que había una gran reunión de americanos que clamaban por que se renmoviese del mando al virrey y crease un nuevo gobierno americano. Allí encontramos a los finados doctor don Juan José Castelli y don Manuel Belgrano. El primer paso que acordamos dar fue interpelar al alcalde de primer voto que lo era don Juan José Lezica y al síndico procurador doctor don Julián Leyva, para que con conocimiento del virrey Cisneros se hiciese un cabildo abierto, al que concurriese el pueblo a deliberar y resolver sobre su suerte. Belgrano y yo nos ocupamos de allanar ese paso con el dicho alcalde y Castelli con el síndico procurador doctor Leyva. A pesar de la repugnancia que manifestó el alcalde de primer voto don Juan José Lezica, viendo le hablábamos de serio, tuvo que ceder a lo que pedíamos: esa misma tarde convocó a todos los demás capitulares y en consorcio del síndico hicieron presente nuestra solicitud. El resultado fue quedar acordado pedir sin demora al virrey venia para el día siguiente convocar a cabildo público y general. (…)

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Sorprendió a Cisneros aquella novedad: contestó al Cabildo que, antes de dar el consentimiento o venia que se solicitaba, quería tratar con los jefes y comandantes de la fuerza armada.

Llamo a ustedes para saber si están resueltos a sostenerme en el mando como lo hicieron el año 1809 con Liniers o no (Cisneros)

El 19 se nos citó por el sargento mayor de la plaza, para que a las siete de la noche estuviésemos todos en la fortaleza, Así lo verificamos. Se nos presentó al virrey y nos dijo: "Señores, se me ha pedido venia por el excelentísimo cabildo para convocar sin demora al pueblo a cabildo abierto, a lo que parece ha influido mi proclama de ayer. Yo no he dicho en ella que la España toda está perdida, pues aún nos quedan Cádiz y la isla de León. Llamo a ustedes para saber si están resueltos a sostenerme en el mando como lo hicieron el año 1809 con Liniers o no: en el primer caso, todo el hervor de los que pretenden tan peligrosas innovaciones quedaría disipado, en el segundo se hará el cabildo abierto y ustedes reportarán sus resultas, pues yo no quiero dar margen a sediciosos tumultos".

¿Este territorio inmenso, sus millones de habitantes, han de reconocer soberanía en los comerciantes de Cádiz y en los pescadores de la isla de León? No cuente con las fuerzas de mi mando para sostenerse

Viendo que mis compañeros callaban, yo fui el que dijo a S. E.: "Señor, son muy diversas las épocas del 1 de enero del año 1809, y la de mayo de 1810, en que nos hallamos. En aquélla existía la España, aunque ya invadida por Napoleón, en ésta toda ella, todas sus provincias y plazas, están subyugadas por aquel conquistador, excepto sólo Cádiz y la isla de León, como nos aseguran las gacetas que acaban de venir y V.E., en su proclama de ayer. ¿y qué Señor? ¿Cádiz y la isla de León son España? ¿Este territorio inmenso, sus millones de habitantes, han de reconocer soberanía en los comerciantes de Cádiz y en los pescadores de la isla de León? ¿Los derechos de la corona de Castilla a que se jncorporaron las Américas han recaído en Cádiz y la isla de León que son parte de una de las provincias de Andalucía? No, señor; no queremos seguir la suerte de la España, ni ser dominados por los franceses: hemos resuelto reasumir nuestros derechos y conservarnos por nosotros mismos. El que a V.E. dio autoridad para mandarnos, ya no existe: de consiguiente tampoco V.E. la tiene ya, así es que no cuente con las fuerzas de mi mando para sostenerse en ella". Esto mismo sostuvieron todos mis compañeros. Con este desengaño concluyó diciendo: "Pues, señores, se hará el cabildo abierto que se solicita". Y en efecto se hizo el 20 [se refiere al 22] del mismo mayo.

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AUTOBIOGRAFÍA DE MANUEL BELGRANO [extracto]

[escrita en 1814]

[…]…habiendo salido por algunos días al campo, en el mes de mayo, me mandaron llamar mis amigos a Buenos Aires, diciéndome que era llegado el caso de trabajar por la patria para adquirir la libertad e independencia deseada; volé a presentarme y hacer cuanto estuviera a mis alcances: había llegado la noticia de la entrada de los franceses en Andalucía y la disolución de la Junta Central; éste era el caso que se había ofrecido a cooperar a nuestras miras el comandante Saavedra.

Muchas y vivas fueron entonces nuestras diligencias para reunir los ánimos y proceder a quitar a las autoridades, que no sólo habían caducado con los sucesos de Bayona, sino que ahora caducaban, puesto que aun nuestro reconocimiento a la Junta Central [de Sevilla] cesaba con su disolución, reconocimiento el más inicuo y que había empezado con la venida del malvado Goyeneche, enviado por la indecente y ridícula Junta de Sevilla. No es mucho, pues, no hubiese un español que no creyese ser señor de América, y los americanos los miraban entonces con poco menos estupor que los indios en los principios de sus horrorosas carnicerías, tituladas conquistas.

Apareció una junta, de la que yo era vocal, sin saber cómo ni por dónde, en que no tuve poco sentimiento

Se vencieron al fin todas las dificultades, que más presentaba el estado de mis paisanos que otra cosa, y aunque no siguió la cosa por el rumbo que me había propuesto, apareció una junta, de la que yo era vocal, sin saber cómo ni por dónde, en que no tuve poco sentimiento. […]

Una porción de hombres estaban preparados para a la señal de un pañuelo blanco, atacar a los que quisieran violentarnos

No puedo pasar en silencio las lisonjeras esperanzas que me había hecho concebir el pulso con que se manejó nuestra revolución, en que es preciso, hablando verdad, hacer justicia a don Cornelio Saavedra. El congreso celebrado en nuestro estado para discernir nuestra situación, y tomar un partido en aquellas circunstancias, debe servir eternamente de modelo a cuantos se celebren en todo el mundo. Allí presidió el orden; una porción de hombres estaban preparados para a la señal de un pañuelo blanco, atacar a los que quisieran violentarnos; otros muchos vinieron a ofrecérseme, acaso de los más acérrimos contrarios, después, por intereses particulares; pero nada fue preciso, porque todo caminó con la mayor circunspección y decoro. ¡Ah, y qué buenos augurios! Casi se hace increíble nuestro estado actual. Mas si se recuerda el deplorable estado de nuestra educación, veo que todo es una consecuencia precisa de ella, y sólo me consuela el convencimiento en que estoy, de que siendo nuestra revolución obra de Dios, Él es quien la ha de llevar hasta su fin, manifestándonos que toda nuestra gratitud la debemos convertir a S. D. M. y de ningún modo a hombre alguno.

Todas las diferencias de opiniones se concluían amistosamente y quedaba sepultada cualquiera discordia entre todos

Seguía pues, en la junta provisoria, y lleno de complacencia al ver y observar la unión que había entre todos los que la componíamos, la constancia en el desempeño de nuestras obligaciones, y el respeto y consideración que se merecía del pueblo de Buenos Aires y de los extranjeros residentes allí: todas las diferencias de opiniones se concluían amistosamente y quedaba sepultada cualquiera discordia entre todos.

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Así estábamos, cuando la ineptitud del general de la expedición del Perú obligó a pasar de la Junta al doctor Castelli para que viniera de representante de ella, a fin de poner remedio al absurdo que habíamos cometido de conferir el mando a aquél, llevados del informe de Saavedra y de que era el comandante del cuerpo de arribeños y es preciso confesar que creíamos que con sólo este título, no habría arribeño que no le siguiese y estuviese con nuestros intereses. Debo decir, aquí, que soy delincuente ante toda la Nación de haber dado mi voto, o prestándome sin tomar el más mínimo conocimiento del sujeto, por que fuera jefe. ¡Qué horrorosas consecuencias trajo esta precipitada elección!

¡En qué profunda ignorancia vivía yo del estado cruel de las provincias interiores! ¡Qué velo cubría mis ojos! El deseo de la libertad e independencia de mi patria, que ya me había hecho cometer otros defectos como dejo escritos, también me hacía pasar por todo, casi sin contar con los medios.

A la salida del doctor Castelli, coincidió la mía, que referiré a continuación hablando de la expedición al Paraguay, expedición que sólo pudo caber en unas cabezas acaloradas que sólo veían su objeto y a quienes nada era difícil, porque no reflexionaban ni tenían conocimientos.

[El texto completo puede verse cliqueando aquí]

LA PROCLAMA DEL VIRREY CISNEROS  [18 de mayo de 1810]

Acabo de participaros las noticias últimas conducidas por una fragata mercante inglesa, que habiendo salido de Gibraltar, arribó a Montevideo el 13 del corriente. Ellas son demasiado sensibles, y desagradables al filial amor que profesáis a la Madre Patria, por quien habéis hecho tan generosos sacrificios. Pero ¿qué ventajas produciría su ocultación, si al cabo ha de ser preciso que apuréis toda la amargura que debe produciros su inexcusable conocimiento? Por otra parte, es de mi obligación manifestaros el peligroso estado de la metrópoli de toda la monarquía, para que instruidos de los sucesos redobléis los estímulos más vivos de vuestra lealtad y de vuestra constancia contra los reveses de una fortuna adversa, empeñada por decirlo así, en probar sus quilates.

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Encargado por la Autoridad Suprema de conservar intactos y tranquilos estos dominios, he dedicado a tan justo, y tan interesante objeto todos mis desvelos y fatigas. Nada he omitido de cuanto he creído conducente, al desempeño de tan elevada confianza: vosotros sois testigos de que no me dispenso una alabanza a que no tenga justos y conocidos derechos; pero ni estos, ni la general benevolencia que os debo, y a que siempre viviré agradecido, me dispensan del deber que me he impuesto de que en el desgraciado caso de una pérdida total de la península, y falta del Supremo Gobierno, no tomará esta superioridad determinación alguna que no sea previamente acordada en unión de todas las representaciones de esta capital a que posteriormente se reúnan las de sus provincias dependientes, entretanto que de acuerdo con los demás virreinatos se establece una representación de la soberanía del Sr, Don Fernando VII. Y yo os añado con toda la ingenuidad que profeso; que lejos de apetecer el mando veréis entonces como toda mi ambición se ciñe a la gloria de pelear entre vosotros por los sagrados derechos de nuestro adorado monarca, por la libertad, e independencia de toda dominación extranjera de estos sus dominios, y por vuestra propia defensa, si alguno la perturba. 

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Después de una manifestación tan ingenua nada más me resta que deciros, sino lo que considero indispensable a la conservación de vuestra felicidad, y de toda la monarquía. Vivid unidos, respetad el orden, y huid, como de áspides los más venenosos, de aquellos genios inquietos y malignos que os procuran inspirar celos, y desconfianza recíprocas, y contra los que os gobiernan: aprended de los terribles ejemplos que nos presenta la historia de estos últimos tiempos, y aun de los que han conducido a nuestra metrópoli al borde de su precipicio; la malicia ha refinado sus artificios de un modo tal, que apenas hay cautelas suficientes para libertarse de los lazos que tiende a los pueblos incautos y sencillos. Todo os lo dejo dicho: aprovechaos si queréis ser felices de los consejos de vuestro jefe, quien os lo franquea con el amor más tierno y paternal.

Buenos Aires 18 de Mayo de 1810.

Baltasar Hidalgo de Cisneros

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